La verdadera curación no es un proceso físico o químico para producir cambios en la materia, sino el cambio de falsos conceptos materiales por las verdaderas ideas espirituales que constituyen la realidad y la identidad. La curación en la Ciencia Cristiana es la acción del Cristo, la Verdad, iluminando la consciencia y, por lo tanto, destruyendo el error. La curación es realmente uno de los resultados de buscar y conocer la verdadera naturaleza de Dios y del hombre y dejar que ese conocimiento cristiano modele nuestras vidas.
La materia es el alias de la mente mortal. Podríamos decir que la materia es pensamiento mortal solidificado. Pero es una ilusión de esa mente falsa, y no una realidad. El hombre como semejanza del Alma, el Espíritu, no incluye ningún elemento que pueda ser destruido o lastimado. Cuando percibimos esto y discernimos que no somos meramente criaturas mortales, materiales, podemos evitar heridas y accidentes.
La Biblia nos relata la historia de tres hebreos que fueron arrojados en un “horno de fuego ardiendo” porque desafiaron la orden de Nabucodonosor de postrarse y adorar su ídolo de oro. Ver Dan. 3. Las llamas no produjeron en ellos ningún efecto. La confianza que estos hombres tenían en Dios era tal, que no se sintieron intimidados por las aparentes consecuencias de no cumplir esta orden. Aunque Dios no pudiese salvarlos, dijeron a Nabucodonosor, ellos no se inclinarían ante otros dioses ni adorarían la imagen de oro. ¡Qué convicción espiritual!
Los tres hebreos no sufrieron ningún daño y más tarde los que rodeaban al rey se juntaron para “mirar a estos varones, cómo el fuego no había tenido poder alguno sobre sus cuerpos, ni aun el cabello de sus cabezas se había quemado; sus ropas estaban intactas, y ni siquiera olor de fuego tenían”. V. 27. La confianza en Dios que estos hebreos tenían había sido tan completa que ni siquiera podía encontrarse en ellos muestra alguna de la experiencia a que habían sido sometidos. Esta historia ilustra lo inviolable que es el ser verdadero e incorpóreo del hombre. El hombre real que Dios crea y mantiene nunca pasa por pruebas o condiciones violentas.
Recientemente tuve oportunidad de probar en cierta medida el poder de esta ley divina. Accidentalmente se me derramó sobre la mano aceite hirviendo. Mi respuesta inmediata fue “¡No!” basada en mi comprensión de que los accidentes son desconocidos para Dios, y por lo tanto, también para el hombre. Debido a que el verdadero hombre es espiritual y no material, sabía que los elementos materiales no podían quemarme o lastimarme. No sentí ningún dolor y me sequé el aceite. Sin embargo, unos minutos más tarde comencé a sentir un dolor muy fuerte, y me di cuenta de que debía adoptar una actitud aún más firme y rehusar enfáticamente inclinarme a adorar creencias materiales idólatras.
“Elevaos en la fuerza consciente del espíritu de la Verdad para echar abajo el alegato de la mente mortal, llamada también materia, que se dirige contra la supremacía del Espíritu”, escribe nuestra Guía, la Sra. Eddy. “Borrad las imágenes del pensamiento mortal y sus creencias en la enfermedad y el pecado. Entonces, cuando seáis entregados al juicio de la Verdad, o el Cristo, el juez dirá: ‘¡Ya estás sano!’ ” Ciencia y Salud, pág. 391. Rechacé la suposición de que el hombre es material y que está sujeto al mal, y reclamé con vehemencia mi verdadera identidad, constituida únicamente por ideas de Dios indestructibles, que no pueden sufrir quemaduras ni sentir dolor.
En la Lección Bíblica En el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. de esa semana estaba el relato de los tres hebreos que desafiaron a Nabucodonosor, y eso fortaleció aún más mi convicción en el poder de Dios. Ese mismo poder que les había servido a ellos para probar su inmunidad estaba también a mi alcance por medio de la Ciencia Cristiana. El Cristo, la verdadera idea de Dios que siempre revela al hombre indestructible, está siempre presente y es perfectamente capaz de librarnos de todo mal. El dolor desapareció rápidamente, y en menos de una hora la quemadura estaba completamente sana. Lo que había sucedido en realidad fue que una comprensión más clara de la verdadera identidad del hombre desplazó las creencias mortales albergadas en la consciencia; y como el cuerpo refleja los pensamientos, respondió al concepto espiritualizado que yo había obtenido de mi identidad. Había cosechado la promesa del Cristo: “¡Ya estás sano!”
La curación no es el procedimiento tentativo de desear, ordenar, o delinear un estado más placentero, sino una profunda convicción espiritual — cuyo efecto se siente en todas las facetas de nuestra vida — que desafía la ampulosidad del materialismo y reconoce la totalidad absoluta y la omnipotencia de Dios, del bien, como la realidad siempre presente, que no tiene opuesto.