Tengo siete años de edad y me hace muy feliz ser alumna de una Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. A veces los sábados por la noche me acuesto tarde porque salimos o recibimos visitas, y al día siguiente mi mamá me despierta y me dice que tenemos que ir a la iglesia. Uno de esos domingos pensé lo siguiente: “Tengo mucho sueño, y si falto sólo un domingo no pasará nada, porque algunos de mis compañeros a veces también faltan. Anoche me acosté tarde y tengo ganas de seguir durmiendo”.
Se lo dije a mi mamá, y ella, con paciencia y ternura, me ayudó a ver la verdad y me habló de esta manera: “Damiana, ¿qué dicen el primer y segundo mandamientos?”
Respondí: “ ‘No tendrás dioses ajenos delante de mí’ y ‘No te harás imagen, ni ninguna semejanza de lo que está arriba en el cielo, ni abajo en la tierra, ni en las aguas debajo de la tierra. No te inclinarás a ellas, ni las honrarás’ ”. Éx. 20:3–5. Entonces me di cuenta de que el sueño no debía dominarme, porque eso era tener dioses ajenos. En ese mismo momento salté de la cama para vestirme. Desde entonces no permito que nada me engañe para no concurrir a la Escuela Dominical.
Iniciar sesión para ver esta página
Para tener acceso total a los Heraldos, active una cuenta usando su suscripción impresa del Heraldo ¡o suscríbase hoy a JSH-Online!