Mi niñez fue muy desdichada, y empecé a preguntarme, cada vez más, cuál era en realidad el significado de la vida. Aunque concurría a una iglesia cristiana y a una Escuela Dominical, con el tiempo comencé a sentirme muy insatisfecho. Lo que más me preocupaba era saber cómo era Dios y dónde estaba, y me preguntaba por qué no me sentía relacionado con El. Finalmente, me sentí muy desalentado y caí en una forma de vida disoluta. La bebida se hizo una costumbre diaria, lo mismo ocurrió con el juego, el cigarrillo y otros vicios comunes. Al final, llegué a sentir que eran pocas las razones que tenía para vivir.
En cierto momento, una joven, que vivía en la misma población, me obsequió un ejemplar de Ciencia y Salud por la Sra. Eddy. Acepté el libro y, sin molestarme en abrirlo, lo puse en un estante cerca de mi cama. Alrededor de seis meses más tarde, una noche, después de haber bebido en exceso, me fui a acostar. De pronto, me sentí con mucho temor y muy perturbado. En ese momento, me di cuenta de que había puesto una mano sobre el libro Ciencia y Salud, que reposaba sobre el estante. Abrí el libro y leí unas pocas palabras. Si bien no las comprendí en su totalidad, inmediatamente sentí que una paz me rodeaba; la tensión y la confusión desaparecieron, y me dormí tranquilamente.
Al día siguiente, mi único deseo fue el de aprender más sobre las enseñanzas de la Ciencia Cristiana, que me habían traído esa sensación maravillosa de paz. Comencé a leer Ciencia y Salud y otros escritos de la Sra. Eddy, y también empecé a concurrir a una iglesia filial. En muy poco tiempo, la bebida, el cigarrillo y otros vicios fueron vencidos y sanados. Por esta liberación, nunca he dejado de estar agradecido.
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