Un viernes por la mañana no pude levantarme. Tenía las piernas tiesas y no podían sostenerme, así que me arrastré hasta la cocina en donde mi madre estaba preparando el desayuno. Le dije que no podía mover las piernas y ella me llevó otra vez a la cama. Comenzamos a orar juntos.
Justamente esa semana mi madre me había ayudado a memorizar una oración de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (pág. 473): “Dios está en todas partes, y nada fuera de Él está presente ni tiene poder”. La había utilizado todas las noches como una oración para antes de acostarme.
Sabía que Dios está conmigo en todo momento y que Él es todo poder, por consiguiente, lo único que yo podía tener era el bien. Ese día pude levantarme y caminar bastante bien, aun cuando no estaba completamente curado. Pero al día siguiente pude volver a jugar en mi equipo de béisbol.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!