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La Biblia: nuestro vínculo con los demás

Del número de agosto de 1989 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Hace unos dos años, durante la Semana Nacional de la Biblia, Se celebra anualmente en los Estados Unidos de América la última semana de noviembre. estuve pensando mucho sobre el amigo común de todos los seres humanos, la Biblia. Cuando oraba por la Sociedad de la Ciencia Cristiana de que soy miembro y acerca de su relación con la comunidad, me di cuenta de que el gran vínculo que tenemos todos los cristianos es la Biblia. A pesar de sus distintas traducciones, interpretaciones, sectas, la Biblia sigue siendo la Biblia. Me sentía emparentada con toda la humanidad.

En esa misma época, tuve que viajar a otra ciudad. Al llegar a destino, tomé un taxi desde el aeropuerto a la ciudad. Había otros tres pasajeros en el largo viaje hasta el centro. Naturalmente, no nos conocíamos, y después de un largo silencio, el chofer, en un esfuerzo por iniciar una conversación, empezó a contar un anécdota.

Cierta vez, cuando tuvo que enfrentar un problema difícil, parecía que nadie se interesaba por él. Entonces decidió volver a su antigua iglesia y hablar con uno de los clérigos que allí conocía, una persona a quien él apreciaba. Finalmente lo encontró en el patio, jugando al básquetbol con algunos de sus colegas. Le dijeron amablemente que él lo vería en cuanto se terminara el partido. Nuestro chofer sintió que no podía esperar tanto, y se fue muy desilusionado. Nos dijo que se sintió muy solo, y puesto que él era el único a quien este problema parecía preocuparle, caminó cuadras enteras hablando solo y escuchándose a sí mismo.

Lo que nos contó me conmovió hondamente, pero ninguno de los otros pasajeros reaccionó. Después de un momento de oración en silencio, hablé y le dije que siempre que tengo un problema me consuela mucho leer la Biblia. Continué hablando sobre algunos capítulos y versículos que me gustan especialmente. De inmediato, se iluminó el rostro de uno de los pasajeros, y compartió con nosotros su capítulo favorito de la Biblia y dijo cómo lo había ayudado. Otro pasajero procedió a hacer lo mismo, y fue seguido rápidamente por un tercero, quien compartió una curación que había experimentado al leer la Biblia. Durante el resto del viaje la conversación continuó libre y alegremente en tributo a nuestra amiga mutua, las Sagradas Escrituras. Creo que todos lamentamos sinceramente que nuestro viaje hubiera terminado.

Ni una sola vez en nuestra conversación se mencionó ninguna denominación religiosa específicamente, ni hubo ninguna clase de desacuerdo o proselitismo. En cambio, prevaleció un espíritu de unidad universal. Debo agregar que éste fue el único tema de conversación durante el corto tiempo que duró nuestro trato, y cada uno siguió su camino, nutrido por un sentido renovado de hermandad y unidad.

Después de esta experiencia me he dado cuenta de que la Biblia es, en general, un punto de contacto con muchas personas de mi comunidad, sea cual fuere su manera de pensar. Esto ha aumentado significativamente mi aprecio por el poder de la Palabra de Dios.

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