El verdadero empleador del hombre es Dios.
La percepción de que todas las cosas que hacemos son en realidad hechas para Dios, es decir, para expresar Su bondad infinita, trae como resultado un maravilloso sentimiento de fortaleza y propósito. De hecho, la única actividad genuina es la expresión que Dios hace de Su propia naturaleza. Al orar diariamente para que Dios nos use para Su buen propósito, encontramos el empleo satisfactorio.
En el hogar, en la oficina o fábrica, incluso durante vacaciones, o ya jubilados, nuestro deber es servir a Dios. Este hecho es especialmente importante si estamos buscando empleo. El hombre es necesario para Dios; Dios, el Amor divino, expresa Su naturaleza divina en el hombre. Cuando esta verdad es comprendida, puede demostrarse en la experiencia humana por medio de una actividad útil.
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