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Amo a todos excepto al Sr. Fulano de Tal

[Original en francés]

Del número de mayo de 1989 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


"Ahora he llegado al punto en que amo a todos los políticos, excepto al Sr. Fulano de Tal", dijo nuestra amiga, satisfecha con el cambio que había logrado aunque lamentando la excepción. Su declaración hizo que me preguntara a mí mismo qué significaba amar a tal o cual senador o miembro del gabinete, y qué estaba yo haciendo al respecto. Claro que tales preguntas pueden aplicarse a nuestros sentimientos hacia toda la gente, y no sólo hacia quienes ocupan cargos políticos.

La clave para superar actitudes negativas hacia los demás parece radicar en la disposición que tenemos para amar al prójimo. A este respecto, el concepto más puro y elevado del amor es al que Juan se refiere en la Biblia: "El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor". 1 Juan 4:8. El Amor, entonces, no sólo caracteriza la naturaleza de Dios, sino que es Dios mismo. Conocer a Dios como Amor es comprender la naturaleza divina. Y manifestar la cualidad divina del amor es expresar a Dios.

Para el sentido humano, amar incluye tanto dar como recibir, o esperar recibir. Este amor se aproxima a la reflexión divina en la medida en que se libera de objetivos y deseos materiales. Como dice la Biblia: "Más bienaventurado es dar que recibir". Hechos 20:35. Este es el amor que Cristo Jesús practicaba cuando sanó a los enfermos, perdonó el pecado, alimentó a las multitudes y les reveló la bondad de Dios. Era un amor tan generoso y tan desinteresado que lo llevó a dar su propia vida por el progreso de todos. "Lo que inspiró el intenso sacrificio humano de Jesús, fue su deseo de derramar con liberalidad en graneros humanos que estaban vacíos o que estaban llenos de pecado, sus riquezas tan caramente adquiridas",Ciencia y Salud, pág. 54. escribe la Sra. Eddy en Ciencia y Salud.

En su forma más pura, el amor de madre se aproxima al amor que Jesús expresó. Es abnegado y paciente, sean cuales fueren las dificultades. "No se puede separar el afecto de una madre de su hijo", explica Ciencia y Salud, "porque el amor de madre incluye la pureza y la constancia, las cuales son inmortales".Ibid., pág. 60.

El Apóstol Pablo nos ha descrito elocuentemente el amor cristiano hacia nuestro prójimo. Mediante sus afirmaciones en el décimotercer capítulo de la Primera Epístola a los Corintios, mostró a sus amigos que la práctica de este amor es el camino más elevado hacia la salvación. Les dijo que sentir y vivir este amor es el único modo de lograr la dimensión espiritual de aquellas cosas que parecen ser las señales exteriores del cristianismo, tales como el don de profecía, y aun la fe. Percibió que el amor tiene que ser un elemento en el sacrificio de riquezas terrenales y aun de la vida mortal, si es que tales hechos han de tener significado.

Las cualidades que Pablo cita nos son familiares y son la base de la vida cristiana para todos los tiempos. Estas son: paciencia, sinceridad, justicia, bondad. Conociendo bien la llamada mente de los mortales, Pablo también especifica lo que este amor, que refleja el amor divino, no es. No es envidioso, jactancioso, orgulloso, codicioso ni susceptible.

Cuando el amor espiritual llena nuestra consciencia, nuestro modo de ver las cosas se transforma. Sólo lo bueno y lo puro tienen valor para nosotros. No damos crédito, importancia ni poder, a lo que no es bueno o puro. Al no tener ningún apoyo mental, todo lo que parezca oponerse al bien ya no tiene apoyo físico ni, de hecho, existencia alguna. "El único poder del mal es el de destruirse a sí mismo",Ibid., pág. 186. nos dice Ciencia y Salud.

El expresar constantemente el amor espiritual, y el esfuerzo por permitir que esté presente en cada aspecto de nuestra vida, invariablemente nos conducen a una norma moral más elevada de la que hemos vivido hasta ahora. Nuestro concepto del hombre se espiritualiza, ayudándonos así a comprender la verdadera naturaleza de nuestro prójimo y, por lo tanto, de Dios, como nuestro Padre y Madre, como el Amor y la Vida omnipresentes.

Dondequiera que este amor es vivido, la gente no sólo trata de comprender lo que es espiritualmente verdadero en sus semejantes, sino que lo logra. Esta comprensión, o discernimiento, nos capacita, en primer lugar, para separar la paja del trigo — lo falso de lo verdadero, lo mortal de lo inmortal — en la forma en que vemos a nuestro prójimo. En segundo lugar, nos permite quemar la paja (en nuestra consciencia) de manera que sólo quede, una vez purificada por el fuego de la Verdad, la idea correcta del hombre, que no puede estar en conflicto.

El conocimiento del amor de Dios y la obediencia a Su voluntad son la clave para establecer relaciones armoniosas. Ahí mismo donde hay este amor, también hay comprensión, paz y armonía. Pablo dice: "No que seamos competentes por nosotros mismos para pensar algo como de nosotros mismos, sino que nuestra competencia proviene de Dios". 2 Cor. 3:5. Cuando amamos, estamos reflejando a Dios, que siempre expresa amor, siempre cuida de Su creación. Por lo tanto, el amor que expresamos en realidad no se origina en nosotros, ni nos pertenece personalmente. Por otra parte, la falta de amor tampoco es propia de nosotros. Si digo, no me gusta fulano, significa que, en realidad, no me conozco a mí mismo, y tampoco lo conozco a él. Negar la naturaleza a semejanza de Dios de esta otra persona — espiritual, perfecta — sería negar nuestra propia naturaleza.

"Ahora conozco en parte; pero entonces conoceré como fui conocido", 1 Cor. 13:12. declara Pablo. Finalmente, todos llegaremos a esta comprensión total de nosotros mismos, y nos conoceremos unos a otros como Dios nos conoce a través de toda la eternidad, como el fiel reflejo del Amor divino. Y este conocimiento incluye el amor puro que garantiza la comprensión, la paz y la armonía universales.

En la compañía donde yo trabajaba durante la década del 40, un empleado que era muy competente se llevaba mal con las personas que trabajaban con él. Después de agredir a su supervisor, fue transferido a la sección que estaba a mi cargo.

Al comienzo, me sentí tentado a compartir los temores y el descontento de quienes debían trabajar con él, pero luego me di cuenta de que debía considerar la situación a la luz de lo que la Ciencia Cristiana nos enseña sobre Dios y nuestro verdadero ser. A partir de ese momento, cada vez que pensaba en él, procuraba percibir las cualidades verdaderas del hombre, la idea de Dios. Por ejemplo, buscaba evidencias de amor, inteligencia, sabiduría, bondad. Esto me ayudó a no verlo con desprecio, y a que lo tratara como a los demás miembros de la sección, con quienes mis relaciones eran excelentes y amistosas.

A medida que continuaba expresando amor de esta manera, la situación se desarrolló armoniosamente. Me sentí impulsado a ponerlo a trabajar con un empleado sereno y reservado, y los resultados fueron excelentes para ambos, y para todos los que trabajaban con ellos. Al sentirse respetado y estimado, este hombre se volvió más abierto y muy sociable con sus colegas y gerentes. Su transferencia, que originalmente fue considerada como un castigo, fue en realidad un cambio que a todos trajo progreso. Me enseñó una gran lección y, a menudo, me ha servido como referencia al encarar problemas similares.

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