Este prójimo mío — el mundo — está pidiendo socorro. Uno no oye decir: “¡Necesito ayuda! Deme tratamiento por la Ciencia Cristiana”. Pero sí oye: “Vivo en un barrio que cada día está peor. Temo por mis hijos”. “Mi marido está otra vez sin trabajo. Tengo miedo”. “Hace tiempo que estoy enfermo y no me mejoro”. La humanidad está gritando de diferentes maneras quejumbrosas: “Tengo miedo”.
Este prójimo mío necesita oír lo que Dios dijo a Josué: “Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas”. Josué 1:9 El mundo necesita saber cómo consoló Cristo Jesús a sus discípulos, diciendo: “No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino”. Lucas 12:32.
Tal vez este prójimo mío aún no ha escuchado la sorprendente revelación de la Ciencia Cristiana: que, después de todo, el hombre no es un mortal, sino la idea inmortal, la imagen y semejanza de la Mente, Dios; que las muchas mentes de la humanidad no son Mente en absoluto, sino que están hechas de nociones mortales, sugestiones de que hay algo aparte de Dios, la única Mente. Quizás mi prójimo aún no ha comprendido esta verdad científica que sana, es decir, que ninguna forma de mal es poderosa, dañina o verdadera, porque Dios es el único poder que existe y Dios es Amor. Pero cada uno puede ser consolado y fortalecido por la compasión cristiana que irradia el amor de Dios.
Mi prójimo — el hombre y la mujer que viven en mi calle, así como la gente del otro lado del océano a quien quizás nunca conozca — quizás no sepa todavía que la Ciencia es cristiana y que tiernamente quita los grilletes de las muñecas de la humanidad. O que la Ciencia Cristiana le fue revelada a una mujer que amaba a Dios y confiaba en El de todo corazón. Fue la Sra. Eddy quien dijo en un mensaje a su Iglesia: “Jesús dio su vida por la humanidad; ¿qué más podía hacer? Amados, ¿cuánto de lo que él hizo estamos haciendo nosotros?” Mensaje a La Iglesia Madre para el año 1902, pág. 18.
Este prójimo mío quizás sepa muy poco sobre Cristo Jesús, y menos aún sobre Ciencia Cristiana, pero estoy seguro de que el mundo entero realmente está deseando oír: “Dios te ama. Verdaderamente te ama. El Amor puede satisfacer cada una de tus necesidades, en todo momento. ¡Cuán preciado eres para el Amor! Si algo malo parece que tiene poder o control sobre tu vida, en realidad no es así. El Amor tiene infinitamente más poder que la apatía, la enfermedad o lo hereditario”.
Dudo que haya un trabajo más valioso que el de amar a cada uno de nuestros semejantes lo suficiente como para acercarnos a él en un abrazo cristiano. Tal vez el monótono lamento de la mente mortal sugiera que uno no sabe demasiado o no ama lo bastante como para ayudar. Pero, ¿es la Mente, Dios, que está sugiriendo esto? ¿Podría el Amor susurrar tal desaliento?
El Amor divino no imparte nada que sea desalentador. El desaliento nunca es nuestro propio pensamiento; es la sugestión de que Dios no está presente. La verdad radiante es que el hombre es la preciada idea de un Dios que ama; de modo que nadie debe sentirse desalentado o temeroso de expresar amor. Dios, la Verdad, me mostrará la manera práctica de compartir este entendimiento con mi prójimo.
La Sra. Eddy escribe sobre su propia lucha para compartir su descubrimiento de la Ciencia Cristiana con la humanidad: “La Descubridora de esta Ciencia podría hablaros de su timidez y desconfianza de sí misma, su soledad, sus afanes, agonías y victorias, al dar los primeros pasos en esta Ciencia, y cómo necesitó, para sobrellevarlo todo, de una inspiración milagrosa”.Rudimentos de la Ciencia Divina, pág. 17.
Jesús, nuestro ejemplo supremo, esperaba que sus discípulos ayudaran a sus semejantes y dijo: “Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia”. Mateo 10:8. Y ellos lo hicieron.
Tal vez uno no pueda aventurarse de pronto y salir a la calle y pueblos vecinos a ayudar a la gente como lo hicieron los discípulos. Pero la oración sí puede ir a todas partes, y uno puede orar todos los días con la constante gratitud de que Dios está en todas partes, abrazando tiernamente a cada uno de Sus amados hijos. Uno tiene el privilegio de orar para tener esa elevada consciencia espiritual que adquirió el autor del Apocalipsis, y en la cual, según dice la Sra. Eddy, “el hombre ya no era considerado como un pecador miserable, sino como el hijo bienaventurado de Dios”.Ciencia y Salud, pág. 573.
Todos tenemos a nuestro alrededor gente que tiene hambre de oír verdades que sanan. Y todos necesitamos ver la verdad vivida y en acción, con un amor que podamos comprender. Hay algunos que están dispuestos a aprender que los falsos y desdichados cuadros de pecado y enfermedad que llenan sus días, no son la verdad de Dios ni de Sus amados hijos. Cuando desempeñemos nuestra diaria rutina, debemos orar para que todos nos sintamos tocados por el amor de Dios. Confío en estas bellas palabras de la Sra. Eddy: “Cuando habla el corazón, por sencillas que sean las palabras, su lenguaje es siempre aceptable para quienes tienen corazón”.Escritos Misceláneos, pág. 262.
Querido prójimo — querido mundo — la Verdad, Dios, tiene las respuestas que buscamos, y yo compartiré lo que he encontrado contigo.
El Amor, Dios, verdaderamente nos ama.