Puesto que Dios es Mente, la Mente es divina. Y puesto que Dios es infinito, no hay más que una Mente.
La suposición de que la sustancia y la acción pueden ser finitas lleva a la formulación inconsciente de una sustancia falsa llamada materia y de una fuente de acción tergiversada denominada energía, ambas de las cuales parecen ser convincentemente reales. Todo el panorama de un universo físico, organismos materiales y cerebros respondiendo a sensaciones es resultado de este desafortunado error garrafal.
Según lo aclara la Ciencia Cristiana, estas nociones están albergadas en una mentalidad falsa, no en la Mente real, Dios. Sólo tienen la convicción ilusoria de un sueño, en el cual los acontecimientos materiales parecen muy reales, aunque no son verdaderos. Cuando el pensamiento se escapa del sueño finito, con sus confines y límites, y se esfuerza por alcanzar lo infinito, entonces las supuestas leyes de la materia, la fisiología y la sicología empiezan a perder su especiosa autoridad, y ceden a la ley del bien, Dios, que es absoluta y suprema.
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