Una señora que desde aquel entonces se ha hecho muy amiga mía, me contó una experiencia que tuvo en su vida cuando se enfrentó a una prueba extremadamente difícil. Una tarde, al llegar a casa del trabajo, la señora a quien había contratado para que cuidara de su bebé de tres meses, le informó que el bebé estaba débil y que sufría de una diarrea grave. Alarmada por tal noticia, mi amiga llevó a su bebé al médico cerca de su casa. El le dijo que el bebé sufría de desnutrición y que sería necesario hospitalizarlo. Ella no comprendía por qué el bebé se había enfermado cuando siempre le dejaba suficiente comida a la señora que supuestamente debía cuidarlo. (Luego supo que la niñera se había estado comiendo la comida del bebé.)
Mi amiga se asustó, no tenía marido, no tenía dinero para el hospital, y no tenía seguro médico. Hacía poco que había llegado a los Estados Unidos y no sabía de qué manera podía obtener ayuda asistencial, ni que tenía derechos legales. Hablaba poco inglés y no tenía amistades que pudieran ayudarla. Cuando el médico le dijo que no la podía atender se sintió sola, abandonada y atemorizada.
En su desesperación oró fervorosamente pidiendo ayuda a Dios. Se sintió guiada a llamar por teléfono a la dueña de la casa en donde trabajaba como mucama. La señora le había hablado del amor ilimitado de Dios y le había enseñado un ejemplar de Ciencia y Salud con Clave de las Escrituras por Mary Baker Eddy, Descubridora y Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens). A menudo, mientras trabajaba, mi amiga se había detenido a leer algunas páginas de este libro que permanecía abierto sobre una mesita.
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