Todos los artistas, escritores o inventores tarde o temprano se dan cuenta de que tanto la inspiración como el trabajo son necesarios si han de cumplir con sus objetivos. La inspiración sin el trabajo correspondiente no rinde fruto y finalmente se agota, se pierde. Y el trabajo solo sin inspiración puede producir buenos técnicos, artesanos profesionales, pero rara vez artistas.
En este respecto, la posición del Científico Cristiano es similar a la del artista. A menos que no utilicemos plenamente ambos recursos, los resultados obtenidos serán limitados. Podemos dedicarnos a la lectura de nuestros libros de texto, la Biblia y Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, y tal vez podamos recitar pasajes enteros de memoria. No obstante, si nuestra oración o nuestro estudio se hace sin inspiración, difícilmente podremos sanarnos o sanar a otros tan fácilmente como nos gustaría.
La Sra. Eddy da como primer Artículo de Fe de la Ciencia Cristiana: “Como adherentes de la Verdad, tomamos la Palabra inspirada de la Biblia como nuestra guía suficiente para la Vida eterna”.Ciencia y Salud, pág. 497. La Biblia fue escrita por personas de diversa extracción cultural y social, durante épocas que abarcan más de un milenio, y, sin embargo, ha mantenido un grado extraordinario de coherencia y unidad. ¿No indica esto acaso la unidad de su origen, recordándonos que los escritores y redactores que trabajaron en ella recibieron su inspiración de la fuente que es la Mente divina? Esta misma Mente luego inspiró a la Sra. Eddy y la condujo a “organizar una iglesia destinada a conmemorar la palabra y las obras de nuestro Maestro, la cual habría de restablecer el Cristianismo primitivo y su perdido elemento de curación”.Manual de La Iglesia Madre, pág. 17.
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