Por muy trágica que pueda parecer una circunstancia, podemos encontrar soluciones recurriendo a Dios. La gente que sólo emplea medios humanos en su búsqueda de compañía, felicidad, consuelo o bienestar, están dependiendo en una clase de ayuda que finalmente se agota. Todos, finalmente, tenemos que recurrir a nuestra fuente divina para obtener lo que hayamos buscado en personas, circunstancias o tal vez en el gobierno.
Dios es la Vida del hombre; por tanto, nuestra riqueza, salud y felicidad son, de hecho, espirituales, inviolables. El hombre no puede ser separado de su fuente. Sabiendo esto, vemos que nuestras necesidades diarias son satisfechas en maneras prácticas.
Una historia del Antiguo Testamento confirma estas verdades. Agar, la sierva egipcia de Sara, y su hijo Ismael (hijo de Abraham) fueron echados de su casa al desierto debido a los celos de Sara. Ver Gén. 21. El estado social de Agar era poco más que el de una esclava. Antes de partir, Abraham dio a Agar pan y un odre con agua, que pronto se acabaron.
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