Las oportunidades para progresar vienen realmente de nuestra única fuente: Dios. Este hecho se relaciona con nuestra carrera y otras clases de progreso.
El desarrollo parece ser de lo que trata la vida en todos sus aspectos. Pero el concepto humano de vida y desarrollo puede, con frecuencia, incluir elementos destructivos. El desempleo que se extiende por todas partes, el favoritismo, las oportunidades perdidas o el fracaso personal pueden pintar un cuadro vívido que acaba con toda esperanza o confianza que hayamos puesto en nosotros mismos o en Dios.
Esto no quiere decir que Dios nos haya traicionado o que seamos incapaces de progresar. No obstante, nuestra fe tiene que fortalecerse y tal vez reajustarse mediante nuestra comprensión espiritual. Entonces descubrimos que nuestro progreso está realmente dirigido por Dios, la infalible Mente divina.
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