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Los vestidos de boda y la Lección-Sermón

Del número de marzo de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¡Esta vez fue diferente! En lugar de limitarme a leer la Lección Bíblica, En el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. fui descubriendo el profundo mensaje que contenía. No era sólo cuestión de leer palabras, sino de meditar sobre las ideas. No era cuestión de hacer una lectura superficial, sino de sentir gratitud a medida que cada cita me colmaba con el poder de la preservadora solicitud del Amor para toda su creación. ¿Qué había cambiado para que este estudio diario en vez de ser un hábito fuera una actividad extraordinaria? El ponerme los vestidos de boda.

“En todo tiempo sean blancos tus vestidos, y nunca falte ungüento sobre tu cabeza”. Ecl. 9:8. Nos acercamos a Dios a medida que nos revestimos mentalmente con las blancas vestiduras de la oración: las cualidades puras de atención, humildad, expectativa de bien y obediencia. Por cierto que no puede faltarnos inspiración (“ungüento”) cuando nos preparamos para nuestro estudio diario revestidos de tales cualidades — con vestidos de boda — porque esas cualidades aseguran la inspiración.

“La comunicación va siempre de Dios a Su idea, el hombre”,Ciencia y Salud, págs. 284–285. nos dice la Sra. Eddy. ¿Estamos siempre dispuestos, en el estudio diario, a escuchar con atención, deseosos de percibir lo que Dios sabe acerca de Su inmaculado universo o, por el contrario, estamos demasiado ocupados contándole a Dios lo que pensamos sobre cómo son las cosas?

¿Somos receptivos y respondemos a Su comunicación, o nos resistimos a la verdad espiritual con el testimonio del sentido material encubierto con el disfraz de nuestro propio pensamiento?

¿Nos presentamos revestidos con peticiones honestas, pidiendo a Dios que nos muestre cómo hacer Su voluntad, o Le imploramos que haga la nuestra?

¿Nos ataviamos con la oración de la confianza en el bien ilimitado, o nos sentimos atrapados en la ilusoria telaraña del temor de que tendremos que aceptar algo menos que una curación completa?

Nuestra vestidura de gozosa alabanza puede ser inconsútil, con perpetua gratitud por la omnipresencia del bien espiritual. Tenemos que negarnos a aceptar la falsificación del bien (la materia) y cesar en nuestro empeño por reconciliar la evidencia material con el bien, Dios. Podemos revestirnos de humildad y reconocer la majestad, el poder y las múltiples obras de la Mente única en vez de estar aprisionados en los pañales de la importancia personal o la conmiseración propia. Podemos buscar con diligencia al Cristo inmaculado, la Verdad, en vez de aceptar los andrajos de las limitaciones materiales.

En su parábola de la fiesta de bodas del hijo del rey (ver Mateo 22:1–14), Cristo Jesús puso el acento en la importancia de ponerse vestidos de boda para la fiesta. No hay momento más precioso que esos instantes de comunión con Dios en nuestra oración y estudio diarios que nos unen aún más estrechamente a la idea espiritual, o el Cristo. En un sentido, ésta es la fiesta de bodas y todos están invitados a participar en ella. La oración diaria une nuestro genuino deseo de conocer a Dios con el entendimiento espiritual y la convicción de que el Espíritu es el único creador, el único poder y que, en realidad, lo es Todo.

La parábola de Jesús sobre la fiesta de bodas me hizo abandonar la costumbre de meramente leer cada mañana la lección y en vez poner verdadero empeño en asimilarla y demostrarla diariamente. Al meditar sobre esta parábola comencé a valorar, como nunca lo había hecho antes, la fiesta de bodas que el Amor me prepara cada día. Mi reconocimiento del carácter tan especial de esos momentos de estudio diario me hace desear estar preparada para la ocasión, ataviada con mis más sinceros pensamientos.

Primeramente reconozco mi unidad con la Mente divina y, por lo tanto, mi natural y necesaria receptividad a Su sabiduría y dirección. Puesto que mi unidad con la Mente infinita significa que soy inseparable de Su omnisciencia, puedo negar la existencia de cualquier otro poder que encubra o impida las instrucciones del Amor. Estoy en libertad para hacer mías las cualidades de gratitud, gozo, honestidad, alegre obediencia, expectativa de bien y humildad. Mentalmente cierro la puerta a toda intrusión de sueños diurnos, dudas o distracciones que puedan apartarme de la inspiración de la lección. De esta manera tengo las puertas abiertas a las ideas espirituales. Al terminar mi estudio me siento fortalecida con la seguridad de la protección del Amor, atenta a las promesas del Amor y auxiliada por las pruebas sanadoras de la omnipotencia del Amor, gracias a la Palabra inspirada de la Lección Bíblica. Estoy preparada para enfrentar el día.

Cierta mañana me quedó en el pensamiento una declaración en particular de la lección: “Toda gloriosa es la hija del rey en su morada”. Salmo 45:13. Cuando más tarde vi a mi hija, estaba cubierta de urticaria. El pasaje de la hija del rey me vino inmediatamente a la memoria, impidiendo que los porqués y los cómos se agolparan en mi pensamiento. Al aferrarme al significado espiritual de la cita — la pureza y perfección del hijo de Dios — todo temor se desvaneció. Al final del día la urticaria había desaparecido para no reaparecer jamás.

La Sra. Eddy escribe: “En suave acorde con la naturaleza, los mortales esperan y trabajan, desechando las vestiduras que ya les quedan chicas, las gastadas, o manchadas — los placeres y dolores de la sensación y el cilicio de la espera — por la primavera del Alma”.Christian Science versus Pantheism, pág. 1. ¿No es esto acaso lo que hizo el ciego Bartimeo cuando se acercó a Jesús para ser sanado? “El entonces, arrojando su capa, se levantó y vino a Jesús” Marcos 10:50., leemos en la Biblia. Bartimeo cambió las manchadas vestiduras de las limitadas creencias materiales acerca del hombre por los vestidos de bodas de la expectativa y la receptividad, ¡y esto echó fuera, mediante el acto divino de la curación, su hábito de mendigar diariamente!

“Hoy habéis venido a la fiesta del Amor”, escribió la Sra. Eddy a los miembros de La Iglesia Madre en junio de 1900, “y os arrodilláis ante su altar. ¡Ojalá que estéis ataviados con vestido de bodas nuevo y viejo, y que el toque del borde de este vestido sane al enfermo y al pecador!” Message to The Mother Church for 1900, pág. 15. Al comenzar los períodos de oración y estudio, recordemos que el Amor nos ha preparado mesa y que el abundante banquete divino del Alma satisface a todos los convidados hambrientos. ¿Estamos dispuestos a ser satisfechos con su verdad y a sanar con ella? Revestidos con los vestidos de boda podemos estarlo, aquí y ahora.

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