Durante dieciocho años estudié la Biblia venerando profundamente sus promesas y teniendo fe en ellas. Esas promesas mantuvieron viva mi esperanza de que algún día me sería revelada una comprensión perfecta de Dios. El deseo de conocer la verdad acerca de Dios y del hombre creado por Él se volvió tan grande que a menudo me llenaba de ansiedad. Cuando me sentía así, a veces lloraba y me iba a un jardín tranquilo para orar.
Mi profundo deseo de conocer a Dios me condujo un día al hogar de una dama que era Científica Cristiana. Ella me prestó algunos ejemplares del The Christian Science Journal, los cuales llevé conmigo al jardín para leerlos. Llegué a convencerme de la verdad expuesta en esas revistas, así que regresé otra vez a ver a la señora. Poco tiempo después ella me llevó a mi primer culto religioso en la iglesia de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), en donde me dieron un ejemplar de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy.
Sentí amor por cada página, cada oración, cada pensamiento de este libro de la Verdad. Por fin me habían dado el obsequio de esta Ciencia, y ahora ella me estaba enseñando el sendero que lleva a la armonía y paz eternas. Esta Ciencia me abrió la puerta del Paraíso, el reino de Dios. Leía todo el día y estaba llena de felicidad. Durante una semana no pude dormir por la noche, ya que las verdades que estaba aprendiendo eran tan maravillosas. El Salmista describe esa sensación (Salmo 21:1, 2): “El rey se alegra en tu poder, oh Jehová; y en tu salvación, ¡cómo se goza! Le has concedido el deseo de su corazón, y no le negaste la petición de sus labios”. El segundo día sané del temor, y de severas palpitaciones, mal que me había aquejado durante varios años y que me habían dicho no tenía curación.
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