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El Padre-Madre Amor sana

Del número de enero de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Una señora que desde aquel entonces se ha hecho muy amiga mía, me contó una experiencia que tuvo en su vida cuando se enfrentó a una prueba extremadamente difícil. Una tarde, al llegar a casa del trabajo, la señora a quien había contratado para que cuidara de su bebé de tres meses, le informó que el bebé estaba débil y que sufría de una diarrea grave. Alarmada por tal noticia, mi amiga llevó a su bebé al médico cerca de su casa. El le dijo que el bebé sufría de desnutrición y que sería necesario hospitalizarlo. Ella no comprendía por qué el bebé se había enfermado cuando siempre le dejaba suficiente comida a la señora que supuestamente debía cuidarlo. (Luego supo que la niñera se había estado comiendo la comida del bebé.)

Mi amiga se asustó, no tenía marido, no tenía dinero para el hospital, y no tenía seguro médico. Hacía poco que había llegado a los Estados Unidos y no sabía de qué manera podía obtener ayuda asistencial, ni que tenía derechos legales. Hablaba poco inglés y no tenía amistades que pudieran ayudarla. Cuando el médico le dijo que no la podía atender se sintió sola, abandonada y atemorizada.

En su desesperación oró fervorosamente pidiendo ayuda a Dios. Se sintió guiada a llamar por teléfono a la dueña de la casa en donde trabajaba como mucama. La señora le había hablado del amor ilimitado de Dios y le había enseñado un ejemplar de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens). A menudo, mientras trabajaba, mi amiga se había detenido a leer algunas páginas de este libro que permanecía abierto sobre una mesita.

Luego de escuchar las dificultades de mi amiga, su patrona le aseguró cariñosamente del poder de Dios para salvar la vida del niño. También le dio el número de teléfono de una practicista de la Ciencia Cristiana.

Mi amiga llamó a la practicista, quien inmediatamente le dio esperanza y la tranquilizó leyéndole pasajes de la Biblia y Ciencia y Salud. Con profunda convicción la practicista le ayudó a ver que Dios era la Vida del niño y que podía confiar en Su cuidado omnipotente. Mi amiga comenzó a estudiar pasajes de los ejemplares de la Biblia y de Ciencia y Salud que le dio su patrona. En Ciencia y Salud prestó gran atención a las páginas 390—392, las cuales incluyen muchas reglas para el tratamiento en la Ciencia Cristiana. También estudió “la exposición científica del ser” en la página 468. Parte de esta declaración dice: “No hay vida, verdad, inteligencia ni sustancia en la materia. Todo es Mente infinita y su manifestación infinita, porque Dios es Todo-en-todo”.

Al pasar toda la noche orando y estudiando, mi amiga sintió la omnipotencia y omnipresencia del Amor divino, y este entendimiento aumentó su confianza en el poder sanador de Dios. Mediante la acción sanadora del Cristo, el mensaje de Dios, vivido y enseñado por Cristo Jesús y revelado en la Ciencia Cristiana, su pensamiento se elevó a un punto de vista espiritual más elevado. Vio que la Mente divina es la única causa y creador del hombre y del universo, y que en esta creación no pueden residir ni la enfermedad ni la muerte.

Este cambio en el pensamiento resultó en una curación maravillosa. A las seis de la mañana siguiente, el bebé comenzó a llorar suavemente. Le dio agua y azúcar y no los rechazó. Al otro día el bebé pudo comer normalmente y estaba completamente sano. Hoy es un hombre, y mi amiga es una Científica Cristiana consagrada quien repetidas veces ha demostrado el poder sanador de la oración científica para ella, sus hijos y otros.

Esta curación surgió de una comprensión más clara de Dios como el único Padre-Madre, quien jamás abandona a ninguno de Sus hijos bien amados. Como lo expresó el Salmista: “¡Cuán preciosa, oh Dios, es tu misericordia! Por eso los hijos de los hombres se amparan bajo la sombra de tus alas”. Salmo 36:7.

Cuando nuestros niños están enfermos, recibimos ayuda poderosa al volvernos a nuestro Padre-Madre Dios infinito. Dios es la Vida del hombre, y cuando nuestro pensamiento cede al poder sanador y salvador del Amor divino, obtenemos la seguridad de que Dios es la fuente de la salud perfecta y de que podemos probar esta verdad.

El Amor divino, nuestro creador, nos hizo para que expresemos un ser perfecto. En verdad, nosotros y nuestros hijos somos en realidad los hijos de Dios, cuidados y protegidos infinitamente por El. Nadie está a merced de la enfermedad ni de la muerte. Nuestro Padre celestial jamás le da la espalda a Sus hijos, y no los castiga con enfermedad ni la permite, porque El es el bien infinito. Dios, el Amor divino, conoce la vida, no la muerte; la salud, no la enfermedad; la armonía, no la discordia. Sólo el bien puede venir de Dios.

Puesto que Dios es Espíritu, Su creación debe ser espiritual y buena. El hombre de Dios es la idea espiritual de la Mente divina, y ésta es nuestra propia y verdadera naturaleza y la de nuestros hijos. La enfermedad puede ser vencida al comprender y practicar, paso por paso, la realidad del Principio perfecto, y su creación perfecta. A medida que la oración nos eleva por encima del temor y las creencias falsas y materiales, vemos que cada hombre, mujer y niño es verdaderamente espiritual, semejante a Dios.

La identidad de nuestros hijos, otorgada por Dios, consiste de cualidades espirituales y eternas tales como la inocencia, la pureza, la obediencia y el amor tierno. Estas cualidades forman parte de la verdadera sustancia de nuestros niños, quienes no pueden enfermarse. A pesar de que para los sentidos humanos el hombre está encerrado dentro de un cuerpo material, la verdadera identidad de cada individuo es la imagen del Alma, Dios, e incluye todo lo que es bueno y armonioso. El Espíritu, Dios, está reflejado por Sus hijos a través de las cualidades espirituales que constituyen su ser verdadero.

Cuando nos parezca que hay enfermedad o cualquier otro problema, podemos saber, como lo enseña la Ciencia Cristiana, que el Principio divino gobierna al hombre. El verdadero ser del hombre es totalmente espiritual. A medida que esto es comprendido mediante la oración, la consciencia humana se transforma y el cuerpo físico se sana. Las leyes del Principio se manifiestan en salud, simetría, armonía, paz y fortaleza, y demás. Nuestras vidas sienten el poder sanador del Cristo, definido por Ciencia y Salud como “la divina manifestación de Dios, la cual viene a la carne para destruir al error encarnado”.Ciencia y Salud, pág. 583. Mediante Cristo podemos probar que las leyes divinas gobiernan a todo el ser con armonía, paz y fortaleza.

Todo el poder y la inteligencia están en la Mente, Dios, y proceden de El; y esta inteligencia divina se expresa a Sí misma únicamente en santidad y perfección. Fuera de la Mente divina no existe ninguna inteligencia que se pueda oponer a la ley de la armonía de Dios. La enfermedad es sanada por medio de la oración cuando percibimos totalmente la verdad espiritual de que el hombre está hecho a la semejanza del bien infinito, Dios. A medida que estamos más conscientes de las verdades de la Mente divina, el gran Amor que es Dios se manifiesta mediante las ideas espirituales que inundan nuestra consciencia. La acción del Cristo, la Verdad, nos sana y sana a aquellos por quienes oramos.

Nuestras oraciones por nuestros hijos nos llevan a comprender y sentir realmente el cuidado y el cariño que el Amor divino tiene hacia todas Sus ideas. Para destruir el miedo, son de gran valor estas palabras de Isaías: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia”. Isa. 41:10.

Es necesario que nuestras oraciones afirmen y reconozcan de todo corazón a Dios como el bien que lo abarca todo y al hombre como Su expresión perfecta. Mediante nuestra obediencia a la ley divina seguimos los pasos de nuestro Maestro, Cristo Jesús.

El adquirir un sentido más profundo de Dios como el Padre divino de nuestros hijos nos ayuda a percibir el amor tierno que Dios tiene por todas Sus ideas. El amor de Dios es expresado en pureza, ternura y bondad infinitas. El Amor divino no puede dar nada a sus ideas que no sea inmortalidad y perfección espirituales.

Cristo Jesús sanó multitudes. Su trabajo de curación fue hecho con la comprensión plena de que el hombre es inseparable de Dios. Probó la eficacia sanadora de una fe basada en la comprensión que es valiente y fuerte al enfrentarse con la enfermedad y el malestar.

De manera similar, podemos ampliar nuestra comprensión de la única Mente, la Verdad y el Amor siempre presente que sana. El Dios omnipotente otorga libertad, vida, alegría y salud a Sus hijos bien amados. Es el gran Médico para quien nada es imposible. Según Isaías, Dios declara: “Vosotros sois mis testigos, dice Jehová, y mi siervo que yo escogí, para que me conozcáis y creáis, y entendáis que yo mismo soy; antes de mí no fue formado dios, ni lo será después de mí. Yo, yo Jehová, y fuera de mí no hay quien salve”. Isa. 43:10, 11.

La oración puede sanar hoy como sanó a los cristianos de antaño, hace casi dos mil años, porque la oración en la Ciencia Cristiana está basada en la revelación divina de Dios, el Espíritu, y en la perfección espiritual del hombre. Para aquellos que han comprobado el poder sanador de la oración, nada puede cambiar la convicción de que sí sana. Esto da confianza a los padres para que enseñen a sus hijos desde una edad temprana las ideas espirituales que los ayudan a aprender sobre el amor de Dios.

Ciencia y Salud declara: “Los padres debieran enseñar a sus hijos a la edad más temprana posible las verdades concernientes a la salud y a la santidad. Los niños son más dóciles que los adultos y aprenden más pronto a amar las sencillas verdades que los harán felices y buenos”.Ciencia y Salud, pág. 236.

Para los niños es fácil comprender y sentir el gran amor de Dios y aceptar que la creación del Espíritu es buena y está intacta. A medida que se desarrolle nuestro entendimiento espiritual, nos convenceremos más y más de que sólo hay un poder en el cielo o en la tierra, el Principio divino, Dios. Comprenderemos que la Mente divina es la única causa y que el hombre es el reflejo perfecto de la Mente.

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