La guerra entre pandillas de jóvenes tiende a ocupar los titulares de los periódicos. Pero las pandillas y la hostilidad que por lo general las acompaña, empiezan en pequeña escala, fuera de la atención pública, con individuos y pensamientos individuales.
White es un Científico Cristiano, cuyo empleo como administrador de una escuela pública en el sur de California, ha tenido que ver con pandillas de estudiantes. El relato especial que él comparte en la Reseña que sigue, muestra que las pandillas de jóvenes no tienen por qué augurar dificultades, entre ellas o en el sistema escolar. También nos recuerda cuán eficaz es la oración humilde y sencilla.
Esa tarde, la atmósfera en la oficina de mi escuela era de enojo, estaba tensa y auguraba violencia, y yo me sentía incapaz de resolver la situación. Ante mí estaban sentados cuatro jóvenes que representaban el liderazgo de las dos pandillas en nuestro colegio y habían tenido altercados entre ellas desde el comienzo del año escolar.
Como administrador a cargo del comportamiento de los estudiantes, había arbitrado sus argumentos en varias ocasiones, intervenido en confrontaciones enojosas, confiscado sus armas, mantenido reuniones con todos los jóvenes involucrados, aconsejándolos individualmente, halagándolos, suspendiéndolos y amenazándolos con expulsarlos del colegio. Todo ello sin efecto positivo.
Ahora, los cuatro estaban sentados frente a mí, esperando escuchar otra arenga semejante acerca de la más reciente batalla entre ellos. El problema era que no sabía qué decirles. Toda buena razón humana para terminar con esa clase de comportamiento se las había explicado: obstrucción en su instrucción, desorganización en el colegio, riesgo de lastimaduras corporales, posibles arrestos, y así por el estilo. Entonces, completamente inesperado, parte de una declaración del libro de texto de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana, Mary Baker Eddy, vino a mi pensamiento: “Un solo Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones...” Ciencia y Salud, pág. 340. La frase completa dice: "Un solo Dios infinito, el bien, unifica a los hombres y a las naciones; constituye la hermandad del hombre; pone fin a las guerras; cumple el mandato de las Escrituras: 'Amarás a tu prójimo como a ti mismo'; aniquila a la idolatría pagana y a la cristiana — todo lo que es injusto en los códigos sociales, civiles, criminales, políticos y religiosos; establece la igualdad de los sexos; anula la maldición que pesa sobre el hombre, y no deja nada que pueda pecar, sufrir, ser castigado o destruido".
No mencioné esto a los jóvenes. En vez, moví mi silla cerca de ellos y dije: “Cada uno de ustedes ha ido a la iglesia en una u otra ocasión ¿verdad?” Habían ido. (Todos ellos estaban afiliados a alguna iglesia cristiana.) “Y cada uno de ustedes en una u otra ocasión durante el culto de esa iglesia oró algo que se llama el Padre Nuestro”. Por supuesto, me refería a la oración dada por Cristo Jesús a los discípulos. Estaban de acuerdo. “Y ahora”, agregué, “quiero que uno de ustedes me diga las primeras dos palabras de esa oración que todos ustedes dijeron”. Era triste ver que los jóvenes tuvieron que pensar bastante tiempo, pero finalmente concluimos que las primeras dos palabras eran “Padre nuestro”. “Noten”, les dije, “que no dice nuestro Padre indio, mexicano, blanco o negro. Sólo dice ‘nuestro’, para todos nosotros. Ahora pues, caballeros, quiero que se vean mutuamente de una nueva manera, porque si Dios verdaderamente es nuestro Padre, entonces, ¿qué relación mutua tienen ustedes?” La palabra hermanos salió suave e irónicamente de cuatro bocas.
Al terminar la reunión con ellos, dije: “Pues bien, en todas las familias hay desacuerdos violentos algunas veces”. Puesto que en el sentido más verdadero todos somos una “familia”, indiqué que podíamos restaurar la paz comprendiendo que, “después de todo, éste es mi hermano” y luego perdonar, olvidar y seguir adelante con nuestra vida.
Esto ocurrió hace varios meses. A partir de entonces, las dos pandillas terminaron sus rencores voluntariamente. No ha habido incidentes raciales relacionados con dificultades entre pandillas. Lo mejor de todo es que muchos de los muchachos de ambos lados se han vuelto buenos amigos y tienen relaciones sociales, académicas y atléticas entre ellos en el colegio.
Ahora bien, no debemos pensar ni por un momento que la supervisión adecuada, las actividades constructivas y una sólida estructura de disciplina y afecto no son necesarias en este momento. Lo son. No obstante, no podemos esperar curar mediante ellas, porque no abarcan lo que se requiere. Es decir, no van a la base de la armonía y la hermandad, es un hecho que debido a que sólo hay un Padre-Madre Dios, nosotros (contrariamente a las apariencias superficiales) no somos muchos bandos separados e inarmoniosos, sino que realmente somos una familia afectuosa bajo la infalible y pacífica dirección de Dios.
Quienquiera que ore en conformidad con estas líneas de la ley divina — la ley que define nuestra verdadera relación con Dios y de uno con otro — puede demostrar en su propia experiencia las palabras de San Juan: "Amados, ahora somos hijos de Dios". 1 Juan 3:2.
Yo era uno de los muchachos en esa reunión. Jamás había pensado acerca de que todos somos hermanos y hermanas. Creo que es verdad. Está surtiendo buen efecto ahora, y ya no hay tantos problemas.
Ahora las cosas están mejor en nuestro colegio. El que haya distintas razas ya no tiene tanta importancia. Yo ya sabía que Dios es nuestro Padre, pero no me comportaba de acuerdo con ello hasta ahora. Estoy feliz porque todo ha cambiado para bien.
Yo estuve en la reunión. Jamás pensé que otros eran nuestros hermanos y hermanas. Ahora hay más paz con los mexicanos. En realidad, jamás había pensado mucho en Dios.
