Cuando la película The Last Temptation of Christ (La última tentación de Cristo), que ha causado tanta controversia, fue exhibida en cines de los Estados Unidos, gran parte del debate se centró en cómo la película representaba la manera en que Jesús hizo frente a la tentación. La película representa a Jesús imaginándose que vivía las mismas fantasías que lo tentaban.
Pero dicha descripción no se asemeja en nada a lo que la Biblia muestra acerca de la forma en que nuestro Maestro enfrentó y venció la tentación. Por cierto que el Nuevo Testamento nos dice que el verdadero Jesús fue tentado. La Epístola a los Hebreos deja bien en claro que Jesús sabía con qué tenía que enfrentarse la gente en sus vidas y que él "fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado". Hebr. 4:15.
Las palabras "pero sin pecado" son esenciales para obtener una comprensión precisa de cómo Cristo Jesús enfrentó la tentación. Es evidente, por lo que nos dicen las Escrituras, que Jesús enfrentó el pecado en la puerta de la consciencia y lo rechazó antes de que pudiera entrar en ella. Jesús no abrigó el mal, no lo entretuvo en el pensamiento con vívidas fantasías, ni aceptó el mal por un tiempo hasta poder decidir cuán atractivo podría ser. El Cristo, que Jesús tan puramente ejemplificó, lo ayudó a enfrentar valerosamente la tentación, resistirla firmemente y expulsarla, demostrando así su dominio sobre el pecado. Su inigualable obra de curación, tanto de la enfermedad como del pecado, atestigua del lugar único que Jesús ocupa en la historia como el Salvador de la humanidad.
Un incidente relatado en el Evangelio según Mateo, ilustra muy bien cómo el Salvador enfrentó y venció la tentación. Jesús estaba en el desierto ayunando. Después tuvo que enfrentar una seria prueba de su fe. La Biblia habla del diablo — de la insinuadora mentira de que hay vida separada de Dios — sugiriéndole a Jesús, primero, que el Maestro podía alimentarse con otra cosa que no fuera la verdad de Dios. Después, que voluntariosamente Jesús "probara" la gracia protectora de la ley de Dios lanzándose desde el alto pináculo del templo en Jerusalén. Y, finalmente, que Jesús renunciara a servir a Dios en favor de la promesa de recibir grandes riquezas mundanas, poder personal y prestigio. Ver Mateo 4:1–11.
En cada caso, Jesús respondió de manera inmediata a la tentación. No la aceptó ni soñó con ella. Inmediatamente negó las mentiras y las contrarrestó con la verdad bíblica específica. Las verdades de la Biblia ocupaban tan constantemente el pensamiento de Jesús que no podía ser engañado por el mal. Las tentaciones no influían para nada en su consciencia o vida porque Jesús podía verlas como lo que realmente eran: mentiras sin ninguna sustancia real ni promesa verdadera de bien.
Al rechazar la tercera tentación del diablo, Jesús respondió con estas palabras del Antiguo Testamento: "Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás". El Maestro obtuvo la victoria manteniéndose del lado de Dios, la Verdad divina, y así comprendió aún más el poder práctico de la pureza y de la integridad espiritual. "Y he aquí vinieron ángeles y le servían".
Como siempre, lo que el Salvador llevó a cabo sirvió de ejemplo permanente para sus seguidores. La forma en que Jesús enfrentó la tentación es también la forma en que nosotros podemos enfrentarla hoy en día. La forma en que Jesús venció la tentación es también la forma en que nosotros podemos vencerla hoy en día.
El libro de texto de la Ciencia Cristiana, Ciencia y Salud por la Sra. Eddy, muestra la importancia de enfrentar el mal en la puerta de la consciencia y de no dejarlo entrar. Un pasaje de Ciencia y Salud nos aconseja: "Estad de portero a la puerta del pensamiento".Ciencia y Salud, pág. 392. Y también nos dice: "El pecado y la enfermedad tienen que pensarse antes que puedan manifestarse. Tenéis que dominar los pensamientos malos en la primera ocasión, o ellos os dominarán en la segunda. Jesús dijo que ver con anhelo cosas prohibidas era violar un precepto moral. Daba mucha importancia a la acción de la mente humana, acción no visible a los sentidos".Ibid., pág. 234.
Se requiere diligencia y disciplina espiritual para vivir nuestra vida de esta manera. No obstante, mediante la oración y el estudio de la Biblia, podemos comenzar a comprender más de nuestra verdadera relación con Dios como Su imagen y semejanza espiritual. En verdad, Dios es la única Mente infinita, del todo pura y del todo poderosa. Como el hombre es la expresión perfecta de la Mente divina y realmente somos el hombre de Dios, nuestra propia consciencia está imbuida de la pureza y del poder espiritual de Dios. Por lo tanto, todos tenemos acceso ilimitado al poder de la integridad, exactamente como nos lo muestra el ejemplo de Jesús.
A medida que nos esforzamos sinceramente por seguir, paso a paso, a Jesús en su modo de enfrentar y vencer la tentación, descubrimos que la verdadera satisfacción jamás podrá hallarse en las lujurias de la carne o en las sofisticadas seducciones del materialismo actual. Lo que realmente trae satisfacción, realización y significado a la vida siempre ha de encontrarse en lo que la Biblia llama "las cosas del Espíritu", a saber, el amor, la luz y la paz del reino de Dios.
Tenemos autoridad dada por Dios para permanecer alerta a la entrada de la consciencia, y dejar que sólo el bien entre en ella o se exprese en nuestros pensamientos, palabras y acciones. Tenemos el ejemplo de nuestro Maestro para demostrar que esto puede hacerse. El resultado, seguramente, serán pensamientos más puros y una vida mejor, para nosotros y para el mundo.
