Los maestros de Escuela Dominical que enfrentan el desafío de captar la errante atención de niños inquietos, a veces han recurrido a técnicas convencionales de enseñanza para despertar el interés de sus alumnos. Lamentablemente, a menudo el resultado es que estas técnicas se vuelven el centro de atención en lugar de que lo sea la verdad que deberían hacer resaltar. Pero al maestro de Escuela Dominical se le pide que enseñe algo que tiene un atractivo fundamental y propio, que es mucho más fuerte de lo que cualquier otra ayuda externa podría proporcionar. En el Manual de La Iglesia Madre, la Sra. Eddy escribe: “A los niños de la Escuela Dominical se les enseñará de las Escrituras y se les instruirá según su comprensión o habilidad para entender el significado más elemental del Principio divino que se les enseña”.Man., Art. XX, Sec. 2.
Las Escrituras abarcan aquello que todos anhelan experimentar y comprender, ya sea que lo crean o no: la verdad acerca de Dios y el hombre. Es innato en la gente el ansia de saber quiénes son, por qué existen y a dónde van. Tratan de conocer su identidad, propósito y destino. Si no satisfacen este deseo, su vida puede llegar a ser rutinaria y sin propósito. Lo que se revela a través de las Escrituras, con una claridad cada vez mayor, es la verdadera naturaleza del hombre como Dios lo creó, el propósito que tiene Dios para con el hombre y el camino de salvación mediante el cual se satisface ese propósito. Cualquier cosa que esté separada de estas verdades espirituales no responde al verdadero sentido de dirección que necesitan los alumnos. Las Escrituras, de la manera en que la Ciencia Cristiana las ilumina, están llenas de lo que estos jóvenes están buscando, aunque ellos no se den cuenta de lo apropiadas que son las enseñanzas de la Biblia para satisfacer sus necesidades más profundas e íntimas. Además de ayudarlos a tratar con desafíos interpersonales y escolares, la Biblia puede traer curación.
Una noche, un niño de once años repentinamente se puso tan enfermo que su sufrimiento se hizo evidente a sus padres y hermanos. Habiendo asistido fielmente a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana durante varios años, conocía muy bien el poder sanador de Dios como lo habían demostrado Cristo Jesús y otras personas mencionadas en la Biblia. El niño y su madre se fueron a otra habitación, donde hablaron sobre muchas de las curaciones de Jesús y otros ejemplos de la autoridad de Dios, que él había aprendido en la Escuela Dominical y a través de la Lección Bíblica semanal en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana.
Conversaron sobre el hecho de que si este poder sanador había sido evidente siglos antes del nacimiento de Jesús, durante el ministerio del Salvador, en la vida de la Sra. Eddy al ella seguir el ejemplo de Jesús, y en experiencias anteriores que este niño y sus hermanos habían tenido, ciertamente estaba presente y disponible en ese mismo momento. Después de diez o quince minutos de orar con su madre y reconocer la autoridad siempre presente de Dios, el niño sanó totalmente y pudo reunirse con su familia.
¿No es la misión de nuestras Escuelas Dominicales fomentar las cualidades semejantes al Cristo en nuestros hijos y ayudarlos a que despierten a la vitalidad actual de las enseñanzas de Cristo Jesús y de la Biblia?
Por supuesto, la gente, sin exceptuar a los estudiantes jóvenes de Ciencia Cristiana, busca respuestas a sus preguntas y deseos en muchas direcciones. De hecho, la mente mortal arremete para convencernos de que nuestro origen y destino deberían buscarse en cualquier lugar, menos en las verdades espirituales reveladas en las Escrituras y en los escritos de la Sra. Eddy. ¿Por qué? Porque la luz del Cristo, la Verdad, expone a la mente mortal por lo que es: la nada, haciéndose pasar por inteligencia e influencia verdaderas. De manera que el desafío al que se enfrentan no sólo los maestros y alumnos de la Escuela Dominical, sino todos nosotros, yace en la tendencia que tiene la mente mortal de permanecer dormida a la Verdad salvadora que está respondiendo a las necesidades más profundas de la humanidad.
A medida que la mente humana despierta para percibir más claramente al Cristo y reconocer a la Mente, Dios, como la única consciencia verdadera que existe, naturalmente desea más alimento espiritual del Cristo, la Verdad. También se vuelve más experta para rechazar los falsos apetitos del materialismo. Pero, ¿cómo despierta uno a esta percepción del amor y cuidado de Dios? ¿Cómo puede un maestro de la Escuela Dominical alentar este progreso en sus alumnos?
El conocimiento que se obtiene solamente por medio de los sentidos materiales o de la investigación intelectual no traerá el cambio necesario. El despertar espiritual ocurre cuando comprendemos la verdad y aprendemos a vivir según nuestros sentidos espirituales, y a medida que invertimos las pretensiones que nos llegan a través de los sentidos materiales. Nuestros sentidos espirituales se hacen más receptivos cuando fomentamos el anhelo interior, que cada uno de nosotros posee naturalmente, de conocer la verdad, de ser aquello para lo que Dios nos creó: Su linaje espiritual. Y el despertar espiritual comienza a medida que amamos honesta y profundamente a Dios, que es Amor y que es la fuente de todo lo verdaderamente bueno que jamás hayamos conocido.
Las enseñanzas de Cristo Jesús no son una mera serie de conocimientos que deben ser transmitidos de una mente a otra; son más bien la idea-Cristo expresada en esas enseñanzas que amanece en la consciencia individual. Los maestros alientan este amanecer en sus estudiantes (y los padres en sus hijos) al esforzarse por comprender más profundamente que Dios es la única Mente y que el hombre lo expresa constantemente. Podemos afirmar que nosotros respondemos y despertamos al Cristo, la Verdad, porque lo que se manifiesta como hombre es consciencia espiritualmente despierta. Esa consciencia es la naturaleza espiritual verdadera de los niños, como los define la Sra. Eddy en Ciencia y Salud: “Los pensamientos y representantes espirituales de la Vida, la Verdad y el Amor”.Ciencia y Salud, pág. 582. Podemos ver con mayor firmeza a los jóvenes como los pensamientos espirituales que siempre han sido — y encontrar nuestro propio estado espiritual como hijos de Dios — en la medida en que desafiamos la descripción limitada que la mente mortal tiene de los niños, como lo expresa la segunda parte de esa definición: “Creencias sensuales y mortales; contrahechuras de la creación, cuyos originales mejores son pensamientos de Dios, no en embrión, sino en madurez; suposiciones materiales de vida, sustancia e inteligencia, opuestas a la Ciencia del ser”.Ibid., pág. 583.
Las enseñanzas de Cristo Jesús, a través de la autoridad espiritual que tienen, nos ayudan a elevarnos a nosotros mismos y a nuestros alumnos. En el Evangelio según San Mateo leemos: “Y cuando terminó Jesús estas palabras, la gente se admiraba de su doctrina; porque les enseñaba como quien tiene autoridad, y no como los escribas”. Mateo 7:28, 29. ¿Y cómo enseñaban los escribas? Basaban sus enseñanzas en tradiciones transmitidas por un gran número de maestros anteriores a ellos.
Muchas veces se considera que la tradición tiene autoridad, pero dado que la enseñanza de Jesús contrastaba con la enseñanza de los escribas tradicionales, claramente su autoridad provenía de otra fuente. ¿Era el carisma personal o la autoridad de la personalidad? No; venía de Dios. El lo decía con estas palabras: “No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente”. Juan 5:19.
Nosotros también podemos recurrir a Dios para obtener dirección, inspiración, curación y sabiduría. La autoridad de Jesús procedía de su total cometido a la realidad y supremacía de Dios y su confianza en ellas, y procedía del amor que fluía naturalmente de la percepción a la manera del Cristo que él tenía de la humanidad. Las buenas nuevas son que los recursos del Amor divino están también disponibles y son demostrables en la vida de cada uno de nosotros.
Ciencia y Salud afirma: “El hecho central presentado por la Biblia es la superioridad del poder espiritual sobre el poder físico”.Ciencia y Salud, pág. 131. El recurrir a las Escrituras en busca de apoyo y dirección como maestros en la Escuela Dominical y como padres, nos permitirá ayudar a los jóvenes a descubrir este poder infinito que puede despertar su innata sed de comprensión espiritual. Y la bendición que esta sed recibe es una creciente comprensión de la totalidad y plenitud de Dios. Como lo declaró Cristo Jesús: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados”. Mateo 5:6.