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Refrenando la lengua y el temperamento

Del número de enero de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Muy a menudo el mal genio hace que se pierda el dominio sobre la lengua, y la Biblia nos dice: “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión de tal es vana”. Sant. 1:26.

El propósito de la brida es gobernar y refrenar a un caballo, impedirle que haga un movimiento precipitado que podría causarle daño tanto al jinete como a la cabalgadura. Una de las bridas más eficaces que podemos usar para dominar la lengua es el silencio. Aun un momento de silencio puede ser un instrumento eficaz para la paz, si se usa como una oportunidad para recurrir a la única Mente. Dios nos dará la fortaleza necesaria para que no sólo la lengua sino también los pensamientos airados que la influyen se sometan a la ley del Amor divino.

La Ciencia Cristiana hace hincapié en que no sólo las palabras sino los pensamientos deben estar cada vez más en conformidad con las elevadas normas de amor desinteresado seguidas por Cristo Jesús. Nuestra Guía, la Sra. Eddy, escribe: “¿Quién no ha aprendido que cuando está a solas tiene que vigilar sus pensamientos; su temple cuando lucha con la humanidad; y su lengua cuando está en sociedad? Nosotros también hemos alcanzado mayores alturas; hemos aprendido que las tribulaciones nos elevan a esa dignidad del Alma que nos sostiene y que finalmente las vence; y que las pruebas severas purifican a la vez que castigan”.Escritos Misceláneos, pág. 126.

Si nos protegemos contra aquello que nos hace perder el tiempo y envilece el pensamiento, como el rumiar ociosamente, las querellas personales o los recuerdos infelices, tendremos más éxito en expresar la ecuanimidad del Cristo, que es un factor indispensable para “dominar la lengua”. Aprenderemos que las tribulaciones pueden ciertamente servir de peldaños para obtener un concepto más elevado de que el Amor es Dios. Si se sufren con una paciencia como la del Cristo, estas pruebas conducirán ineludiblemente a la victoria final sobre las flaquezas humanas.

Las “mayores alturas” del Amor divino se ganan mediante la compasión, el perdón, la ternura y la paciencia, expresadas tanto en el pensamiento como en palabras. Estas cualidades traen el poder gobernante del Amor, el Principio divino, a toda situación difícil. Cuando el pensamiento y la lengua están bajo la dirección de Dios, es imposible expresar mental u oralmente algo ajeno a la naturaleza del bien. Tanto el pensamiento como la lengua, en sus propósitos más elevados, son canales para expresar la belleza del amor espiritual y el afecto cristiano.

A veces la gente alienta las expresiones del mal carácter y de su herramienta, la lengua, excusando ese desenfreno por razones de herencia o de educación. Ven el mal carácter, que es tan destructivo para la paz de otros, como una pequeña falla de carácter a la que se le debe dar poca importancia y pasar por alto rápidamente. “Tengo la certeza de que sabías que ésa no era mi verdadera intención”, pueden decir a modo de disculpa indirecta, y después continúan repitiendo su pecado contra la armonía de otros. No es de sorprenderse, entonces, que la Biblia dé a entender que las afirmaciones de religiosidad de tales personas tienen muy poco peso.

Por supuesto que no es fácil corregir faltas de carácter crónicas, pero donde existe el anhelo de curarse y se pone en vigor la disciplina espiritual necesaria, la curación puede efectuarse. Por disciplina espiritual se da a entender el reemplazar con determinación rasgos de carácter indignos por cualidades espirituales. La impaciencia, la irritabilidad, la obstinación y la intolerancia pueden ser rechazadas firmemente antes que se manifiesten en palabras desconsideradas. Entonces el espacio creado por su expulsión puede llenarse con los componentes divinamente naturales del pensamiento, tales como amabilidad, paciencia, amor y fortaleza espiritual. Estas cualidades nos asemejan más al Cristo en palabras y hechos.

En la carta a los Hebreos, se nos exhorta: “Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro”. Hebr. 4:16. Si recurrimos a la ayuda de Dios para vencer flaquezas de carácter, somos recompensados por Su regalo de gracia. La palabra griega para “gracia” tiene como su especial significado cristiano “la influencia divina sobre e corazón, y su reflejo en la vida”. El triunfo completo sobre nuestro temperamento puede ser que no se logre muy rápida o fácilmente, pero si continuamos orando para que la gracia nos ilumine, y si somos consecuentes en silenciar las discordias del pensamiento y la lengua, lo lograremos. La gracia de reflejar amor es un regalo que Dios hace a todos los que la buscan por medio de la oración. Ningún investigador es rechazado, y el oído de Dios siempre está atento a las oraciones que elevamos invocando Su ayuda.

Cuando el Cristo es establecido en lo profundo del pensamiento, se reflejará en todos los aspectos de nuestra vida. Mientras más libremente sea expresado en los detalles más mínimos, con más éxito irradiará en los mayores. La lengua, junto con las otras funciones y facultades del sistema humano, debe ser puesta en obediencia al Amor. Cuando hagamos del Principio que es Amor la medida de nuestros pensamientos y palabras, expresaremos la ecuanimidad espiritual que no puede ser derrocada por las reacciones personales. La Sra. Eddy les dijo una vez a sus alumnos: “Vuelvo a repetir: en la Ciencia Cristiana no es la persona lo que cuenta. El Principio, no la persona, está en nuestros corazones, en nuestros labios, y en nuestra vida. Nuestros lemas son la Verdad y el Amor; y si moramos en ellos, éstos abundarán en nosotros, y seremos uno en corazón — uno en motivo, propósito y empeño”.Esc. Mis., pág. 135.

Cuando estemos a solas, nuestros pensamientos, si reflejan la Mente que todo lo sabe, estarán ocupados en bendecir, nunca en maldecir o condenar. Cuando trabajamos con otros en circunstancias difíciles, nuestro carácter será afable si está animado por el amor a la manera del Cristo. Y cuando nos reunimos socialmente con amigos, nuestras lenguas expresarán el Amor divino que rige nuestros pensamientos. Éstas son las pruebas del refinamiento espiritual de carácter que la Ciencia Cristiana exige y asegura. Y son la señal exterior de vidas que están gobernadas por el Principio, definidas por el Amor y que siguen los pasos del Mostrador del camino, Cristo Jesús.

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