En cierta ocasión Cristo Jesús sanó a un hombre que no podía ver ni hablar. Estaban presentes muchos testigos, listos para proclamar a Jesús el Mesías prometido. Pero cuando los fariseos supieron lo que Jesús había logrado hacer y se enteraron de la sensación de asombro y reverencia que esto había ocasionado, lo acusaron de que obraba en conformidad con el diablo.
Por supuesto que Jesús refutó este malintencionado intento para desacreditar la misión que Dios le había encomendado. La Biblia indica que el Maestro discernió inmediatamente lo que parecía estar en el pensamiento de los fariseos y contrarrestó la acusación de ellos con perspicacia y precisión espirituales irrefutables. Dijo: “Todo reino dividido contra sí mismo, es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma, no permanecerá. Y si Satanás echa fuera a Satanás, contra sí mismo está dividido; ¿cómo, pues, permanecerá su reino?” Mateo 12:25, 26. Era obvio que no podía permanecer. Pero Jesús sabía y demostró que el Cristo, la Verdad, reinaría para siempre.
Durante todo el transcurso de la historia humana, el mundo ha proporcionado muchos ejemplos que confirman el argumento básico de Jesús en cuanto a una “casa dividida”. Dondequiera que aceptemos la falta de dedicación y fidelidad en lugar del propósito divino que el hombre manifiesta como la expresión de Dios — en lugar de la inquebrantable unidad del hombre con el Padre — es probable que encontremos disensión y la posibilidad de calamidades en la vida humana. ¿A dónde recurrir en busca de curación?
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