Como maestra de la Escuela Dominical de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens) me he preguntado: “¿Entienden realmente estos alumnos la verdad, la comprenden realmente?” Por experiencia propia puedo contestar esa pregunta. Cuando la semilla de la Verdad ha sido plantada, fructificará.
Como se me crió en la Ciencia Cristiana, concurrí a la Escuela Dominical desde que tenía dos años y medio. En los últimos años de mi adolescencia me fui apartando de la Ciencia Cristiana y no volví por once años. Durante ese tiempo probé diferentes estilos de vida, todos estaban en oposición directa a las enseñanzas de esta Ciencia. Emocionalmente llegué a sentirme muy elevada pero también me sentía muy deprimida. Sentía como si estuviera en un subibaja, un momento arriba y otro abajo.
En este punto mi vida comenzó literalmente a deteriorarse, tanto mental como físicamente. En mi desesperación me esforzaba por alcanzar un propósito más elevado, más satisfactorio. Fue en ese momento que algunas de las verdades básicas que había aprendido en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana me ayudaron. El hecho de que hay un solo Dios omnipotente, que es todo amor — que me ama como a Su perfecta, impecable y completa creación — era muy consolador. Estoy segura de que estas sencillas verdades de Dios y Su creación me sostuvieron durante aquellos verdaderos tiempos de prueba.
Nunca olvidaré el día que tuve el valor de comunicarme con una practicista. Le abrí mi corazón y con toda sinceridad le dije que yo deseaba tener una vida más segura y feliz, ser una persona mejor y sentir como si estuviera dando algo valioso al mundo. Me parecía increíble el amor y la paciencia que la practicista expresaba, que para mí era evidencia del amor de Dios por Sus hijos. Ella mencionó esta cita: “Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está adelante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús” (Filipenses 3:13, 14).
Las oraciones constantes y consagradas de mi madre fueron importantísimas al apoyarme durante esta experiencia. Nunca hubo condenación alguna, sólo la firme convicción de que no hay ovejas perdidas. Mary Baker Eddy nos dice en Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras (págs. 470–471): “Las relaciones entre Dios y el hombre, el Principio divino y la idea divina, son indestructibles en la Ciencia; y la Ciencia no conoce ningún alejamiento de la armonía ni retorno a ella, sino mantiene que el orden divino o ley espiritual, en que Dios y todo lo que es creado por Él son perfectos y eternos, ha permanecido inalterado en su historia eterna”.
He tenido que aprender muchas lecciones y esforzarme por entrar en el camino del sentido hacia el Alma. Sinceramente puedo regocijarme con el Salmista (Salmo 18:32): “Dios es el que me ciñe de poder, y quien hace perfecto mi camino”. Mediante una confianza radical en Dios por medio de la Ciencia Cristiana he sanado de quemaduras, de los efectos de accidentes, de resfríos, indigestión, constipación, relaciones discordantes, severa nerviosidad y depresión. Un hermoso hogar y profesión, así como mejores conceptos de provisión y compañerismo se están manifestando. Estoy profunda y humildemente agradecida a Dios por estas curaciones, y por Cristo Jesús, nuestro Mostrador del Camino, y su fiel seguidora la Sra. Eddy.
Ahora que tengo el privilegio de ser miembro de La Iglesia Madre y de una filial de la Iglesia de Cristo, Científico, he tomado instrucción en clase de Ciencia Cristiana y me estoy preparando para ser una enfermera de Ciencia Cristiana. Sé que es la simiente de la Verdad, plantada hace tantos años en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana, lo que está dando fruto a mi esfuerzo.
Filadelfia, Pensilvania, E.U.A.