Los Reyes magos adoraron al niño de Belén trayéndole regalos dignos de la nobleza de la misión y de la espiritualidad del niño; los pastores lo adoraron, alabando públicamente a Dios por la profecía cumplida con el nacimiento del Salvador. María amaba a su niño, prodigándole cuidados maternales y atesorando en su corazón las preciosas promesas de Dios y las profecías acerca de su llamado.
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