Desde el punto de vista metafísico de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), no hay nada misterioso acerca de las maquinaciones del magnetismo animal o de la manera en que debe hacérsele frente.
Sus pretensiones son intrínsecamente sutiles, falaces, erráticas, porque se fundan en una mentira, en la mentira de que hay una mente aparte de Dios. Parecen confusas al sentido mortal porque son fraudulentas, disimuladas y están más o menos ocultas. Pero el saber todo esto es estar en camino de desenmascarar y vencer esas pretensiones en cualquier situación determinada.
El desenmascararlas con la Verdad, además de invertir las sugestiones mesméricas con los hechos de la Ciencia, es la solución, del mismo modo que la luz revela la nada de la oscuridad. Cuando se disciernen y aceptan, las verdades que derivamos de la Mente inmortal, la única Mente que hay en realidad, son suficientes para hacer frente a cualquier pretensión hipnótica del mal.
Cuando no se les hace frente con la Verdad, las innumerables pretensiones del magnetismo animal que constituyen la creencia en la acción mental malévola, son, como se designan en el Apocalipsis, “la serpiente antigua... que engaña al mundo entero”. Apoc. 12:9 (según versión King James). Pero al hacérseles frente con las verdades del ser, trabajando con ellas en la Ciencia, es posible invertir y anular los argumentos mentales agresivos y demostrar que no tienen poder en ninguna circunstancia, porque son totalmente irreales y están desprovistos de verdad o poder. Como Cristo Jesús dijo: “Conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”. Juan 8:32.
La base para ese conocimiento siempre tiene que ser la gran verdad de que una sola Mente infinita, Dios, y su manifestación, el hombre verdadero, constituyen la infinita y única realidad de la existencia. Nunca podemos ser demasiado concienzudos en comprender esto. No existe ni un ápice de mal — en pensamiento, acción, efecto o apariencia — ni en la Mente infinita y causativa, la cual es el bien omnisapiente, ni en su manifestación. Todo lo que puede existir, todo lo que realmente existe, es la acción consciente, el poder y la presencia del bien que se manifiestan en las ideas de Dios, Su ley y Su gobierno inteligente de todo lo que Él crea, incluso el hombre. Por lo tanto, no hay pensamientos, creencias, ni temores malignos para endemoniar la consciencia del hombre. Abrigando la consciencia de la Verdad, o sea, Dios con nosotros, como es posible hacerlo en la Ciencia del Cristo, encontramos que este hecho se puede demostrar en nuestra experiencia actual.
En la única Mente infinita no hay mentes personales finitas, ya sean buenas o malas; por tanto, no hay pensamiento mortal ni transmisión de pensamiento mortal. La imagen o reflejo de la Mente, el hombre, deriva de esta Mente toda consciencia, pensamiento y experiencia, y no hay otra fuente de la cual pueda proceder el pensamiento. Comprendiendo la correlación exacta que existe entre la Mente inmortal y su expresión, el hombre, podemos llegar a percibir que no hay en nuestro ser verdadero elemento alguno que pueda consciente, subconsciente o inconscientemente ser influido, pervertido o manipulado por algún supuesto poder contrario a Dios. Llegamos a la inevitable conclusión de que ninguna sugestión mental agresiva tiene ni un ápice de poder para hacer nada, porque, como nos dice el autor del Apocalipsis: “¡El Señor nuestro Dios Todopoderoso reina!” Apoc. 19:6.
Al trabajar con las verdades de la Ciencia en cualquier situación determinada, encontramos que estas verdades son aplicables a toda pretensión de pecado arraigado o inducido, a cualquier intimidación causada por la sugestión de que el mal supuestamente domina, a todo elemento de malicia, a toda tentación, a todo temor paralizante, a todo argumento de que existe un terrible poder opuesto a la omnipotencia de Dios y capaz de atraparnos. Nada de esto tiene realidad alguna en la presencia y omniacción de la Mente, el Principio, el Espíritu, y, por lo tanto, realmente no hace nada. Obtenemos nuestra liberación mediante el entendimiento de la totalidad y del poder indiscutible de la Verdad, manteniendo de modo absoluto en nuestra consciencia la ley y punto de vista científicos y rechazando las sugestiones del mal para comprobar así que el mal no es nada.
Podemos y debemos ser bastante concretos al invertir las sugestiones del mal. Por ejemplo, podemos saber que cualquier sugestión malévola específica que nos llegue no tiene poder para lograr que se la acepte como verdadera, para producir cualquier acción o resultado, para dominar nada o para manifestarse en forma de cualquier presencia, influencia, o como una serie de acontecimientos perjudiciales. Podemos reconocer que la verdad de que el gobierno del Amor divino es absoluto actúa como ley espiritual para protegernos y redimirnos. Podemos seguir el consejo de nuestra gran Guía, Mary Baker Eddy: “Poneos en guardia a la entrada del pensamiento. Admitiendo sólo las conclusiones que deseáis ver manifestadas en el cuerpo, os gobernaréis armoniosamente”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 392.
Tal trabajo de oración no sólo nos libera de problemas personales, sino que también defiende a nuestra Iglesia y a nuestra Causa. Podemos mantenernos alerta para no caer en la manía de criticar, de proferir mentiras, circular chismes, sembrar sospechas, censurar destructivamente o envolvernos en cualquier otro tráfico del magnetismo animal. Conforme al mandamiento de nuestro Maestro de amar a nuestro prójimo como a nosotros mismos, si vemos a otros ocupados en esas actividades, podemos responder adhiriéndonos estrictamente al Amor cuya fuerza es el Principio, y al Principio rebosante de Amor. Ocuparse en estratagemas malévolas jamás ayuda a un Científico Cristiano y jamás bendice a nuestra Causa, bajo ninguna circunstancia, porque ésos no son los caminos ni los medios de la Verdad y el Amor.
En el mundo de nuestros días las múltiples maquinaciones de la maldad mental parecen estar de plácemes, a juzgar por el crimen, la deterioración social, las familias que se disgregan, las enfermedades que se multiplican y una hueste de otras pesadillas. Pero la Ciencia de toda la existencia, la Ciencia de la Mente y del Amor infinitos, provee la solución para las grandes necesidades de la humanidad sobre la base de la totalidad del Espíritu y de la completa fraudulencia del error.
Por cierto que la exigencia de este momento es que cada seguidor de Cristo, la Verdad, se despierte para ver lo que hace falta y reconocer que tiene a su alcance los medios para enfrentarse con el magnetismo animal que trata de desmoralizar y subyugar a la humanidad. Esto nunca se logrará murmurando “paz, paz” donde no hay paz, sino que se llevará a cabo mediante el trabajo de oración inteligente, valeroso, persistente, ininterrumpido, inspirado y científico que los Científicos Cristianos pueden y deben hacer.
Nuestra Guía dice: “Los pensamientos y propósitos malos no tienen más alcance ni hacen más daño, de lo que la creencia de uno permita. Los malos pensamientos, las concupiscencias y los propósitos malévolos no pueden ir, como polen errante, de una mente humana a otra, encontrando alojamiento inesperado, si la virtud y la verdad construyen una fuerte defensa”.Ibid., págs. 234–235. ¿No hace eso que la responsabilidad de hacer frente a este reto descanse justamente sobre cada uno de nosotros individualmente?