Nuestro examen final de latín era difícil. Cuando la profesora salió del salón a mitad del examen, se oyeron comentarios entre los estudiantes sobre lo difícil del examen. Un amigo sintió que la presión aumentaba. Recurrió a mí para preguntarme ansiosamente la respuesta a algunas preguntas. No fue fácil rehusarme, pero no tenía otra alternativa. No era su costumbre copiarse, mas una sensación de presión se había apoderado de él, y después se disculpó por haber cedido a ella.
¿Es inevitable la presión en época de exámenes? A menudo parece que es así. Aunque estemos bien preparados, el temor a veces nos pone tensos y entonces nuestro trabajo es inferior a lo que realmente podemos hacer. Pero hay una manera segura de salir de esto. Comencé a dominar la presión cuando aprendí en la Ciencia Cristiana que, en realidad, yo no estaba compuesto materialmente de cerebro, sangre y nervios — ni era un mortal a merced del temor o la tensión — sino la imagen de Dios, espiritual y perfecto. Dios, la Mente divina, es la verdadera fuente de mi inteligencia y de mi capacidad. A medida que iba aprendiendo estas verdades, reconocía agradecido la presencia del bien infinito. Gradualmente vencí el temor a los exámenes finales. Mis calificaciones mejoraron.
La presión proviene de la creencia de que el hombre es material y, por consecuencia, limitado. Pero el hombre verdadero refleja a Dios, la Mente infinita. No es mortal, sino inmortal. Nunca está separado del poder divino que lo gobierna infaliblemente.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!