Hace algunos años perdí dos embarazos. También pasé por un divorcio. Después de esas tribulaciones, me encontré viviendo sola en un pequeño apartamento, lejos de mi familia y de mis amigos, sin dinero y sin trabajo. Pero tenía conmigo un ejemplar de la Biblia y de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. (Acababa de empezar a estudiar Ciencia Cristiana.)
Algunos meses después, me hice miembro de una iglesia filial. Entonces, como San Pablo después de haber tenido su visión del Cristo cuando iba camino a Damasco (ver Hechos, capítulo 9), me di cuenta de lo mucho que necesitaba crecer espiritualmente, obtener un mejor entendimiento de Dios y de mí misma como Su hija amada. Mis condiciones mejoraron. Sané de varios malestares, y paso a paso aprendí a conocer a Dios como una ayuda siempre presente, como el Amor divino.
Mientras tanto, me volví a casar, y desde el comienzo mismo de nuestro matrimonio, mi esposo y yo sentimos que tener un hijo sería una bendición. Esperamos más de cinco años por ese dulce acontecimiento. Durante esos años recibí ayuda, por medio de la oración y en varias oportunidades, de practicistas de la Ciencia Cristiana. También oré para silenciar el temor morboso de perder otro hijo o no llegar a tener ninguno. Sobre todo deseaba comprender la creación de Dios en toda su perfección, completa, aunque desarrollándose eternamente. En el capítulo titulado “Génesis” en Ciencia y Salud, leemos (pág. 519): “Así las ideas de Dios en la existencia universal son completas y expresadas para siempre, porque la Ciencia revela la infinitud y también la paternidad y maternidad del Amor”.
Este trabajo de oración me permitió echar fuera al “viejo hombre”, y me permitió purificar mi deseo de ampliar mi sentido de familia. A los pocos meses, descubrí que estaba embarazada. A menudo meditaba sobre este pasaje de la Biblia (Isaías 66:9): “Yo que hago dar a luz, ¿no haré nacer? dijo Jehová. Yo que hago engendrar, ¿impediré el nacimiento? dice tu Dios”.
Durante el embarazo, algunos cambios físicos que se efectuaron únicamente por medio de la oración luego ayudaron al nacimiento; también sané de una infección urinaria. El médico que me examinó durante el embarazo y que atendió el parto, notó estos cambios, así como la curación de la infección.
Cuando nació nuestra pequeña hija — en un hospital, pero sin medicación — todo fue normal y armonioso. Mi marido y yo lloramos, tan grande fue nuestro gozo.
Me gustaría relatar otra curación. Mi marido, que no es Científico Cristiano, sanó completamente de hepatitis sólo mediante la oración (Un miembro de mi familia, que está en la profesión médica, vio a mi marido durante ese período e indicó que había presentido que eso era lo que él tenía.) Mi marido recobró su fuerza y se recuperó rápidamente, y no ha tenido ninguna recaída. Por todas estas bendiciones estoy llena de gratitud a Dios.
Longueuil, Quebec, Canadá
Confirmo el testimonio de mi esposa respecto al nacimiento de nuestra hija. Durante el período del embarazo, ni por un momento sentí temor por el bebé.
En efecto, sané de hepatitis. Con la ayuda de una practicista de la Ciencia Cristiana, me recuperé rápidamente de esa infección, que me había debilitado hasta el punto de haber perdido siete kilos. En el término de dos semanas había recuperado mi salud lo suficiente como para volver al trabajo. La curación total pronto se hizo evidente. Estoy profundamente agradecido.