Por muy trágica que pueda parecer una circunstancia, podemos encontrar soluciones recurriendo a Dios. La gente que sólo emplea medios humanos en su búsqueda de compañía, felicidad, consuelo o bienestar, están dependiendo en una clase de ayuda que finalmente se agota. Todos, finalmente, tenemos que recurrir a nuestra fuente divina para obtener lo que hayamos buscado en personas, circunstancias o tal vez en el gobierno.
Dios es la Vida del hombre; por tanto, nuestra riqueza, salud y felicidad son, de hecho, espirituales, inviolables. El hombre no puede ser separado de su fuente. Sabiendo esto, vemos que nuestras necesidades diarias son satisfechas en maneras prácticas.
Una historia del Antiguo Testamento confirma estas verdades. Agar, la sierva egipcia de Sara, y su hijo Ismael (hijo de Abraham) fueron echados de su casa al desierto debido a los celos de Sara. Ver Gén. 21. El estado social de Agar era poco más que el de una esclava. Antes de partir, Abraham dio a Agar pan y un odre con agua, que pronto se acabaron.
Pero, la Biblia relata: “Oyó Dios la voz del muchacho”. Tal vez el niño representa esa chispa de receptividad como la del Cristo y de confianza inocente que se vuelve al Padre en busca de consuelo y sustento. Agar fue guiada a abrir sus ojos, su percepción espiritual, para ver al Padre que jamás abandona a los Suyos. Y allí, justamente en el desierto, encontró un pozo de agua. Reanimada y alentada, ella y su hijo fueron guiados a una región distinta donde establecieron su propio hogar.
“Sacaréis con gozo aguas de las fuentes de la salvación”, Isa. 12:3. leemos en Isaías. La fuente de la salvación es espiritual, siempre presente, perpetua; Agar encontró prueba de ello justamente en el desierto. La salvación está justo donde estemos, sean cual fueren las circunstancias.
La Sra. Eddy nos ha abierto ampliamente la misma fuente de verdades en sus escritos, y esas verdades satisfacen toda necesidad humana concebible. Ella nos asegura: “El Alma tiene recursos infinitos con que bendecir a la humanidad, y la felicidad se lograría más fácilmente y se guardaría con más seguridad, si se buscara en el Alma”.Ciencia y Salud, pág. 60.
El Alma es Dios, nuestro armonioso, invariable Padre. El Alma infinita jamás podría estar en la materia. Es sustancia eterna, Espíritu, que no está sujeta al pecado o a la mortalidad.
¿Cuáles son los “recursos infinitos” que el Alma tiene para nosotros? Algunos son las cualidades de contentamiento, armonía, afecto, pureza, belleza, estabilidad, orden, inmortalidad. ¿Son éstos la clase de recursos que buscamos? Tales tienen que ser nuestras prioridades si hemos de gozar de la vida. La felicidad edificada sobre una persona, sobre la aprobación de nuestros semejantes, o sobre posesiones materiales, es efímera. Buscar la felicidad en cualidades divinas es encontrar y conservar el bien que Dios da al hombre. Esto causa gozo.
El hombre, el reflejo espiritual de Dios, representa realmente las cualidades puras del Alma — tales como impecabilidad e inmortalidad — eternamente. El reconocimiento del estado invariable del hombre mejorará cualquier condición inestable y traerá paz, consuelo y progreso. Aun cuando el Alma es invariable, no es estática. Nadie puede ser desviado hacia una relación o un ambiente negativo si hace que la inteligencia y armonía de Dios sean sus compañeros mentales. Una persona tiene el derecho divino de reclamar que haya belleza y orden en su ambiente. Una perspectiva sombría y sin esperanzas se puede cambiar.
Cuando la experiencia de uno parece ser el resultado de las equivocaciones o creencias de otros, no ganamos nada con culparlos por nuestra situación. Ni resolverá nada entrar en el lodazal de la autocondenación y revolcarse allí esperando que alguien pase y nos saque fuera.
Ahora mismo podemos dejar de detenernos en circunstancias materiales insatisfactorias y atemorizantes. Algunas veces la gente no recurre al Alma hasta que se ven obligados a hacerlo. Pero podemos recurrir al Alma en cualquier momento y elevar el pensamiento para ver y expresar sus cualidades salvadoras; éstas constituyen nuestra armonía.
Uno podría preguntarse: “¿Provee el Alma necesidades humanas básicas tales como alimento y albergue?” ¡Por cierto que sí! Vistos bajo su luz verdadera, el alimento y el albergue pueden manifestar amor, sabiduría, diligencia, y hasta desinterés; cualidades ésas que indican pensamientos divinos. Nuestro reconocimiento de las cualidades espirituales, siempre a nuestra disposición, que constantemente fluyen de nuestro afectuoso Padre-Madre, las traerá a nuestra experiencia en la forma más adecuada. Nuestro deber es guardarnos contra los planes basados en el razonamiento humano y contra el materialismo.
El relato de Agar y su hijo ilustra la manera en que el Alma satisfizo una necesidad urgente durante un período remoto de la historia. El Alma puede satisfacer todas las necesidades de hoy en día y las de todos los mañanas. Esto se debe a que Dios y Su expresión, el hombre, coexisten como fuente y resultado. Amistades queridas, una vida desinteresada y moral, y provisión adecuada, son expresiones normales de la desbordante bondad de Dios. Al ver que todo ello proviene de Dios, nuestra fuente verdadera, y no de la gente o por sí solas, las aceptamos con gratitud, con alegría, abundantemente. Y tendremos todo lo que sea posible necesitar.