Hay una bella canción titulada Candle on the Water (Una vela sobre el agua). Para mí esas palabras sugieren la suave luz de una vela justo delante de mí cuando surco el agua en una noche oscura y nublada. Siempre que pienso en esa imagen, siento la provisión y el amor eternos de Dios. La vela me recuerda a la Biblia, guiándonos al hogar e iluminando la penumbra a lo largo del camino. Si nos aferramos a la verdad espiritual que hallamos allí, triunfaremos. Finalmente llegaremos a un puerto seguro.
Quien haya estado en el mar, en un lago o en un río en una noche nublada sabe lo oscuro que puede ser. El agua refleja la negrura de la noche, de tal manera que la oscuridad parece total, está arriba, al lado y abajo de nosotros. Lo más importante en ese momento es tener un sentido de dirección, una guía: una luz que nos muestre el camino. Para mí, las noches nubladas en el agua simbolizan los momentos en que nos sentimos totalmente perdidos, rodeados por la oscuridad y el temor.
Todos hemos estado en nuestras propias aguas oscuras. Y con humildad, a veces con desesperación, hemos anhelado algo que nos iluminara el camino y nos dijera a dónde ir para llegar a un refugio tranquilo. La Biblia hace precisamente eso. La persistencia y promesa del amor de Dios son los temas perdurables de la Biblia. La Palabra de Dios nos llega por medio de las páginas de la Biblia, a través del tiempo y en las voces de mucha gente, penetrando las tinieblas en las que tal vez nos encontremos en el curso de nuestra vida. La inspiración de la Biblia ha brillado durante siglos, y brillará por todos los siglos venideros. Su luz jamás se debilita; su curso jamás cambia. Apacigua las agitadas olas, endereza nuestro torcido sendero e ilumina la noche. Nos dirige hacia la única fuente de toda luz verdadera: Dios, el Espíritu infinito.
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