Durante una época de mucho desempleo nuestro hijo tenía problemas para encontrar trabajo. Muchos de sus amigos se habían unido a los negocios de sus familiares, y lamenté que no tuviéramos un negocio donde nuestro hijo pudiera trabajar.
Sin embargo, un día mientras oraba, vi con bastante claridad ¡que sí tenemos un negocio de familia, todos nosotros, el mismo que tuvo Jesús! Cuando todavía era jovencito, María y José lo encontraron en el templo de Jerusalén, hablando con los maestros de la ley que estaban allí. Después de que su madre le dijera acerca del trabajo que le había costado encontrarlo, él preguntó, “¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” Lucas 2:49. Pude ver que podemos volvernos a Dios como nuestra fuente verdadera de empleo como Jesús lo hizo. Este camino es aún más seguro que el que puedan ofrecer algunos padres con las mejores intenciones. Con este despertar encontré mi propia paz mental, y nuestro hijo pronto encontró un empleo.
Al darnos cuenta de que, en realidad, todos somos hijos de un creador — espiritual, útil y necesario — obtenemos una vislumbre de una familia bajo el constante cuidado del Padre. Aunque las circunstancias a veces puedan parecer indicar casi lo opuesto, a través del esfuerzo persistente y devoto podemos probar nuestra verdadera unidad con Dios y confirmar, a través de nuestra demostración, que hay trabajo adecuado y provisión para todos. Dado que el hombre es el hijo amado de Dios — como lo muestra la Biblia y como lo enfatiza la Ciencia Cristiana — nuestra verdadera identidad es espiritual y nuestro verdadero empleo, nuestra razón de ser, es ser testigos de la bondad del Padre al expresar Sus cualidades, tales como bondad, sabiduría y entendimiento.
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