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Mi aventura en la playa

Del número de octubre de 1988 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una vez, cuando yo tenía cuatro años, me dejaron sola en la playa. Mi familia y algunos amigos habíamos ido a pasar el día en la playa. Eramos nueve en total: mi mamá, mi papá, mi hermanito que era bebé y la joven que ayudaba a cuidarlo, unos amigos íntimos y sus dos niñas. Nos divertimos mucho. Me habían dado permiso para jugar sólo donde el agua era poco profunda, pero se suponía que debía quedarme donde mamá y papá pudiesen verme y yo pudiese verlos a ellos.

¡Ahora viene la parte alarmante! Cuando volví a la playa a buscarlos, mi familia y nuestros amigos se habían ido. Yo estaba muy asustada y seguí caminando hasta donde terminaba la playa. Empecé a caminar de arriba a abajo, llorando. Pero además de eso, ¿saben qué hice? Iba cantando el himno de la Sra. Eddy — mi himno favorito — “La colina, di, Pastor, cómo he de subir.. .” Himnario de la Ciencia Cristiana, N.° 304. La estrofa completa dice:

En la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana a la que yo asistía, me habían enseñado que Dios es el Pastor que me enseña cómo he de subir. Mamá y papá siempre me habían enseñado que Dios me ama mucho y que está siempre conmigo, dondequiera que yo esté.

Mientras iba de un lado a otro buscando a mi familia, la gente se me acercaba y me preguntaba si podían ayudarme, pero yo les decía: “No, gracias”, pues se me había dicho que no hablara con extraños. Yo sabía que si confiaba en Dios, El me iba a ayudar.

Mientras tanto, mi mamá y mi papá se habían dado cuenta de que yo no estaba con ellos. Lo que sucedió fue que en el momento en que decidieron volver, todos estaban tan ocupados con sus preparativos para regresar que cada uno pensaba que el otro me estaba vigilando. Mi mamá pensó que yo estaba con la joven que nos cuidaba, mi papá pensó que estaba con mi mamá, y la joven pensó que estaba con mis padres. ¡Pero yo no estaba con ninguno de ellos!

Entonces oraron a Dios para que los ayudara a encontrarme en medio del gentío que había en la playa. Ellos sabían que Dios nunca pierde a Sus hijos, porque El es Todo-en-todo. Todos se regresaron de la playa de estacionamiento para buscarme. Y, al rato, vi a nuestra amiga María que venía corriendo hacia mí, y me sentí muy feliz porque me habían encontrado.

Claro que todos estaban contentos porque me habían encontrado, pero pienso que mientras pasaron todas esas cosas era Dios quien estaba conmigo. Dios, nuestro Pastor, verdaderamente me ayudó. Me mostró dónde tenía que estar yo para que me pudiesen encontrar, y El mostró a María dónde podía encontrarme.

Todavía recuerdo la lección que aprendí ese día. Dios, nuestro Padre-Madre, cuida siempre muy bien de nosotros y nunca nos abandona. En realidad, nunca podemos perdernos porque no podemos irnos fuera del amor de Dios.

La colina, di, Pastor,
cómo he de subir;
cómo a Tu rebaño yo
debo apacentar.
Fiel Tu voz escucharé,
para nunca errar;
y con gozo seguiré
por el duro andar.

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