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Conocí la Ciencia Cristiana porque en una Navidad a mi madre le...

Del número de agosto de 1989 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Conocí la Ciencia Cristiana porque en una Navidad a mi madre le regalaron una suscripción al Christian Science Sentinel. Una amiga que mi madre tenía desde su niñez, y que había sido Científica Cristiana toda su vida, siempre se hallaba disponible cuando mi madre la necesitaba. Esta amiga a menudo la apoyó con su cuidado afectuoso. Sin embargo, fui yo quien "devoró" el Sentinel que le dio a mi madre. Yo siempre había estado buscando a Dios, leyendo muchos libros y obras sobre religión y filosofía. Me conmovieron profundamente los testimonios de curación en las últimas páginas del Sentinel. Me mostraron un mundo totalmente nuevo.

A fines de ese año, me casé por segunda vez y me fui a vivir a una ciudad lejana con mi pequeño hijo, y esperaba la llegada de otro niño. Mi esposo me golpeaba; y, un día, mi vida fue salvada literalmente por lo que recordé haber leído en los Sentinels. En una ocasión, enfurecido por un abrumador sentido de responsabilidad y enloquecido por el alcohol, mi esposo casi puso fin a mi vida. Me mantuve diciéndole aquella noche que Dios lo amaba.

Finalmente, me llevó a la casa de su madre. Durante las dos semanas que permanecí en cama recuperándome, y en las que se hicieron arreglos para que mi hijo fuera a vivir en otro lugar, pensé en las verdades espirituales que recordaba haber leído en el Sentinel acerca de la presencia sanadora de Dios. Estoy segura de que mi completa recuperación, y la protección que tuvo el niño por nacer, se debieron a la comprensión que había obtenido del gran amor de Dios. A fines de ese año, cuando había agotado la ayuda de los consejeros de esa ciudad, empecé a aprender más sobre la Ciencia Cristiana.

Nunca olvidaré las palabras que me dijo una practicista de la Ciencia Cristiana cuando escuchó mi historia por primera vez: "Creo que lo que usted está buscando es comprender a Dios; y, si es así, entonces la puedo ayudar". De esta manera comenzó mi estudio asiduo de la Ciencia Cristiana, y también, una nueva vida. Aunque el matrimonio no se salvó, gradualmente llegó a ser más estable de lo que había sido. Antes de nuestro divorcio, mi esposo aprendió a querer al hijo que él y yo habíamos tenido y al mío, y era más responsable. En los años que han transcurrido desde entonces, he aprendido que la mano de Dios se puede percibir obrando en toda circunstancia. He sentido que mi oración continua para ver que Dios amaba a mi ex-esposo nos ha bendecido a los dos.

Siempre estaré agradecida porque el Sentinel fue dado con la esperanza de que trajera curación y regeneración, y ciertamente ha tenido ese efecto permanente en mi vida. En mi gratitud a Dios, pienso en estas bellas palabras de Isaías (55:11): "Así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié".

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