A dos Científicas Cristianas — cuyo amor por la Biblia es contagioso — se les preguntó qué podrían compartir con los lectores de esta columna del Heraldo. Ambas han colaborado como anfitrionas en la Exhibición de la Biblia en el Centro de la Ciencia Cristiana, donde han tenido que contestar una amplia gama de preguntas formuladas por los niños del vecindario, eruditos de la Biblia, miembros de iglesia y agnósticos, católicos, musulmanes, fundamentalistas, transeúntes, estudiantes, turistas casuales y quienes estaban muy necesitados.
Nos resultó interesante enterarnos de que ambas anfitrionas de esta exhibición, con anterioridad ya se habían sentido impulsadas a estudiar más sistemáticamente la Biblia al haber sido invitadas a enseñar en la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Cuando les preguntamos si deseaban contribuir a esta columna, respondieron de esta manera:
“Algún día leeré la Biblia de principio a fin”.
“Realmente debería investigar más a fondo los pasajes bíblicos que no me son muy claros”.
“A medida que aprendo más sobre la vida y la época de Jesús, sus enseñanzas asumen un significado más profundo. ¿Cómo puedo aprender más sobre las vidas de los profetas y la época en que vivieron?”
“La Sra. Eddy consideró la Biblia su libro de texto. ¿La estudio yo como un libro de texto, esperando que me enseñe cómo sanar más eficazmente?”
Una comprensión sólida de las enseñanzas de la Biblia es primordial para el estudio y la práctica progresivos de la Ciencia Cristiana. Ver, por ejemplo, Ciencia y Salud 497:3—5. El estudio regular profundo de la Biblia brinda grandes recompensas, percepción más clara, iluminación espiritual, renovada inspiración. ¿Podemos enseñar realmente la verdad de la Biblia, explicarla correctamente, predicarla sin temor, si no la entendemos con claridad? Para hacer esto se requiere un estudio profundo de la Palabra divina. A veces la renuencia a hacerlo no se origina tanto en la falta de deseo como en una sensación de ineptitud. Si nos sentimos intimidados por la aparente enormidad de la tarea, podemos ser tentados a darnos por vencidos aun antes de empezar, con pensamientos que ponen obstáculos en nuestro camino: “Es realmente demasiado”. “Simplemente no tengo el tiempo”. “No sé cómo hacerlo ni por dónde empezar”.
Pero lo que debe motivar nuestra disposición para comprometernos a la tarea es realmente una cuestión de amor y obediencia. Desde este punto de vista, esperando que Dios nos guíe, encontramos que no es realmente tan difícil una vez que damos los primeros pasos. Y no hay sólo una manera correcta.
Para mí, el anhelo de ser una verdadera estudiante de la Biblia comenzó con una invitación para enseñar una clase de la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Había terminado la Escuela Dominical sólo unas semanas antes, y la idea de enseñar me asustaba. Me sentía inadecuada para enseñar las Escrituras, como lo requiere el Manual de la Iglesia por la Sra. Eddy. Ver Manual, Art. XX, Sec. 2.
Tampoco yo sabía cómo ni por dónde empezar. Pero pronto sentí casi intuitivamente que para una maestra de la Escuela Dominical, el lugar donde empezar es la Lección-Sermón en el Cuaderno Trimestral de la Ciencia Cristiana. Por lo tanto, emprendí un programa de estudio consecuente. Comencé a ir a la Sala de Lectura por lo menos dos días por semana después del trabajo. Usando los libros de referencia que había allí, buscaba cada versículo bíblico, hasta cada palabra sobre la que no estaba segura.
Lejos estaba de saber entonces lo poco que sabía realmente. Pero había algo que supe inmediatamente. Algo maravilloso estaba ocurriendo en mi vida. La inspiración que trajo cada día a mi estudio de la lección es indescriptible. Arrojó nueva luz en cada aspecto de mi vida. Encontré que verdaderamente amaba más a Dios a medida que aprendía más acerca de Su verdadera naturaleza. A veces apenas podía contener mi alegría ante cada nuevo descubrimiento. No podía esperar a que llegara la mañana del domingo para compartir con toda la clase el gozo de mi descubrimiento espiritual.
Si bien mis primeros esfuerzos fueron algo a la deriva, gradualmente hallé que mi estudio era más sistemático. Al leer la Biblia, me hacía preguntas como estas:
• ¿Cuál es el contexto de la historia?
• ¿Quiénes son los personajes? ¿Qué contribución hicieron para traer a la humanidad una comprensión más clara de Dios y de nuestra relación con El?
• ¿Qué puedo aprender sobre la cultura de la época y del lugar que pueda ayudarme a aclarar el significado del texto, especialmente las parábolas del Maestro?
• ¿Cuál es el verdadero significado de las palabras?
• Finalmente, y más importante, ¿cuál es el significado espiritual del pasaje? ¿Cómo me ayuda a ser una mejor sanadora?
Llenaba los espacios en el Cuaderno Trimestral y los márgenes de la Biblia con los puntos que deseaba recordar. Y, desde el principio, empecé a tomar notas más formales sobre los resultados de mi estudio. Encontré aliento para persistir en las reminiscencias de la Sra. Eddy respecto a sus primeros esfuerzos. Ella declara: “Mis primeros escritos sobre Ciencia Cristiana empezaron con notas sobre las Escrituras”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 114: "My first writings on Christian Science began with notes on the Scriptures."
Pronto comencé a comprar libros de referencia sobre la Biblia; un buen diccionario bíblico, un libro de comentario fidedigno, una traducción moderna [de la Biblia] y un atlas pictórico. Con el correr de los años, he ido continuamente aumentando mi colección de libros sobre la Biblia.
Es obvio que no todo Científico Cristiano encarará el estudio de la Biblia de la manera que se está desarrollando en mí. Pero toda persona que emprende un programa de estudio, por modesto que sea, hallará dividendos inmensurables de percepción e inspiración como resultado.
"Pude ver que había muchas cosas sobre la Biblia que no sabía"
Lo primero que aprendí sobre la Biblia cuando niña fue la historia de la Navidad. Porque amaba la historia, amaba la Biblia. No tenía un ejemplar, pero después alguien me habló de Moisés, y realmente aprendí los Diez Mandamientos y otros versículos de la Biblia. Luego me regalaron una Biblia.
Cuando estaba comenzando la escuela secundaria, un amigo me invitó a asistir a la Escuela Dominical de la Ciencia Cristiana. Y allí aprendí sobre el Dios de la Biblia, sobre maravillosos personajes del Antiguo Testamento, sobre las curaciones de Jesús.
Con el tiempo, llegué a ser maestra de la Escuela Dominical y tuve que contestar a preguntas tales como: ¿De veras escribió Moisés los primeros cinco libros de la Biblia? ¿Por qué algunas historias tienen más de una versión? ¿Quiénes eran todos esos profetas? ¿No sucedió nada entre el Antiguo y el Nuevo Testamento? ¿Por qué tenemos cuatro evangelios? ¿Por qué el libro de los Hechos no menciona a todos los discípulos? ¿Por qué hay cartas en la Biblia? ¿Cómo llegó a nosotros la Biblia?
No me hicieron todas estas preguntas al mismo tiempo. Pero a medida que empecé a pensar sobre ellas, agregando mis propias preguntas, pude ver que había muchas cosas sobre la Biblia que no sabía.
Busqué respuestas en varios lugares. La mejor respuesta que obtuve fue examinando la Biblia misma. Descubrí que hay una lógica en la manera en que está presentada. Los nombres de los libros dan un indicio de la idea central. Están ordenados más o menos según la historia que se está desarrollando.
Los profetas todavía me resultaban un enigma. Pero después empecé a leer cada libro. Encontré que varios profetas identificaban al rey que estaba en el trono; y al unir los profetas con los reyes, y leer los libros 1 y 2 de los Reyes y los de los profetas juntos, los profetas pasaron a ser personas reales, estaban llenos de vida, y la urgencia de su mensaje espiritual se aclaró para mí. En el Nuevo Testamento, tuve los mismos resultados al leer las cartas de Pablo con el libro de los Hechos.
Investigar preguntas a menudo me condujo a fuentes tales como un diccionario bíblico, comentarios y atlas. Pero, para mí, realmente llegué a "conocer la Biblia" cuando empecé a sentirme como un personaje en una historia bíblica, por decirlo así. O sea, cuando empecé a sentir vínculos entre la forma en que vivieron los personajes bíblicos y mi propia vida.
Se puede decir que cuanto más investigamos la Biblia, mejor percibimos lo que sucede a nuestro alrededor desde una perspectiva bíblica. Al poner al descubierto las riquezas espirituales de las Escrituras, la Ciencia Cristiana nos da una Biblia que es mucho más que una elaborada obra maestra de literatura o historia, o aun religiosa. La Ciencia ilumina la Biblia como la revelación progresiva de la realidad, de quién es Dios y la naturaleza espiritual de Su creación, el hombre. La Ciencia nos capacita para vivir esta naturaleza más plenamente, para que nos asemejemos más a aquello para lo que fuimos creados. Comenzamos a ver las cosas que nos rodean desde este punto de vista bíblico.
De la Ciencia Cristiana, la Sra. Eddy escribe: "La Biblia ha sido mi única autoridad".Science and Health (Ciencia y Salud), pág. 126: "The Bible has been my only authority." La Ciencia del Cristo hace algo extraordinario para que comprendamos la Biblia; la acerca a nuestra vida, traspasando los siglos.
Un ejemplo de esto es la luz que la Ciencia Cristiana arroja sobre la profecía bíblica. Ilustra que la profecía es visión espiritual, no simplemente predecir los acontecimientos humanos. Y dado que la visión espiritual es tan crucial hoy en día como lo era en su época, los profetas nos advierten ahora sobre los peligros del materialismo y la pérdida del idealismo espiritual. A medida que escuchamos sus consejos más fielmente, encontramos que sus promesas de que podemos obtener percepciones más claras de la realidad divina cobran vida. Entonces, cuando leemos las promesas, sentimos el gozo actual de la venida del Cristo: ".. . un niño nos es nacido.. . y se llamará su nombre Admirable". Isa. 9:6.
La primera parte de esta columna apareció en el Heraldo de diciembre de 1989.
