Skip to main content Skip to search Skip to header Skip to footer

Desde temprana edad me preguntaba por qué las cosas sucedían de...

Del número de enero de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Desde temprana edad me preguntaba por qué las cosas sucedían de ese modo y recibía respuestas que no me satisfacían. La inconformidad continuó así por muchos años y mis problemas aumentaron. Finalmente, me sentí tan desdichado e incapaz de hacerle frente a la vida y convencido de que mi familia estaría mejor sin mí, que intenté suicidarme. (Yo había estado bajo atención médica tomando varios tipos de medicamentos. Sufría de artritis, severos dolores de cabeza y problemas en la espalda que me incapacitaban, y otros problemas.)

Cuando el intento de suicidio falló, me quedé con mucho en que pensar. Ya no podía huir de mis múltiples y crecientes problemas, sino que tenía que hacerles frente. Al día siguiente, un amigo que conocía bien mi situación, me dio a conocer la Ciencia Cristiana.

Debo admitir que no acepté la Ciencia Cristiana de todo al corazón al instante, pero sí pedí prestado el libro de texto, Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por la Sra. Eddy. Los primeros capítulos del libro contestaron algunas de las preguntas con las que había estado luchando desde mi niñez.

Al pasar los meses, fui capaz de enfrentar aspectos de mi vida de los cuales había estado tratando de huir. Esto no fue fácil, pero obtuve la fuerza y el valor para hacerles frente. Surgió en mi consciencia la convicción de que la Ciencia Cristiana era la verdad espiritual del ser que yo siempre había estado buscando.

La primera de muchas obvias curaciones la experimentó mi hijo mayor. El sufría de asma y había estado bajo atención médica. Una noche empezó a tener dificultad para respirar y estaba muy agitado. Pensé que si la Ciencia Cristiana era eficaz ésta era una buena oportunidad para probarla. Abrí el libro de texto en la página 16 donde dice: “Sólo a medida que nos elevamos por encima de toda sensación material y de todo pecado, podemos alcanzar la aspiración celestial y la consciencia espiritual que están indicadas en el Padre Nuestro y que sanan instantáneamente al enfermo”. Empecé a leer en voz alta el Padre Nuestro con su interpretación espiritual en las páginas 16 y 17. El niño se tranquilizó y se quedó dormido. Este fue el fin del asma. Nunca volvió.

En nuestra familia ha habido muchas curaciones, incluyendo las de mal carácter, fiebre y enfermedades en la piel. Las dificultades físicas por las cuales había estado al cuidado de un médico (mencionadas al principio de este testimonio) también fueron sanadas a través de mi estudio y práctica de las verdades de esta Ciencia.

Estoy sinceramente agradecido por todas las curaciones que hemos tenido, pero estoy aún más agradecido por el modo de vida que me trajo la Ciencia Cristiana. Me da valor y fortaleza para resolver las dificultades de cada día y vencerlas a través de la oración. Me ha ayudado a sentirme más cerca de Dios, sentir realmente Su amor, y expresar ese amor sin temor.

La Ciencia Cristiana me ha enseñado un camino para vivir. Este camino, manifestado al mundo por el Maestro Cristo Jesús y dilucidado por su fiel servidora, la Sra. Eddy, significa todo para mí. Estoy muy agradecido porque puedo caminar por este sendero.

Para explorar más contenido similar a este, lo invitamos a registrarse para recibir notificaciones semanales del Heraldo. Recibirá artículos, grabaciones de audio y anuncios directamente por WhatsApp o correo electrónico. 

Registrarse

Más en este número / enero de 1990

La misión del Heraldo

 “... para proclamar la actividad y disponibilidad universales de la Verdad...”

                                                                                                          Mary Baker Eddy

Saber más acerca del Heraldo y su misión.