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Las fuerzas sobre las que andamos

Del número de junio de 1982 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Las fuerzas del Espíritu divino, Dios, que producen armonía, se ponen de manifiesto en esas cualidades que dan acción al pensamiento tales como la sabiduría y la inteligencia, la pureza y la perfección, la santidad y el gozo, y éstas constituyen el hombre a la imagen de Dios. Las fuerzas espirituales actúan infaliblemente. Son leyes de Dios que expresan Su todopoderosa voluntad de bien. Están activas no sólo en algunas partes sino en todas partes, gobernándolo todo y protegiendo en la experiencia humana todo aquello que proviene de Dios. La Sra. Eddy escribe: “El Espíritu es la vida, sustancia y continuidad de todas las cosas. Andamos sobre fuerzas. Retiradlas, y la creación tiene que desplomarse. El conocimiento humano las llama fuerzas de la materia; pero la Ciencia divina declara que pertenecen por entero a la Mente divina, que son inherentes a esta Mente, restituyéndolas así a su justo lugar y clasificación”.Ciencia y Salud, pág. 124.

Nunca ha habido un momento en que algo aparte del Espíritu fuera real, nunca un momento en que haya existido una creación que incurriera en imperfección, o un hombre que pudiera morir. El hombre, la expresión inmortal de la Vida sin comienzo ni fin, nunca podría caer de la perfección o estar separado del bien. Él no tiene otra consciencia que la del bien, ninguna otra Mente o Vida sino Dios.

El Espíritu es la única Vida real del hombre, la única sustancia real de su ser, el Principio divino que asegura su continuidad eterna. El hombre es la completa representación del Espíritu inagotable. Conceptos limitativos, condiciones resultantes de la creencia de que hay vida en la materia o acción de fuerzas materiales, no afectan al hombre. Las irritaciones, enfermedades, restricciones e insuficiencias tienen que ver con lo mortal, y mediante la Ciencia ponemos a un lado progresivamente el punto de vista mortal acerca de la existencia. Nos identificamos más consecuentemente como el hombre de Dios, más bien que como un mortal finito. El resultado es regeneración, curación.

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