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Durante dieciocho años estudié la Biblia venerando profundamente...

Del número de junio de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Durante dieciocho años estudié la Biblia venerando profundamente sus promesas y teniendo fe en ellas. Esas promesas mantuvieron viva mi esperanza de que algún día me sería revelada una comprensión perfecta de Dios. El deseo de conocer la verdad acerca de Dios y del hombre creado por Él se volvió tan grande que a menudo me llenaba de ansiedad. Cuando me sentía así, a veces lloraba y me iba a un jardín tranquilo para orar.

Mi profundo deseo de conocer a Dios me condujo un día al hogar de una dama que era Científica Cristiana. Ella me prestó algunos ejemplares del The Christian Science Journal, los cuales llevé conmigo al jardín para leerlos. Llegué a convencerme de la verdad expuesta en esas revistas, así que regresé otra vez a ver a la señora. Poco tiempo después ella me llevó a mi primer culto religioso en la iglesia de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), en donde me dieron un ejemplar de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy.

Sentí amor por cada página, cada oración, cada pensamiento de este libro de la Verdad. Por fin me habían dado el obsequio de esta Ciencia, y ahora ella me estaba enseñando el sendero que lleva a la armonía y paz eternas. Esta Ciencia me abrió la puerta del Paraíso, el reino de Dios. Leía todo el día y estaba llena de felicidad. Durante una semana no pude dormir por la noche, ya que las verdades que estaba aprendiendo eran tan maravillosas. El Salmista describe esa sensación (Salmo 21:1, 2): “El rey se alegra en tu poder, oh Jehová; y en tu salvación, ¡cómo se goza! Le has concedido el deseo de su corazón, y no le negaste la petición de sus labios”. El segundo día sané del temor, y de severas palpitaciones, mal que me había aquejado durante varios años y que me habían dicho no tenía curación.

Al día siguiente, cuando estudiaba la alegoría del caso ante un tribunal, en el capítulo “La Práctica de la Ciencia Cristiana” de Ciencia y Salud, comencé a preguntarme profundamente cuáles serían las verdades que sanarían la soledad y el hábito de fumar que me había esclavizado durante dieciséis años. Sentí tal elevación al conocer mi verdadera identidad como hija del Amor, Dios, que supe en lo profundo de mi ser que había sanado. Ése fue el fin del hábito de fumar; no hubo lucha ni dificultad, solamente un consuelo profundo en saber que ésta era verdaderamente una Ciencia sanadora.

Temprano en la mañana del día siguiente me di cuenta de que quería dejar la profesión médica (yo trabajaba con un cirujano oftalmólogo). Estaba totalmente convencida del total poder de Dios para sanarme y cuidar de mí en toda manera. La Biblia dice (Isaías 30:21): “Tus oídos oirán a tus espaldas palabra que diga: Éste es el camino, andad por él”.

El estudio diario de la Lección Bíblica en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana llenaba lo que antes habían sido horas vacías con fortaleza, felicidad, paz, y un tranquilo conocimiento de la naturaleza de la realidad. El deleite que sentía en la ley de Dios permanecía conmigo día y noche. También estudié todas las obras de la Sra. Eddy, convencida de que ella fue inspirada por Dios a compartir esta revelación de la Ciencia del Cristo con toda la humanidad.

Pocos años después surgió en mí el anhelo de tomar instrucción en clase de la Ciencia Cristiana. Oré para saber a quién me había de dirigir, de modo que pudiera aprender más sobre la dirección que la Mente nos da por medio de la ley del Amor. Pronto presenté mi solicitud a un maestro de la Ciencia Cristiana, y fui aceptada. El período de dos semanas de instrucción fue un banquete espiritual, una fiesta de regocijo y de gloria a Dios. Ahora yo también comparto la visión descrita en el Himno No. 82 del Himnario de la Ciencia Cristiana:

Cerca y cerca la hora está,
en que el mundo aprenderá
que la gloria de Dios por doquier siempre está,
cual las aguas cubren el mar.

Nuestro diario vivir da prueba de nuestro aprecio y amor por Cristo Jesús y por su seguidora la Sra. Eddy. Estoy feliz por ser miembro de La Iglesia Madre.


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