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Mary Baker Eddy y la autoridad de la revelación

Del número de mayo de 1989 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Imaginemos por un momento que estamos en el Edificio Original de La Iglesia Madre en el culto del domingo del 26 de mayo de 1895. A la mitad del culto, Mary Baker Eddy entra inesperadamente por la entrada posterior del auditorio. Camina hacia la plataforma. Como un biógrafo dice al relatar el incidente, el solista da a la congregación “el tiempo necesario para serenarse nuevamente”. Ver Robert Peel, Mary Baker Eddy: The Years of Authority (New York: Holt, Rinehart and Winston, 1977), pág. 77. Acto seguido, la Sra. Eddy se pone de pie y habla a la congregación durante unos veinte minutos — con sencillez, sinceridad y de manera inolvidable — sobre la necesidad de arrepentirse y vencer el pecado.

Las reminiscencias de quienes estaban presentes muestran la profunda impresión que causó su presencia en la congregación. Un sociólogo podría decir que éste fue un ejemplo típico del efecto que una guía “carismática” produjo en sus impresionables seguidores. Mas para los Científicos Cristianos activos que allí estaban, como para quienes puedan leer los relatos del incidente, algo más profundo se estaba operando.

¿Qué fue? ¿Qué dio a la Sra. Eddy tal autoridad? ¿Qué continúa dándole esa autoridad ante los ojos de los Científicos Cristianos hoy en día?

Ciertamente no era que la Sra. Eddy como persona aspirara a tener poder humano o procurara dominar a otros, como algunas veces se dice. Ella no emprendió la tarea de llegar a ser la Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana; ella vio que las exigencias eran enormemente rigurosas, y, en ciertos momentos, habría estado más que feliz que otros compartieran la inmensa carga de responsabilidad que había caído sobre ella. Y se dio cuenta de que el tener que reprender a otros era una de las cruces más pesadas que tenía que soportar.

Tampoco sería apropiado para los Científicos Cristianos decir que la Sra. Eddy poseía autoridad sobre la base de que Dios, habiendo creado una raza de mortales pecadores, le había dado a ella una señal de aprobación especial para ser entre muchos posibles candidatos la Descubridora de la Ciencia Cristiana. Hablando de su misión, dijo en cierta ocasión a uno de sus alumnos: “No es porque yo haya sido elegida especialmente para revelar esta Ciencia, sino que es como si hubiera habido otros parados cerca de una ventana, y porque yo estaba más cerca del cristal, la luz cayó sobre mí”. Citado en The Emergence of Christian Science in American Religious Life por Stephen Gottschalk (Berkeley: University of California Press, 1973), pág. 29.

Podríamos decir, entonces, que la continua autoridad de la Sra. Eddy ante los ojos de los Científicos Cristianos no proviene ni de un deseo personal de ella ni de una investidura sobrenatural. En último análisis, esa autoridad proviene de lo genuino de la luz espiritual que cayó sobre ella y del hecho que permaneció totalmente fiel a esa luz. Proviene de la verdad autoritativa de su descubrimiento espiritual: la verdad de la totalidad de Dios, que incluye al hombre como Su hijo, pero que excluye cualquier realidad o poder opuesto a El.

Los Científicos Cristianos ven ese descubrimiento espiritual como revelación, pero no en el sentido de que fue como un rayo que cae inesperadamente. La Sra. Eddy misma habla del proceso del descubrimiento mediante el cual, en sus propias palabras, ella fue “llevada a los laberintos de la metafísica divina por medio del evangelio del sufrimiento, la providencia de Dios y la cruz de Cristo”.Retrospección e Introspección, pág. 30. Ese descubrimiento fue indiscutiblemente revelador. Marcó el acontecimiento en la experiencia humana de una comprensión muy grande de Dios y de la realidad espiritual.

Como la Sra. Eddy tan bellamente lo explica en Escritos Misceláneos cuando habla de su curación de los efectos de un grave accidente ocurrido en 1866: “Esa breve experiencia llevaba en sí una vislumbre de la gran realidad que desde entonces he tratado de explicar a los demás, es decir, la Vida en el Espíritu y del Espíritu; siendo esta Vida la única realidad de la existencia”.Esc. Mis., pág. 24.

El hecho más importante para comprender la obra de toda la vida de la Sra. Eddy como Descubridora y Fundadora de la Ciencia Cristiana es que, una vez que le fue revelada la verdad, fue completamente fiel a lo que ella había descubierto. No fue el único factor en su experiencia; como cualquier otra persona, ella tenía que vencer elementos de temperamento y de personalidad humana. Pero esa verdad se volvió el factor gobernante en su experiencia. Otros hubieran vacilado y dudado, se hubieran acercado y alejado, o aferrado a la Ciencia Cristiana por algún propósito para luego abandonarla por otros, o meramente añadirla a un concepto tradicional de la vida. Pero la Sra. Eddy se dio de alma y corazón a lo que había visto, lo hizo a tal grado que ella no puede ser separada de la Ciencia que descubrió.

Fue esa abnegación, ese abandono del yo, lo que hizo que su obra en bien de su Iglesia fuera demostrada con tal rectitud. Hoy en día, como en los tiempos de la Sra. Eddy, sus seguidores hallan en sus escritos la inspiración y dirección concreta que confirman su misión como la Guía constante de la Iglesia de Cristo, Científico.

Su fidelidad a su misión confirma también su declaración en Ciencia y Salud: “Dios escoge para la misión más elevada a quien haya logrado una aptitud tal para desempeñarla que cualquier abuso de esa misión se hace imposible”.Ciencia y Salud, pág. 455. Esa fidelidad entrañaba más que la búsqueda tenaz de un ideal religioso. Tal determinación difícilmente hubiera sido suficiente por sí misma para superar los obstáculos que tuvieron que vencerse para el cumplimiento de esa misión, como tan claramente fue. La Sra. Eddy no sólo desafió al mundo con una enseñanza religiosa que dio directamente en la cara del materialismo tanto en la religión como en la medicina. Ella lo hizo como una mujer que asume una posición de liderazgo en una sociedad dominada por los hombres.

Sólo hubo una manera por la cual la Sra. Eddy logró lo que hizo ante la oposición que la enfrentó: siendo tan fiel a lo que descubrió que su vida y logros fueron un testimonio de la verdad de su descubrimiento. Para ella, la Ciencia Cristiana no era simplemente un sistema de opiniones humanas y “puntos de vista” religiosos que había que imponer a otros. Era la verdad misma del ser. Y desde el momento del descubrimiento en adelante, vivió toda su vida de acuerdo con esa verdad y con el más profundo discipulado cristiano.

Lo que ocurrió en su experiencia quizás pueda comprenderse mejor en términos de una frase que viene de la traducción de un versículo de Juan en The New English Bible. Allí las conocidas palabras de Jesús, según el evangelio de San Juan 8:31, “Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos” son traducidas: “Si vosotros permaneciereis en la revelación que he traído, seréis verdaderamente mis discípulos”.

La vida de la Sra. Eddy, con su notable norma de sacrificio y triunfo, hace que nos percatemos profundamente de que ella era verdaderamente discípula del Maestro. Por eso pudo decir en su Mensaje a La Iglesia Madre para el año 1901, y que repitió después el año siguiente: “Seguid a vuestra Guía sólo en tanto que ella siga a Cristo”.'01, pág. 34; ver también Mensaje para el año 1902, pág. 4.

El adelanto espiritual que vino a su experiencia con el descubrimiento de la Ciencia Cristiana reveló el significado pleno de la revelación que Jesús había enseñado y vivido. La llevó hacia ese “Espíritu de verdad” que él llamó el Consolador, y que dijo explicaría todas las cosas y guiaría hacia toda la verdad. Ver Juan 14:26; 16:13. Mediante su propio y radical discipulado cristiano, pudo permanecer en esa revelación. Y esa firme y obediente manera de pensar espiritual le dio la autoridad necesaria para fundar la Iglesia y escribir el Manual de La Iglesia Madre, que junto con sus otros escritos publicados provee una norma continua para la Iglesia hoy en día.

Para los Científicos Cristianos, la experiencia continua del movimiento los lleva de manera natural a una apreciación cada vez más profunda de la autoridad e integridad del liderazgo de la Sra. Eddy. Tomando en cuenta el perturbado curso del mundo religioso de hoy en día, es importante también que los que no son Científicos Cristianos reconozcan más su importancia como pensadora cristiana y guía religiosa.

Quienquiera que esté dispuesto a considerar su vida y obras sin prejuicio no puede dejar de impresionarse por su valentía en declarar con inflexible honestidad los asuntos fundamentales que encara la humanidad. De esa manera, el pensador sin prejuicios podrá comprender mejor la clase de guía que era ella — y es — para quienes están comprometidos a practicar su enseñanza.

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