Hace poco se publicó en The Christian Science Journal (abril 1980) una entrevista con una doctora que se hizo Científica Cristiana. Lo que me llamó poderosamente la atención, mientras esta doctora en medicina explicaba cómo había cambiado un sistema de curación por otro, fue lo que ella vio como la diferencia principal entre las bases de estos sistemas: que la Ciencia Cristiana tenía un Principio invariable, mientras que la medicina no lo tenía.
Los métodos de la medicina material cambian a medida que pasa el tiempo, y hasta difieren al mismo tiempo en distintas partes del mundo de acuerdo con las creencias médicas locales. En contraposición, la Ciencia Cristiana descansa sobre un Principio absoluto, invariable, independiente de tiempo o de lugar geográfico, porque su Principio es Dios. Y es debido a este Principio — el único Dios del Primer Mandamiento — que el sistema científico de curación a la manera del Cristo es también invariable a través de los siglos.
Cristo Jesús demostró ampliamente la total eficacia de este método, curando en forma instantánea toda clase de enfermedades, agudas o crónicas. Restituyó a la función normal graves defectos de los sentidos, abriendo los ojos de los ciegos, el oído de los sordos y desatando la lengua de los mudos. Donde la medicina tradicional posiblemente no consiguió ni tan siquiera alivio para el sufrimiento, el poder de Dios actuó con absoluta seguridad.
¿Cómo se explica esto? ¿Son estos milagros irrepetibles? La Ciencia Cristiana demuestra que podemos dar testimonio hoy día del mismo poder sanador.
El método de curación utilizado por el Maestro se repite hoy día porque está basado sobre el mismo Principio, Dios. Ya en el Antiguo Testamento — muy anterior a Jesús — existen ejemplos de curaciones, aparentemente milagrosas, que deben de haberse basado sobre este mismo Principio.
El Principio absoluto, que es la Vida misma, actuó de manera singular en la resurrección de Jesús. Como la materia es variable, inestable, transitoria, este Principio inalterable tiene que ser necesariamente Espíritu. Si queremos aplicar el término “absoluto” a la verdad, entonces, la verdad debe ser espiritual, ya que la experiencia ha mostrado que en las ciencias materiales aun los axiomas que han sido firmemente establecidos pueden resultar erróneos. Basta recordar la teoría de la indivisibilidad del átomo, que fue considerada axiomática durante siglos. El Principio divino es el único que es Verdad inalterable y permanente.
Sólo el Principio único y eterno puede proporcionar a toda la humanidad un gobierno justo y equitativo, porque este Principio es Amor. Este Amor, reflejado en amor, Ver Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, pág. 17. es capaz de eliminar todas las diferencias nacionales, raciales, religiosas, políticas, sociales y personales, porque es universal, y es sentido y apreciado en alguna forma por todo ser. El Principio invariable, el Amor, es el medio más potente para sanar. Un miembro de la última clase que dio la Sra. Eddy, nos dice que nuestra Guía explicó cómo sanar instantáneamente: “Solamente vivid el amor — sed amor — amad, amad, amad”.We Knew Mary Baker Eddy (Boston: La Sociedad Editora de la Ciencia Cristiana, 1979), pág. 134.
La “hermosura de la santidad”, la belleza trascendente cuyo resplandor a veces se nos manifiesta en la vida serena, buena y equilibrada de una persona, es la expresión eterna del Principio inalterable, el Alma. La sabiduría, inteligencia y habilidad extraordinarias que han beneficiado a la humanidad en todo campo de tentativas humanas han sido provistas por el Principio inalterable, también conocido como Mente omnisapiente, que en el pasado ha inspirado todo esfuerzo desinteresado. Y continuará inspirando en el futuro a todos los que recurran a él.
La Sra. Eddy dice en el libro de texto de la Ciencia Cristiana: “Nuestra iglesia está construida sobre el Principio divino, el Amor. Podemos unirnos a esta iglesia sólo a medida que nazcamos de nuevo en el Espíritu, que alcancemos la Vida que es Verdad y la Verdad que es Vida, produciendo los frutos del Amor, — echando fuera el error y sanando a los enfermos”.Ciencia y Salud, pág. 35. ¡Qué inmensa gratitud le debemos a nuestra Guía, la Sra. Eddy, por haber establecido la Iglesia de Cristo, Científico, sobre una base tan inconmoviblemente firme, sobre el Principio divino absoluto! Edificada sobre esta base, la Roca divina, la permanencia de nuestra iglesia sale a la luz. Del mismo modo, métodos mortales y limitados de curación, que tanto se nos imponen hoy día, serán vistos más y más como métodos insostenibles. Como dice uno de nuestros himnos:
Tronos, cetros, reyes,
todos caerán;
de Jesús la Iglesia
siempre existirá.Himnario de la Ciencia Cristiana, No. 264.
