Hace algunos años, yo daba clases de piano durante el día entero en mi casa. Una tarde, entre clases, estaba apurada preparando una cena para mis invitados. Cuando abrí una lata, su borde dentado me hizo un corte profundo en la palma de la mano.
Recuerdo que pensé que Dios, la Verdad, mantiene la pureza del hombre y que el verdadero fluir de la Vida está en “las corrientes serenas y vigorosas de verdadera espiritualidad”. Esta frase es parte de un párrafo en Ciencia y Salud (página 99) por la Sra. Eddy que dice así: “Las corrientes serenas y vigorosas de verdadera espiritualidad, que se manifiestan en salud, pureza e inmolación propia, tienen que profundizar la experiencia humana, hasta que se reconozca que las creencias de la existencia material son una evidente imposición, y el pecado, la enfermedad y la muerte den lugar eterno a la demostración científica del Espíritu divino y al hombre de Dios, espiritual y perfecto”.
Aunque pude dar la última clase de piano del día, me preocupaba el hecho de que tenía que servir la cena. Me aferré a la verdad bíblica: “En él vivimos, y nos movemos, y somos” (Hechos 17:28). Fue una hermosa velada.
Sin embargo, cuando me preparaba para acostarme, sentí una pulsación dolorosa en la mano, y unas alarmantes líneas oscuras aparecieron por encima de la muñeca. Le dije a mi esposo lo que me sucedía. Llamé por teléfono a una practicista de la Ciencia Cristiana para pedirle ayuda mediante la oración. Ella me habló de la creación espiritual y perfecta, lo que me tranquilizó y calmó mi temor.
La mano ya no estaba hinchada, pero a la mañana siguiente la sentírígida y dolorida. Cuando hablé nuevamente con la practicista me ayudó a ver que la idea de Dios, el hombre, está siempre intacta. Se refirió a esta hermosa declaración en Ciencia y Salud: “Si Jesús despertó a Lázaro del sueño, o ilusión, de la muerte, eso probó que el Cristo podía corregir un concepto falso. ¿Quién se atreve a poner en duda esa prueba cabal del poder y buena voluntad de la Mente divina de mantener al hombre por siempre intacto en su estado perfecto y de gobernar la actividad entera del hombre?” (págs. 493-494).
Pasé la mayor parte del día leyendo y estudiando el capítulo “La Ciencia del ser” del libro de texto de la Ciencia Cristiana. Sentí un profundo sentido de paz. Reconocí que me había sentido presionada por las exigencias diarias, y cambié esta actitud por una confianza más profunda en Dios. También me di cuenta de que había estado consultando mi horóscopo en el diario con frecuencia — “sólo por diversión”— y, por lo tanto, había flirteado con la creencia en el azar en vez de honrar el gobierno de Dios. Determiné que no lo haría más.
Para ese entonces las líneas oscuras del brazo habían desaparecido en su totalidad y la herida había cicatrizado completamente. Sin embargo, me sentía preocupada al pensar si podría extender la mano. Esa semana la Lección Bíblica incluía el relato del hombre de la mano seca que Cristo Jesús sanó. Jesús dijo al hombre: “Extiende tu mano” (Lucas 6:10). El relato continúa: “Y él lo hizo así, y su mano fue restaurada”. Me di cuenta de que el temor me impedía progresar y que necesitaba seguir adelante y confiar en Dios, que mantiene al hombre intacto. Así lo hice y, con gran alegría, ¡pude tocar hasta una octava en el piano con total libertad!
Estoy muy agradecida porque esta curación aumentó mi fe en la totalidad de Dios y me demostró la absoluta falsedad de todo lo que no sea el bien, Dios.
Ashland, Ohio, E.U.A.
