Mi niñez fue muy desdichada, y empecé a preguntarme, cada vez más, cuál era en realidad el significado de la vida. Aunque concurría a una iglesia cristiana y a una Escuela Dominical, con el tiempo comencé a sentirme muy insatisfecho. Lo que más me preocupaba era saber cómo era Dios y dónde estaba, y me preguntaba por qué no me sentía relacionado con El. Finalmente, me sentí muy desalentado y caí en una forma de vida disoluta. La bebida se hizo una costumbre diaria, lo mismo ocurrió con el juego, el cigarrillo y otros vicios comunes. Al final, llegué a sentir que eran pocas las razones que tenía para vivir.
En cierto momento, una joven, que vivía en la misma población, me obsequió un ejemplar de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Acepté el libro y, sin molestarme en abrirlo, lo puse en un estante cerca de mi cama. Alrededor de seis meses más tarde, una noche, después de haber bebido en exceso, me fui a acostar. De pronto, me sentí con mucho temor y muy perturbado. En ese momento, me di cuenta de que había puesto una mano sobre el libro Ciencia y Salud, que reposaba sobre el estante. Abrí el libro y leí unas pocas palabras. Si bien no las comprendí en su totalidad, inmediatamente sentí que una paz me rodeaba; la tensión y la confusión desaparecieron, y me dormí tranquilamente.
Al día siguiente, mi único deseo fue el de aprender más sobre las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, que me habían traído esa sensación maravillosa de paz. Comencé a leer Ciencia y Salud y otros escritos de la Sra. Eddy, y también empecé a concurrir a una iglesia filial. En muy poco tiempo, la bebida, el cigarrillo y otros vicios fueron vencidos y sanados. Por esta liberación, nunca he dejado de estar agradecido.
En el curso de un año, me hice miembro activo de una iglesia filial, y, durante más de sesenta años, he servido en diferentes funciones relacionadas con la organización de la iglesia. También debo mencionar que, más tarde, contraje matrimonio con la joven que me dio a conocer la Ciencia Cristiana, quien luego fue practicista registrada en The Christian Science Journal.
Luego de un período de aprendizaje en el ramo de la construcción, comencé, poco a poco, mi propio negocio, que resultó ser gratificador y exitoso. Ahora estoy retirado de ese negocio, pero al reflexionar, he llegado a darme cuenta, cada vez más, de lo evidente que se hizo en mi vida el propósito que Dios tiene para el hombre. Durante mi profesión de constructor tuve muchas experiencias difíciles, pero, por medio de la oración, siempre fui guiado a tomar las decisiones correctas, y finalmente prevaleció la armonía.
A través de los años, he tenido muchas curaciones físicas. Una muy importante sucedió cuando me caí de un edificio en construcción. Sentí que las costillas se habían roto y durante varios días tuve mucho dolor. Sin embargo, pedí a un practicista que me ayudara por medio de la oración, lo que hizo amorosamente, y dos semanas después estaba completamente bien.
Un fuerte ataque de herpes zoster fue sanado en tres semanas. Con la ayuda de un practicista, la curación de sordera fue otra prueba de la relación inseparable del hombre con Dios. En la página 303 de Ciencia y Salud se nos dice: "Dios, sin Su propia imagen y semejanza, no tendría entidad, sería una Mente inexpresada. No tendría testigo o prueba de Su naturaleza".
Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras me abrió la Biblia, convirtiéndola en un libro de instrucción y dirección en el diario vivir, en una enseñanza espiritual. Así aprendí que la verdadera naturaleza del hombre es la expresión de Dios, el Espíritu, su fuente divina. Mi gratitud por Cristo Jesús, nuestro Mostrador del camino, y por su discípula leal, la Sra. Eddy, no tiene límites. Doy gracias a Dios por Su amor infalible, que me guió hacia la Ciencia Cristiana.
Weston-super-Mare, Avon, Inglaterra
