¿Cómo pude dudar?
¿Cómo pude asombrarme?
¿Cómo pude estar ansiosa?
Tú estabas siempre allí.
Tú siempre me contestaste.
Tú siempre respondiste a mi necesidad.
Ahora, cuando empiezo a sentir ansiedad,
Cuando empiezo a asombrarme o a dudar,
Recuerdo que
Tú estabas siempre allí.
Tú siempre me contestaste.
Tú siempre respondiste a mi necesidad.
Y otra vez lo harás.
¡Gracias, Padre!
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