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Muchos años atrás, después de haberme graduado de un curso vocacional...

Del número de junio de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Muchos años atrás, después de haberme graduado de un curso vocacional de tres años en la escuela secundaria, volví a la escuela para obtener calificaciones adicionales a fin de poder entrar en una universidad local. Había pasado un año haciendo esto y comprendía que necesitaba otro año de trabajo antes de obtener los requisitos necesarios para ser admitida en la universidad. De todas formas, al finalizar las vacaciones de verano, me enteré de que el colegio había interrumpido este programa. Por lo tanto, parecía que se había desvanecido toda posibilidad de cursar las materias necesarias sin años de trabajo extra.

Esta desilusión me anonadó tanto que mi madre me recomendó ver a un practicista de la Ciencia Cristiana. Yo sabía muy poco de la Ciencia, pero tenía una fe inocente de que Dios podía hacer cosas maravillosas. La visita fue muy edificante. El practicista habló sobre el gran amor que Dios siente por todos Sus hijos y me recomendó que estudiara y memorizara un pasaje de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy (pág. 1): “El deseo es oración; y nada se puede perder por confiar nuestros deseos a Dios, para que puedan ser modelados y elevados antes de que tomen forma en palabras y en acciones”.

Aprendí de memoria esa declaración y pensé en ella a menudo. Hice todo esfuerzo por no trazar ningún plan especial y confiar completamente en la dirección de Dios. Conseguí un trabajo y me mantuve ocupada. Seis semanas después una ex-profesora de la secundaria me escribió diciéndome que, por su propia iniciativa, había llevado todos mis antecedentes a la universidad y le informaron que yo había completado suficientes asignaturas como para solicitar matricularme si lo hacía inmediatamente. Lo hice, y cuando hube completado los cursos en la universidad enseñé artes domésticas en colegios públicos.

En su libro Rudimentos de la Ciencia Divina, la Sra. Eddy contesta la pregunta “¿Cómo definiría usted la Ciencia Cristiana?” (pág. 1): “Como la ley de Dios, la ley del bien, que interpreta y demuestra el Principio divino y la regla de la armonía universal”.

Un problema que me tomó bastante tiempo vencer fue el hábito muy arraigado de llegar tarde, una total incapacidad para planear apropiadamente de modo que pudiera estar en el lugar debido a la hora establecida. De hecho, en nuestra familia nunca se había considerado el llegar tarde como una falta, sino casi como una marca de distinción. De todas formas, un día, cuando interrumpí la continuidad de una importante reunión, mi tardanza fue tan severa y abiertamente reprochada que desperté al hecho de que la tardanza era un error y debía terminar. De ahí en adelante traté con empeño de observar la hora y planear mis actividades cuidadosamente. Pero aunque mejoré un poco, llegar a cualquier parte era siempre una lucha tremenda. De hecho, amigos y compañeros de trabajo trataron de compensar mi tardanza diciéndome que las citas eran diez minutos antes de lo que en realidad eran.

Tenía que vencer un sentido de inaptitud. La siguiente declaración en Ciencia y Salud me proporcionaba seguridad (pág. 410): “Mientras más difícil parezca la condición material que haya que vencer por el Espíritu, más fuerte debería ser nuestra fe y más puro nuestro amor”. Razoné, ¿era amable u honrado decir que estaría lista a las dos en punto y luego desperdiciar el tiempo de la otra persona llegando tarde? No, eso no era ni amable ni honrado.

La Sra. Eddy nos dice (ibid., pág. 428): “Tenemos que comprender la capacidad del poder mental para contrarrestar los conceptos humanos erróneos y reemplazarlos con la vida que es espiritual y no material”. Así que en mi oración negué que yo podía ser un mortal luchando por expresar perfección. Y afirmé que yo era realmente una idea espiritual, expresando las nobles cualidades derivadas de la Mente, la Vida y el Amor divinos. Un reflejo de Dios sólo puede mostrar lo que Dios es. Vi que los falsos rasgos de carácter, tales como orgullo, voluntad propia y egotismo, no tienen realidad en Dios, ni en Su creación.

El problema de tardanza habitual fue finalmente erradicado, y ahora soy continuamente capaz de estar lista y llegar a tiempo. Esta victoria me ha traído mucho bienestar y libertad, pues se corrigieron muchas tendencias indeseables. A medida que he aprendido a obedecer los preceptos cristianos que Cristo Jesús nos dio y a prestar atención a las vívidas exhortaciones en Ciencia y Salud, como resultado he participado con mayor gozo en el trabajo de iglesia y obtenido amistades más felices.


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