Nuestro examen final de latín era difícil. Cuando la profesora salió del salón a mitad del examen, se oyeron comentarios entre los estudiantes sobre lo difícil del examen. Un amigo sintió que la presión aumentaba. Recurrió a mí para preguntarme ansiosamente la respuesta a algunas preguntas. No fue fácil rehusarme, pero no tenía otra alternativa. No era su costumbre copiarse, mas una sensación de presión se había apoderado de él, y después se disculpó por haber cedido a ella.
¿Es inevitable la presión en época de exámenes? A menudo parece que es así. Aunque estemos bien preparados, el temor a veces nos pone tensos y entonces nuestro trabajo es inferior a lo que realmente podemos hacer. Pero hay una manera segura de salir de esto. Comencé a dominar la presión cuando aprendí en la Ciencia Cristiana que, en realidad, yo no estaba compuesto materialmente de cerebro, sangre y nervios — ni era un mortal a merced del temor o la tensión — sino la imagen de Dios, espiritual y perfecto. Dios, la Mente divina, es la verdadera fuente de mi inteligencia y de mi capacidad. A medida que iba aprendiendo estas verdades, reconocía agradecido la presencia del bien infinito. Gradualmente vencí el temor a los exámenes finales. Mis calificaciones mejoraron.
La presión proviene de la creencia de que el hombre es material y, por consecuencia, limitado. Pero el hombre verdadero refleja a Dios, la Mente infinita. No es mortal, sino inmortal. Nunca está separado del poder divino que lo gobierna infaliblemente.
Nuestro progreso está en manos de Dios. Podemos liberarnos del temor, la impaciencia, el pánico o de un sentido de insuficiencia, cuando nos identificamos como espirituales, como expresión de la naturaleza omnisapiente de Dios. Nuestro ser real incluye inteligencia ilimitada, seguridad perfecta y eterno dominio. Cuando afirmamos la presencia de estas cualidades y entendemos que de hecho las expresamos en ilimitada medida, no perdemos nuestra confianza. Nuestra serenidad demostrará que Su sabiduría y amor están con nosotros y que nos guían correctamente.
El comprender mejor a Dios y Su ley divina que libera tiene un efecto visible en el trabajo académico. No nos sentimos atrapados, por ejemplo, por exigencias que se van acumulando, muchos programas, falta de tiempo o capacidad limitada. Tampoco nos sentimos inclinados a apoderarnos de una buena nota sin merecerla aprovechándonos del trabajo de otro. Cometemos menos errores. Aprovechamos mejor nuestro tiempo. Nuestros logros requieren menos esfuerzos penosos. Expresamos más dominio propio. La Sra. Eddy escribe: “Un conocimiento de la Ciencia del ser desarrolla las capacidades y posibilidades latentes del hombre. Extiende la atmósfera del pensamiento, dándoles a los mortales acceso a regiones más amplias y más altas. Eleva al pensador a su ambiente natural de discernimiento y perspicacia”.Ciencia y Salud, pág. 128.
Durante todo su ministerio, Cristo Jesús fue puesto a prueba constantemente. Sin embargo, no cedió a la presión. Con serena seguridad, buscaba en Dios las respuestas que necesitaba. Al compartir la inspiración que le venía, sanaba a otros por medios espirituales, restaurando la paz y la armonía a sus vidas.
Dios no está lejos, mirándonos desde “allá arriba”. No está esperando que nos equivoquemos para castigarnos o impedir nuestro progreso. En realidad, Él siempre está cerca porque es nuestro Padre y Madre, la única causa perfecta y creador que dirige a Sus hijos con inteligencia perfecta.
Es posible mantener nuestra calma y rendir exámenes sin sentir presión. Cuando tenemos la respuesta correcta al problema de nuestra relación con Dios, obtenemos otras respuestas correctas más fácilmente. El mejoramiento de nuestro trabajo mostrará, en cierto modo, que: “Del hombre son las disposiciones del corazón; mas de Jehová es la respuesta de la lengua”. Prov. 16:1.
    