Una amiga mía se crió a orillas del Lago Como en Italia. La casa de su familia estaba justo al borde del agua y, por supuesto, aprendió a nadar a una edad temprana. Un día, una señora que se estaba alojando con la familia dijo que iría a nadar con ella. Cuando alcanzaron la parte más profunda del lago, un viento borrascoso sopló de repente e hizo que el agua estuviera muy picada. La niña se atemorizó mucho. Sintió pánico y comenzó a hundirse. La señora que nadaba cerca de ella le gritó: “¡Camila, pon los pies sobre la roca!” Luego nadó hacia la niña y la rescató.
La señora era practicista de la Ciencia Cristiana, y empleó el término roca como símbolo de la Verdad, puesto que no había realmente una roca cerca de la niña. La niña, quien también era Científica Cristiana, sabía lo que la señora quería decir, y su obediencia a esa orden la calmó y la ayudó a no ahogarse.
Mi amiga me cuenta que aún recuerda cómo sintió la presencia de Dios, afirmándola y sosteniéndola en su gran necesidad. Dice que aún hoy cuando siente confusión o pánico sobre cualquier cosa, recuerda esa orden que se le dio de niña: “¡Pon los pies sobre la roca!” Así vuelve a sentir la base firme de la Verdad sosteniéndola, y siente agradecimiento por la serenidad y seguridad que le da.
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