Un nuevo año, cuyos anales aún no se han escrito, puede que produzca temor a lo desconocido, o quizás nos rete a dejar grabadas en la crónica de los doce meses venideros conmovedoras pruebas de la presencia y del poder de Dios. Nuestra vida puede dar testimonio de que el Cristo sanador está aquí, e ilustrar la regeneración y redención que acompañan el descubrimiento y la demostración de verdades científicas, espirituales. Podemos dedicarnos a orar con la clase de oración que adopta una actitud firme sobre lo que será la historia de los meses venideros, sabiendo que ésta reflejará el designio trazado por la Mente.
Un hecho muy importante de recordar es que estos meses esperan nuestra participación; la historia humana todavía no se ha escrito. Ante nosotros se extiende la oportunidad de descubrir leyes científicas y hechos espirituales que son nuevos para nosotros, y seguir esta renovación con la adoración maravillosa que el Cristo inspira.
Es significativo que en muchas partes del mundo la llegada del nuevo año viene inmediatamente después de celebrarse el nacimiento del hombre que por expresar tanto al Cristo fue llamado Cristo Jesús. Como entonces, así ahora, el abrigar una idea más tangible de la presencia de Dios, la cual el Cristo siempre revela, presagia cambios y progreso.
Esto a menudo nos obliga a tomar decisiones concretas. Pero más importante que decidir lo que debemos hacer para procurarnos un año mejor, es conocer lo que Dios hace y lo que ya ha hecho, lo que ahora ya es cierto acerca de los próximos meses. A medida que discernimos esta verdad y la abrigamos en la consciencia, haciendo que hechos espirituales y no profecías materiales constituyan nuestros pensamientos sobre el mañana y gobiernen nuestras acciones, estamos modelando el futuro.
“La eternidad es la medida de Dios para los años llenos de Alma”,Ciencia y Salud, pág. 599. escribe Mary Baker Eddy en el libro de texto de la Ciencia Cristiana. La gloria de los años llenos de Alma se puede percibir mejor a medida que comprendemos algo del Alma con la luz que nos trae la Ciencia Cristiana. Como los lectores del libro de texto de la palabra Alma, escrita con letra mayúscula, significa Dios, e incorpora el orden y la belleza, la pureza y la grandiosidad del ser verdadero. Esto es la verdadera inteligencia y sustancia, el Alma, del hombre. La persona en busca de su identidad e individualidad espiritual debe recurrir al Alma y conscientemente identificarse con las cualidades de armonía universal y salud del Alma. La maravilla de la bondad del Alma nos inspira a dejar la mezquindad de albergar un sentido meramente personal y finito acerca de nosotros mismos y de los demás. Los que luchan contra la enfermedad o los que se sienten desalentados con sus logros o perspectivas, pueden tener la seguridad de que encontrarán una nueva vida a medida que la busquen en la eternidad, en aquellos años llenos de Alma.
Establecemos la profecía de un año lleno de Alma para 1982 a medida que buscamos dentro del ser verdadero nuevas vistas de la realidad para definir el año nuevo. Nuestra búsqueda, conjuntamente con el vivir diariamente de acuerdo con esta visión, pone el sello de la Ciencia en nuestra experiencia. Allí donde vemos a un “mortal”, lo que realmente hay es el linaje del Alma, encargado de expresar toda la nobleza y rectitud de Dios. Viéndonos de esta manera, e irradiando esta luz sobre todos los que hallamos a nuestro paso, ayudamos a que el curso de la historia se incline hacia nuevas manifestaciones de bien.
El Cristo, mediante la Ciencia Cristiana, nos eleva por sobre la mera percepción intelectual del ser y nos muestra las maravillas de Dios. En este proceso nos liberamos de aquellas cosas que tratarían de ocultarnos la gloria de Dios. La Sra. Eddy nos dice: “El Espíritu Santo toma de las cosas de Dios y las muestra a la criatura; y estas cosas siendo espirituales, molestan lo carnal y lo destruyen; son revolucionarias, reformadoras, y — ahora, como antaño — echan fuera los males y sanan al enfermo”.Message to The Mother Church for 1901, pág. 9.
A medida que la Ciencia del Cristo nos revela nuevas “cosas de Dios”, lo carnal, el mal y la hipocresía son destruidos. El prodigio más grande quizás sea el estar consciente de la omnipresencia de Dios. Es importante reconocer el hecho de que no importa hasta qué punto una sociedad se haya enredado en la sensualidad, dando tributo a Dios, el Espíritu, sólo de palabra, Él nunca nos abandona.
¿No estaría Isaías refiriéndose a nosotros, los de esta época? Él escribió: “Dice pues el Señor: Por cuanto este pueblo se me acerca con su boca, y con sus labios me honran, pero alejan de mí su corazón, y su temor de mí es solo un mandamiento de hombres, cosa que se les ha enseñado; por tanto yo volveré a obrar maravillosamente con este pueblo; cosa asombrosa y maravillosa voy y hacer”. Isa. 29:13, 14 (según Versión Moderna).
La historia registra las grandes maravillas y obras de Dios; en realidad, éstas cambian el curso de la historia. Hoy día nuestro estudio de la Ciencia, incluso un constante y profundo aprecio por Cristo Jesús y una comprensión de sus obras, nos ayuda a liberarnos de la hipocresía que Isaías censuró. Nos capacita para ver los prodigios de Dios en pequeñas maravillas; nos inspira a demostrar cada vez más la naturaleza divina, a poner de acuerdo con Dios cada detalle de nuestra vida, y así separar el mal de nuestro concepto de identidad. De esta manera nos ayudamos y ayudamos a otros a permanecer libres durante la conmoción que se produce cuando la mente carnal está siendo destruida, y a gozar más de la salud y protección que se derivan del gobierno de la Mente divina.
Mucha gente ha aprendido a comenzar cada día reclamando para sí su unidad con Dios. Calvin C. Hill escribe lo siguiente sobre nuestra Guía, la Sra. Eddy: “En cierta ocasión la Sra. Eddy me dijo en sustancia: ‘Lo primero que hago al despertarme por la mañana es declarar que no tendré otra mente ante la Mente divina, y llegar a sentirme totalmente consciente de esto, y adherirme a ello durante todo el día; entonces el mal no puede tocarme’ ”.We Knew Mary Baker Eddy (Boston: La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana, 1979), pág. 173.
Podemos comenzar este año exactamente del mismo modo. Al no tener otra mente ante Dios, reconocemos de manera práctica que Dios es nuestra Mente. Investigando lo que esto significa, llegamos a ver que en la existencia verdadera cada persona refleja sabiduría y comprensión espiritual, cualidades éstas que pertenecen a Dios. Sabemos todo lo que necesitamos saber en la escena humana, justo cuando necesitamos saberlo, porque nos identificamos con el hombre, quien refleja a la Mente omnisciente.
Llevando a la práctica tal razonamiento para hacer que la consciencia humana esté en conformidad con la revelación divina, arrancamos nuestro año de las garras del mal, fuera de la mentalidad material. Así como es recomendable que tomemos posesión de nuestros pensamientos al comenzar el día, antes que la mente mortal pretenda posesionarse de ellos, así también podemos dedicarnos a la oración y al estudio para tomar posesión de este nuevo año.
Si sentimos la tentación de saludar el año de 1982 con recelo, podemos reflexionar sobre un verso compuesto improvisadamente por nuestra Guía en 1910:
¡Oh bendiciones infinitas!
¡Oh gozoso Año Nuevo!
Dulce señal y sustancia
De la presencia de Dios aquí.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 354.
Reconocer nuestro nuevo año como la sustancia misma de la presencia de Dios bien puede constituir nuestro primer paso hacia el verdadero descubrimiento de las cosas nuevas que serán grabadas en la historia de este año.
¡Feliz Año Nuevo! ¡Que el vuestro sea lleno de maravillas!