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¿Qué es la Biblia?

Décima parte: El Apóstol Pablo

Del número de junio de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Poco antes de su ascensión, Jesús reunió a sus once discípulos y les dio una última misión, diciéndoles: “Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones... enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”. Mateo 28:19, 20.

Por el libro de Hechos sabemos que los discípulos siguieron el mandato de Cristo Jesús y convirtieron a mucha gente. Pero su labor, que, como es natural, la llevaron a cabo primeramente entre los judíos, también encontró oposición y fue puesta en ridículo. Uno de los más reacios adversarios de esta nueva religión era un hombre llamado Saulo. Éste quería purificar el judaísmo de esas enseñanzas, las cuales proclamaban a Jesús el Hijo de Dios, el Mesías prometido. Saulo creía que esta nueva secta, que daba importancia a Jesús, se desviaba nocivamente de la tradición y la ley.

Mientras Saulo iba camino a Damasco para arrestar a algunos de estos primeros cristianos, tuvo una experiencia que cambió toda su vida. “Yendo por el camino, aconteció que al llegar cerca de Damasco, repentinamente le rodeó un resplandor de luz del cielo”. Hechos 9:3. La ignorancia y la oscuridad de pensamiento en lo que se refería a Jesús y sus enseñanzas cedieron, y vio a Jesús bajo una nueva luz. La luz del entendimiento había aparecido con tal fuerza que por un tiempo lo cegó. [Ver (1) en la sección Lectura adicional al final de este artículo.]

Esta nueva comprensión de Saulo acerca de la naturaleza y el poder del Cristo lo impulsó a participar inmediatamente en la obra de los discípulos de Jesús. “En seguida predicaba a Cristo en las sinagogas, diciendo que éste era el Hijo de Dios”. V. 20. Este cambio en su pensamiento y en su punto de vista, también se muestra en un cambio de nombre. Saulo, entonces, fue conocido por el nombre de Pablo. Predicar “en el nombre de Jesús” fue de ahí en adelante la obra de Pablo. Se había convertido en un discípulo de Jesús. La Sra. Eddy escribe en el libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud, al hablar sobre esta experiencia: “Al principio, Pablo no fue discípulo de Jesús, sino un perseguidor de sus adeptos. Cuando la verdad se le apareció por vez primera en la Ciencia, Pablo quedó ciego, y su ceguedad se hizo sentir; pero la luz espiritual bien pronto le capacitó para seguir el ejemplo y las enseñanzas de Jesús, curando enfermos y predicando el cristianismo por toda el Asia Menor, en Grecia y aun en la Roma imperial”.Ciencia y Salud, pág. 324.

No sabemos mucho acerca de los años previos a la conversión de Pablo. El libro de Hechos nos dice que Pablo nació en Tarso y que era ciudadano romano por nacimiento. De acuerdo con esta misma narración, él recibió su educación en Jerusalén bajo la tutela de un miembro honorable y bien respetado de la secta de los fariseos llamado Gamaliel. (2) Pablo estuvo presente cuando la multitud apedreó a Esteban, un valeroso e inspirado cristiano. (3) Fue un poco después de este suceso que Pablo hizo su viaje crucial a Damasco. Desde ese momento Pablo se convirtió en uno de los mejores ejemplos de verdadero discipulado, un verdadero seguidor de Jesús.

Pablo se llamó a sí mismo “apóstol a los gentiles”. Rom. 11:13. Fundó muchas iglesias en sus viajes a tierras de gentiles. Estos viajes están divididos en el libro de los Hechos en lo que generalmente se conoce como primer, segundo y tercer viaje misioneros. Aún hoy estos viajes pueden inspirar a los cristianos, pues nos dicen mucho sobre el valor de Pablo, su audacia, su persistencia, su dedicación y devoción, y sus muchas otras cualidades cristianas. Él mismo nos cuenta en un conmovedor pasaje sobre las privaciones que tuvo que soportar, y todo esto porque amaba el mensaje cristiano y las iglesias que lo predicaban. No había ni distancia demasiado larga, ni penuria que no pudiera soportar por el amor de Cristo. (4)

El primer viaje misionero lo llevó a Chipre y al Asia Menor, principalmente a Galacia del Sur. A Pablo lo acompañó y ayudó en este viaje Bernabé. Una descripción de lo que sucedió en una ciudad del sur de Asia Menor (llamada Antioquía de Pisidia para distinguirla de Antioquía de Siria, donde estaba la iglesia a la que Pablo acostumbraba regresar) se encuentra en los Hechos, en el capítulo 13. Y podemos estar seguros de que lo que ocurrió aquí se repitió en otros lugares.

El libro de Hechos relata que los dos cristianos visitaron la sinagoga en el día de reposo. Como parte del servicio en la sinagoga se leían siempre pasajes del Antiguo Testamento. Y a menudo se le pedía a un invitado que hablase y explicase las lecturas. De ahí que los principales de la sinagoga invitaran a Pablo y a Bernabé a predicar un sermón. Pablo les explicó a sus oyentes cómo la profecía se había cumplido con Jesús, a quien Dios había levantado de entre los muertos y quien nos había enseñado la manera de liberarnos del pecado.

En esta ciudad, como en todos los lugares donde Pablo predicó, quienes estaban listos para recibir las nuevas redentoras en sus corazones, las recibían. Sin embargo, algunos se iban aparentemente insensibles ante lo que oían, y otros perseguían al apóstol por lo que les decía. Hoy en día sucede lo mismo. El corazón receptivo se conmoverá con las nuevas salvadoras de la filiación del hombre con Dios y de su unidad con su creador.

Después de visitar otras regiones, Pablo y Bernabé regresaron a las ciudades que habían visitado al comienzo de su viaje al Asia Menor. Ellos fortalecieron a los cristianos, exhortándolos a que permanecieran firmes ante la amenaza de pruebas y tribulaciones futuras, y nombrando a algunos ancianos para que gobernaran las iglesias. Pablo jamás se cansó de cuidar a las iglesias. “Fuimos tiernos entre vosotros”, dijo en una carta a una iglesia, “como la nodriza que cuida con ternura a sus propios hijos. Tan grande es nuestro afecto por vosotros, que hubiéramos querido entregaros no sólo el evangelio de Dios, sino también nuestras propias vidas; porque habéis llegado a sernos muy queridos”. 1 Tesal. 2:7, 8. Cuando Pablo regresó a su iglesia en Antioquía de Siria al final del primer viaje, él y su compañero Bernabé podían verdaderamente decir que Dios “había abierto la puerta de la fe a los gentiles”. Hechos 14:27. La luz del cristianismo había empezado a penetrar oscuros estados de pensamiento.

Al final de esta actividad misionera, Pablo y Bernabé fueron a Jerusalén debido a una contienda que había surgido. Algunos argüían que la circuncisión era necesaria para la salvación. Ver 15:1. La pregunta era: ¿Deberían los gentiles ser admitidos como miembros a la iglesia cristiana sin que fuera necesario circuncidarlos primero? Esto se discutió en el Concilio en Jerusalén, como se le ha llamado. Pablo logró que se reconociera un cristianismo que eximiera a los gentiles de observar la mayoría de las costumbres y rituales de la ley judía. Más tarde, en una carta a una iglesia, Pablo hizo un resumen de su punto de vista sobre la vida en Cristo: “No hay griego ni judío, circuncisión ni incircuncisión, bárbaro ni escita, siervo ni libre, sino que Cristo es el todo, y en todos”. Col. 3:11.

[Terminará el próximo mes.]

Lectura adicional

(1) Hechos 9:1-18.
(2) Hechos 22:3, 24-29.
(3) Hechos 7:54-60.
(4) 2 Cor. 11:23-28.

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