El tratamiento en la Ciencia Cristiana conduce al inspirado reconocimiento de que todo es la Mente perfecta y su perfecto reflejo espiritual. El mal, en cualquier forma que se presente, trata de negar la totalidad de Dios. Pero el tratamiento metafísico erradica esta negación al hacer que la consciencia sea receptiva a la acción de Dios, el Principio. Cuando el error desaparece de nuestro pensamiento, desaparece de nuestra vida.
Es importante comprender las reglas del tratamiento científico. La Sra. Eddy dice: “Jesús veía en la Ciencia al hombre perfecto, que aparecía a él donde el hombre mortal y pecador aparece a los mortales. En ese hombre perfecto el Salvador veía la semejanza misma de Dios, y esa manera correcta de ver al hombre sanaba a los enfermos”.Ciencia y Salud, págs. 476–477.
Esta comprensión de Dios y del hombre espiritual era más real para Cristo Jesús que la evidencia presentada por el sentido material. Para la mayoría de nosotros, el concepto de Dios perfecto y hombre perfecto no es siempre lo suficientemente claro como para destruir de inmediato la evidencia errónea. Por lo tanto, para curar eficazmente, a menudo tenemos que recurrir al razonamiento cristianamente científico que nos permite elevar el pensamiento por encima de la falsa manifestación de la materia hasta el punto donde la Verdad se hace tan vívida que las falsas sugestiones se alejan.
No hay fórmula, ni invocación de palabras mágicas o cierto grupo de nociones para realizar la curación. La Sra. Eddy da en sus escritos puntos específicos para seguir en el tratamiento, u oración científica, que sanan, si se observan fielmente. Al dar un tratamiento en la Ciencia Cristiana uno reconoce la totalidad de Dios. Ve al hombre como la expresión pura de Dios, manifestando todas Sus cualidades libre de un cuerpo material o un ambiente material. Niega los errores de la mente mortal. Esta negación se extiende a la discordancia física que el caso presenta; pero el practicista también debe detectar y rechazar firmemente los errores de pensamiento que perturban al paciente.
El escuchar es esencial para un tratamiento eficaz. A medida que el pensamiento se imbuye del concepto de la verdadera naturaleza de Dios y del hombre, con frecuencia somos guiados a percibir hechos concretos acerca de un determinado sinónimo para Dios, precisamente el mismo sinónimo cuyas cualidades contrarrestarán directamente los conceptos mentales erróneos. Esto es el Cristo actuando en el pensamiento. A medida que prestamos atención a la Mente, se reconocen los errores específicos que deben ser negados. He aquí uno de los puntos de mayor importancia. Nadie debe estar tan ocupado afirmando las verdades acerca de Dios y del hombre y negando los errores, que se olvide de escuchar.
Las negaciones tienen que ser hechas con discernimiento. Si un practicista está rechazando el error con un vigor que se basa demasiado en lo humano, es posible que él o ella esté dando realidad a las características mismas que han de ser reconocidas como nada. Si uno mantiene el pensamiento en la naturaleza de Dios y del hombre, puede ver que las falsas características son falsas — que no existen — y así echarlas fuera. Por ejemplo, uno podría razonar así: Por cuanto Dios es Amor, no puede haber odio de ninguna clase; por cuanto el Amor es supremo, es imposible que pueda existir la crueldad.
El tratamiento da al practicista y a sus pacientes una visión más clara de la perfección de la Mente, que no contiene error. Cuando las afirmaciones del practicista lo han llevado a obtener esta visión y él claramente siente la amorosa presencia de Dios, puede entonces disfrutar plenamente del gozo de estar en Su presencia. Entonces se percata de que la Mente divina está revelando sus propias verdades, verdades poderosas que sanan. Esta unidad con Dios es el estado de consciencia que resulta en curación.
La Sra. Eddy escribe: “Por los argumentos verídicos que uséis, y especialmente por el espíritu de Verdad y Amor que abriguéis, curaréis a los enfermos”.Ibid., pág. 418. Aunque debemos obedecer las reglas divinamente establecidas para el tratamiento que han sido enumeradas en la obra de la Sra. Eddy, Ciencia y Salud, es sólo cuando lo hacemos con una consciencia espiritualizada que el tratamiento es eficaz. Al igual que un concertista de piano que practica diariamente para poder dar una interpretación excepcional, así mismo debe el Científico Cristiano constante y desinteresadamente practicar su unidad con Dios y estar consciente de Su amorosa presencia. Entonces, cuando surge la necesidad, puede percibir más rápidamente la Verdad con una consciencia que no está llena de la oscuridad del pensamiento mortal.
Uno debe también, finalmente, dejar el problema en manos de Dios, sabiendo que Él es el gobernador y que Su poder saca a la luz el bien sin obstrucción. Podemos saber con profunda gratitud que Dios está revelándose a Sí Mismo. El tratamiento correcto expresa lo que Dios declara respecto a Sus propias verdades, y lo que Él declara tiene que manifestarse. La Biblia afirma: “Porque él dijo, y fue hecho; Él mandó, y existió”. Salmo 33:9.
Si uno estuviera parado bajo las cataratas del Niágara, no podría menos que mojarse. No podría detener las aguas, ni tampoco podría hacerlo ningún número de personas. Cuando uno acepta la presencia de Dios como Todo en la consciencia, ve que no existe ningún otro poder — en uno o en cualquier otra persona — capaz de detener esa consciencia espiritual. La percepción de la totalidad de Dios ahoga las pretensiones de la mente mortal.
Éstos son algunos aspectos del tratamiento en la Ciencia Cristiana. Mediante el estudio y la práctica fortalecemos nuestra aplicación de las muchas reglas sanadoras de esta Ciencia. El desarrollo espiritual nos eleva hacia el punto en que podemos percibir la presencia de Dios y del hombre tan claramente, igual que Jesús la percibía, que la falsa evidencia del sentido material desaparece rápidamente. Esto es posible y lo lograremos. Jesús dijo: “De cierto, de cierto os digo: El que en mí cree, las obras que yo hago, él las hará también”. Juan 14:12. ¿No implica esto acaso que nosotros podemos aprender a sanar igual que Jesús lo hacía? El punto importante a considerar es el siguiente: Cualquiera que sea el nivel de desarrollo espiritual en que estemos individualmente, si oramos devotamente como Cristo Jesús y la Sra. Eddy nos han enseñado, ese tratamiento ¡sanará! Espérelo con fidelidad. Insista humildemente en ello.