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La curación mediante la inmolación propia

Del número de junio de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La inmolación propia — el sacrificio voluntario del falso sentido del “yo”— es esencial para la curación en la Ciencia Cristiana.

¿Por qué?

Porque toda forma de mal que nos acosa está relacionada con un sentido mortal del “yo”, que debe ser anulado para ver nuestra identidad verdadera, perfecta, y así poder sanarnos a nosotros y a los demás. La Sra. Eddy afirma en Ciencia y Salud: “La oración, la vigilancia y el trabajo, combinados con la inmolación propia, son los medios misericordiosos de Dios para lograr todo lo que se ha hecho con buen éxito para la cristianización y la salud del género humano”.Ciencia y Salud, pág. 1.

¿Cómo practicamos la inmolación propia? Primero consideramos las verdades básicas del ser, comenzando por Dios. Según lo revela la Biblia y lo recalca la Ciencia Cristiana, Dios es el único Ser Supremo, la Causa Primaria, el único creador. Él es Mente, Amor, Vida, Espíritu infinitos. Él es bueno y perfecto, y así es todo lo que Él ha creado. El hombre es la imagen individual, la idea o expresión de Dios, y por tanto es espiritual, perfecto, eterno, semejante a Dios.

Mas se nos ha educado en la creencia de que somos mortales formados de materia, sujetos a nacimiento, madurez y decadencia, víctimas del pecado, la enfermedad y la muerte. Este es el concepto falso del hombre y es completamente erróneo porque es contrario al hecho divino de que el hombre es creado a imagen de Dios.

Nuestra gran necesidad es liberarnos de este falso sentido acerca del hombre, porque el hombre mortal no tiene ni origen ni realidad. Esta necesaria liberación es la inmolación propia. Se logra a medida que progresamos en nuestra comprensión acerca de lo que es Dios, el bien, y esta comprensión revela más de nuestro ser verdadero. Esta verdad sobre nuestra identidad real nos capacita en mayor medida para discernir la irrealidad del hombre mortal y la de todas las mentiras que provienen de este concepto falso, y nos libera de esas cadenas.

¿Cuáles son algunas de las mentiras agresivas, o creencias, que deben ser inmoladas? Son muchísimas, pero mencionaremos algunas de las más comunes: la tendencia al resentimiento, la inclinación a murmurar, la propensión a impacientarse, a ser desconsiderados, egoístas. Éstas, junto a otros rasgos de carácter tales como el egocentrismo, el sentirse importante, los celos y la obstinación, necesitan ser destruidas mediante el reconocimiento de que no son de Dios y, por consiguiente, no pueden pertenecer a la expresión de Dios, el hombre.

Podemos estar seguros de que el deseo de liberarnos de tales impedimentos nos ayudará a descubrirlos. Serán aniquilados a medida que percibamos su falsedad y reclamemos y practiquemos cualidades divinas como el amor, la sabiduría y la misericordia, que Dios ya nos ha dado porque somos Su expresión. Finalmente, debemos destruir todas estas falsas creencias del sentido material del “yo” y alcanzar la perfección espiritual.

La inmolación propia requiere sacrificio voluntario. No podemos estar reacios a hacerlo. No podemos renunciar de mala gana a pecados que sólo nosotros conocemos. Debemos colocarlos con alegría en el altar de la Ciencia, reconociendo gozosamente nuestra oportunidad de estar libres de ellos y de acercarnos a nuestra fuente divina, Dios. Este sacrificio voluntario es una ayuda poderosa para dominar creencias erróneas y para demostrar nuestra condición perfecta de hijos de Dios.

Es provechoso ver que al sacrificar el sentido falso del “yo” nunca abandonamos nada de valor para nuestro crecimiento espiritual. Solamente abandonamos cargas terrenales que impedirían nuestro progreso hacia Dios. Reconociendo esto, más fácilmente dejamos de aferrarnos a creencias malas y aceptamos la verdad de nuestro ser verdadero, exento de toda clase de cargas.

¡Qué bien conocía Cristo Jesús la necesidad de la inmolación propia! Dijo a sus discípulos: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame”. Mateo 16:24. Él estaba consciente de que no podemos expresar cualidades semejantes a las del Cristo ni hacer las obras que él hizo sin negar un falso sentido del “yo” y expulsar las características asociadas a éste, todas y cada una de ellas. Sólo eso nos guiará al reino de Dios. Sólo eso sacará a luz toda nuestra capacidad para sanar.

¿Estamos limitando nuestra habilidad para sanar al permitir que se infiltre en nuestro pensamiento la preocupación, la duda, la crítica o la irritación; todas relacionadas con la creencia en una individualidad mortal? Podemos ver que estas creencias se desvanecen en la nada mediante una comprensión cada vez mayor de que no somos mortales sujetos a características negativas, o a creencias, sino que somos ahora mismo ideas perfectas y espirituales de la Mente divina, completamente exentas de toda clase de mal. Ésta es la verdad que nos libera.

La necesidad de inmolación propia y la recompensa que resulta de ella, no pueden ser expresadas mejor que en estas palabras de la Sra. Eddy en Escritos Misceláneos: “La renuncia a todo lo que constituye el llamado hombre material, y el reconocimiento y realización de su identidad espiritual como hijo de Dios, es la Ciencia que abre las compuertas mismas del cielo; de donde fluye el bien por todos los cauces del ser, limpiando a los mortales de toda impureza, destruyendo todo sufrimiento, y demostrando la imagen y semejanza verdaderas”.Escritos Misceláneos, pág. 185.

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