¿Una mujer de juez? ¡Una mujer no tiene la suficiente inteligencia para ser juez! Necesita que un hombre tome las decisiones por ella. ¿Cómo puede una mujer determinar si las acciones de los demás son justas? El hombre ostenta el cetro de la autoridad. Si crees en ello, escucha la historia de Débora que figura en los capítulos cuarto y quinto de Jueces, en la Biblia.
La Biblia nos enseña que Débora era una juez que no se había dejado influir por muchos de los falsos conceptos respecto a la mujer. Ella se sentía capaz de hacer la voluntad de Dios, libre de toda duda o de un sentido de limitación respecto a su capacidad como mujer.
Débora era la esposa de un hombre llamado Lapidot, de quien poco se sabe. El hecho de ser un ama de casa, evidentemente no interfirió con su carrera como juez. Ella fue considerada una mujer ideal — una “madre en Israel”. Su tribunal no se reunía en su casa, sino debajo de una palmera. Debido a que era una profetisa, que predicaba la Palabra de Dios, el juicio de Débora era sumamente respetado. La gente acudía a Débora con sus problemas y disputas y sus decisiones eran acatadas.
Aunque en esa época normalmente las mujeres estaban dominadas por los hombres, la visión inspirada de Débora la preparó para su posición y contó con el respeto tanto de hombres como de mujeres. La percepción, la fuerza, la justicia y el amor a Dios y a su país fueron cualidades apropiadas para su magistratura. Su confianza en Dios le permitió conducir a su pueblo, los israelitas, en momentos en que los hombres de Israel parecían no reunir las condiciones necesarias para ser líderes.
El tema principal del relato de Débora, que ocurrió 1100 años antes de Cristo Jesús, trata de una batalla para liberar a los israelitas de la opresión de sus vecinos cananeos. Débora, en nombre del Señor, encomendó a un hombre llamado Barac que condujese al ejército de Israel contra los cananeos. Barac estaba indeciso y ella dijo: “¿No te ha mandado Jehová Dios de Israel, diciendo: Vé, junta a tu gente en el monte de Tabor, y toma contigo diez mil hombres... ?” Jueces 4:6. Ella le anticipó que el enemigo, bajo el comando de Sísara, sería derrotado.
Aparentemente Barac necesitaba del consejo espiritual de Débora y dijo que iría solamente si Débora iba con él. Ella accedió.
El mismo día de la batalla, Débora alentó a Barac con estas palabras: “Levántate, porque este es el día en que Jehová ha entregado a Sísara en tus manos. ¿No ha salido Jehová delante de ti?” V. 14. Y la batalla fue ganada y su pueblo fue liberado de sus enemigos a través de la visión y el valor de una mujer juez.
Fue la inteligencia de Dios, no la del hombre, la que permitió a Débora tener éxito como juez. Dios es la única autoridad. Esta sabiduría divina no expresa parcialidad hacia los hombres, mas puede ser reflejada por igual por hombres y mujeres. Nuestro Padre-Madre Dios ha dado a cada uno de nosotros la capacidad para cumplir Su voluntad, Su propósito divino. Las decisiones correctas son el resultado de la confianza en la dirección y en el gobierno de Dios, que están al alcance tanto de hombres como de mujeres.
Mary Baker Eddy, la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, escribe en No y Sí: “En la ley natural y en la religión, el derecho de la mujer de alcanzar el grado más alto de entendimiento iluminado y de desempeñar los puestos más elevados en el gobierno, es inalienable, y estos derechos son hábilmente vindicados por los representantes más nobles de ambos sexos”.No y Sí, pág. 45.
La norma para alcanzar una posición respetable debiera ser la del valor moral y espiritual y de aptitudes adecuadas. Obtenemos la capacidad necesaria mediante una comprensión más elevada acerca de la perfección de la creación de Dios, la cual es invariable, no obstante, se desarrolla eternamente. La mujer no necesita del hombre para ser completa. Dios jamás creó una idea incompleta.
La Sra. Eddy escribe: “Ésta es la hora de la mujer, en todas las tendencias buenas, obras caritativas, y reformas actuales”.Escritos Misceláneos, pág. 245. La confianza en Dios y un amor sincero, tal como Débora expresó por su pueblo, es lo que preparará a la mujer para esta hora.
Débora era una líder, pero esto no disminuyó su amor maternal. Su confianza total en el poder de Dios bendijo a todos. Nuestros derechos supremos, los derechos de las hijas e hijos de Dios, que incluyen libertad, dominio, justicia, están a salvo en nuestra unión con Dios.
Cristo Jesús liberó a la mujer que había cometido adulterio y resucitó a la hija de Jairo — rompiendo falsos conceptos de sensualidad y muerte que no tenían derecho de mantener a esas mujeres en sujeción. Podemos seguir su ejemplo y ayudar tanto a hombres como mujeres a reclamar sus derechos divinos. No hay liberación más grandiosa que ésta.
El Juez de toda la tierra,
¿no ha de hacer lo que es justo?
Génesis 18:25