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Sea cual fuere la ocupación que tengamos en la iglesia, es primordialmente una tarea espiritual. Pensamos que a los lectores del Heraldo les agradaría saber cómo varios Lectores en las Iglesias encararon su trabajo. Esta es la segunda parte. La primera se publicó en el Heraldo de julio del corriente año.

La lectura en las iglesias

Del número de agosto de 1989 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Servir como Segundo Lector no significa tener una labor secundaria. La lectura correcta del Libro de los libros no es tarea de poca importancia. El Primer Lector conduce el culto religioso cada domingo y el Segundo Lector comparte la responsabilidad por la unidad de este culto. ¿Significa esto que el Segundo Lector debe trabajar por medio de la oración para proteger el propósito sanador de nuestro culto? Sí, ya que honrar la Palabra — leerla de tal manera que revele su belleza, majestad, poder, gloria e importancia para las necesidades humanas — es valorarla como es debido; entonces la Palabra, bendecirá al Lector y a la congregación.

En una iglesia de la Ciencia Cristiana, la plataforma de los Lectores no tiene dos niveles, uno para el Primer Lector, y otro, un poco más bajo, para el Segundo Lector. El pastor de nuestra Iglesia, aunque se compone de dos libros, es un sólo pastor; por tanto, los Lectores actúan como uno solo al servir a ese pastor. El Segundo Lector tiene un agudo sentido de la supremacía de la Biblia, pues sin ella no hubiera sido posible escribir Ciencia y Salud. En las palabras de nuestra Guía, la Sra. Eddy, ambos libros están "predicando a esta Iglesia y al mundo" (ver Man., Art. XIV, Secc. 1).

Si nos vemos a sí mismos meramente como mortales que tratan de leer con comprensión espiritual, probablemente no nos sentiremos muy satisfechos. En cierto modo, las palabras entrarán por el ojo humano y saldrán por la boca, y aún serán meras palabras. El apóstol Pablo lo describe así: "El hombre natural no percibe las cosas que son del Espíritu de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de discernir espiritualmente" (1 Cor. 2:14). Por tanto, la Palabra de Dios se lee mejor cuando vivimos en comunión diaria con el Padre, y percibimos y expresamos algo de nuestra verdadera naturaleza como Sus humildes servidores. La santidad es natural para el hombre espiritual, de modo que no es necesario usar una especial entonación de "santo" simplemente porque estamos leyendo del libro más sagrado.

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