¿Está usted considerando dedicarse a la práctica de la Ciencia Cristiana para ayudar a otros? ¿Piensa usted que no es lo suficientemente bueno, que no tiene el suficiente conocimiento espiritual, que no es capaz de dar la ayuda que tan a menudo usted mismo ha recibido? ¿O piensa que quizás más adelante esté mejor preparado para hacerlo? Si es así, bien sé como se siente, pero tal vez debiera usted pensar un poco más sobre ello. Bueno, yo tuve que hacerlo, y le diré cuándo lo hice.
Cierta semana, cuando era Primer Lector en mi filial de la Iglesia de Cristo, Científico, la Regla de Oro estaba incluida en la Lección Bíblica. Mencionada en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Esto me hizo pensar en que yo debía hacer por otros lo que otros habían hecho por mí. Ver Mateo 7:12. Una de las cosas que ciertamente otros habían hecho por mí a través de los años fue apoyarme por medio de la oración cuando lo necesité.
De pronto percibí que era muy justo que yo hiciera lo mismo por otros. En efecto, llegué a sentir que por cada beneficio que había recibido mediante las devotas oraciones de otros, yo tenía igual deuda para con mi prójimo. Comencé a considerar la práctica de la Ciencia Cristiana con el fin de beneficiar a otros, no simplemente como una futura posible opción, sino como una presente deuda moral y espiritual. Y comprendí que tenía que estar dispuesto a cumplir con esto.
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