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La ética de la práctica de la curación — 1

Del número de enero de 1983 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


¿Cuál es el porqué de la ética? Su observancia es indispensable para el éxito de la práctica de la curación en la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens). Sin la ética de esta Ciencia perderíamos de vista lo que verdaderamente es como restauración de la curación cristiana y de su maravilloso poder para redimir vidas humanas y sanar al enfermo.

Sería un error pensar en las normas de la ética como si fueran meros reglamentos y restricciones. La ética expresa la integridad espiritual de esta Ciencia, a la vez que garantiza la integridad espiritual del sanador y del estudiante. La ética, que protege al practicista y al paciente, tiene un doble propósito:

• Guiar espiritualmente al practicista y al paciente. En otras palabras, asegurar que el cálido, amante, sanador y elevador espíritu del Cristo, la Verdad, anime nuestras oraciones, pensamientos y actos.

• Mantener intacta la pureza de la práctica genuina de la Ciencia Cristiana, que es la aplicación práctica de las enseñanzas de Cristo Jesús, en contraste con los métodos basados materialmente, incluyendo los innumerables sistemas humanos contemporáneos de curación por la mente.

La esencia de la ética de la Ciencia Cristiana no se encuentra en reglamentos o fórmulas observados mecánicamente. La ética de esta Ciencia tiene su fundamento en la sabiduría, amor y sentido común inculcados por los preceptos de Cristo Jesús. La raíz de esta ética se encuentra en estos dos grandes mandamientos del Maestro: “Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas” y “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”. Marcos 12:30, 31.

El tratamiento en la Ciencia Cristiana es la oración: una profunda, sincera y consciente obediencia a estos dos mandamientos cristianos. Es una forma de adorar al Padre — el único Dios infinito — “en espíritu y en verdad”, como nos insta a hacerlo el Maestro.

Toda verdad que afirmamos en este tratamiento es un reconocimiento — relacionado específicamente con la necesidad humana del momento — de que el Amor y la Mente infinitos son el único poder, sustancia e inteligencia. Incluye también el reconocimiento de la verdadera identidad del hombre y de su estado como imagen inmortal que refleja a esta Mente.

Cada negación de temor, dolor, enfermedad e inquietud, expresa — en términos aplicables a la situación — nuestra más clara percepción del inconmensurable poder y solícito cuidado de nuestro Padre-Madre Dios. Desde esta base, y con el pensamiento verdaderamente elevado en fe y gratitud, el sanador rechaza e invierte todos los errores que se deben enfrentar.

Este fundamento radical y espiritual de la única Mente omnipotente separa, de manera concluyente, la práctica metafísica de la Ciencia Cristiana de todo sistema mental que se apoya en el supuesto poder de la mente humana. Del principio al fin, el Científico Cristiano se apoya en el poder del Amor omnisciente que, cuando es comprendido, trae consuelo y fortaleza al corazón humano y curación al cuerpo. Éste es un punto cardinal de la ética.

Como este método espiritual se basa por entero en el poder de la Mente divina, repudia totalmente la noción de que existe cualquier poder sanador (o cualquiera otra clase de poder) en el hipnotismo o el mesmerismo. No hace uso de estos métodos, y de hecho los anula. Como escribe nuestra Guía, Mary Baker Eddy: “Tales teorías no tienen relación con la Ciencia Cristiana, la cual descansa sobre la comprensión de que Dios es la única Vida, sustancia e inteligencia, y excluye a la mente humana como factor espiritual en la obra sanadora”.

La Sra. Eddy continúa diciendo: “Jesús echó fuera al mal y sanó a los enfermos, no sólo sin medicamentos, sino sin hipnotismo, el cual es lo opuesto del poder ético y patológico de la Verdad”.Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras, pág. 185.

En modo alguno se apoya el Científico Cristiano en la mente humana como agente curativo. No parte de la premisa de que un mortal ayuda a otro. El practicista no depende en manera alguna de la transferencia de pensamientos de una mentalidad finita a otra. Ea más, la ética de la curación en la Ciencia Cristiana excluye el uso de la voluntad humana, así como la práctica de cualquier forma de dominación mental. El tratamiento dado por el Científico Cristiano no incluye ninguna forma de influencia sugestiva.

Por el contrario, este tratamiento es la oración humilde que reconoce y afirma el poder y la presencia soberanos de la Mente omnisciente que incluye la Verdad universal. Esta Verdad, comprendida y específicamente utilizada, destruye las pesadillas del sentido físico y acalla los clamores del temor.

De lo antes expuesto es evidente también que el practicista de la Ciencia Cristiana no recurre a las técnicas seudopsiquiátricas. No explora la mentalidad del paciente desde el punto de vista del razonamiento material o de la sicología para encontrar una supuesta causa mental real de la enfermedad y el sufrimiento. Por el contrario, se esfuerza por reconocer, más claramente, que la verdadera identidad del paciente es el hombre espiritual de Dios. En su búsqueda de la intuición que Dios nos otorga, la cual se obtiene mediante la comprensión espiritual, confía en que la dirección de la Mente divina lo capacitará para identificar los errores que deben ser destruidos por la Verdad.

El espíritu del mandamiento de Jesús de amarnos los unos a los otros toma una forma práctica en la ética cuando, por ejemplo, el practicista y el paciente respetan estrictamente la naturaleza confidencial de la relación entre ambos. Esa norma también requiere que el practicista y el paciente adopten una posición radical de confianza en los medios espirituales y obren con recíproca honestidad en la realización de su trabajo. Exige que ambos manifiesten un profundo espíritu cristiano.

Por lo tanto, el cumplimiento de la ética de la Ciencia Cristiana es una responsabilidad tanto del practicista como del paciente. El practicista no trata nunca de controlar a su paciente deliberada, mental o verbalmente; el paciente, por su parte, comprende esta actitud y ni busca ni alienta un control personal. Por cuanto su trabajo es espiritual y metafísico, el practicista se abstiene de dar consejos humanos u opiniones personales respecto a lo que el paciente debería o no debería hacer; el paciente, a su vez, ni espera esta clase de consejos ni se apoya en el practicista para hacer decisiones humanas. El practicista confía en la Mente divina para guiar a su paciente; el paciente, en busca de dirección, recurre a esa misma Mente.

El resultado de esta norma ética es la elevación tanto del practicista como del paciente. Protege la práctica de la curación en la Ciencia Cristiana de las muchas facetas del sentido personal: la voluntad mortal, las opiniones, las emociones, el autoritarismo, los prejuicios, etc. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Las armas del fanatismo, de la ignorancia y de la envidia caen ante un corazón sincero. Adulterar la Ciencia Cristiana es anularla.. . Ni la falta de honradez ni la ignorancia fundaron jamás un sistema de ética científico ni pueden echarlo abajo”.Ibid., pág. 464.

Por su misma naturaleza, la Ciencia Cristiana debe incluir “un sistema de ética científico”. Esta Ciencia se deriva y es expresión del inmaculado Principio divino, que es Verdad y Amor inmutables. La práctica mental científica elucida este Principio.

[Éste es el primero de dos editoriales sobre la ética. El segundo, que compara la Ciencia Cristiana con la terapéutica de orientación médica, aparecerá en el ejemplar de febrero del Heraldo.]

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