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El dominio de la Verdad sobre la violencia

Del número de enero de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


Era el primero de mayo, Día del Trabajo en Africa del Sur, y se iba a inaugurar un nuevo sindicato zulú. Los zulúes se habían comprometido a encontrar medios para efectuar un cambio pacífico en Africa del Sur. No obstante, se temían disturbios y la policía estaba alerta, debido a que un sindicato negro, que apoyaba un cambio violento, se había agrupado en un lugar a poca distancia de la reunión zulú. Los partidarios de los dos grupos habían tenido enfrentamientos violentos en el pasado.

Esa tarde yo podía ver parte de los acontecimientos desde nuestro balcón. Ochenta mil zulúes estaban reunidos en el estadio de rugby cercano, y el espectáculo era impresionante. Al observarlos, mi corazón anheló paz.

Noté una avioneta que volaba en círculos por el estadio y llevaba una bandera en la cola. Mi conocimiento del idioma zulú era inadecuado para traducir las palabras escritas en la bandera, pero las anoté. La avioneta continuó volando en círculos hasta que terminó la reunión — como una hora — luego vi que la gente, que todavía llevaba sus banderas, se iba en autobús o a pie. Esa noche, las noticias mencionaron principalmente la naturaleza pacífica de la reunión inaugural y su tranquila y eficaz organización. No hubo violencia en ninguna de las dos agrupaciones. Más tarde, le pregunté a una amiga, una mujer zulú, el significado de las palabras que llevaba escritas la bandera de la avioneta. Me dijo que significaban: “Jesús dice: 'Venid a mí todos los que estáis trabajados..., y yo os haré descansar' ”. Ver Mateo 11:28.

No sé por qué la avioneta llevaba la bandera con un mensaje tan profundo. Pero estoy segura de que la paz y armonía manifestadas en la reunión ilustraban, por lo menos en cierto grado, el ideal por el que deberían luchar todos los cristianos al obeceder esas palabras del Maestro.

Ese compromiso para lograr la armonía es esencial en esta última parte del siglo veinte. La amenaza de la violencia es mundial y tiene muchas formas. Algunas veces la situación puede parecer irremediable, pero realmente hay mucho que podemos hacer. El primer paso es comprender que el cuadro de un mundo aterrorizado por la violencia no es la verdadera percepción del reino de Dios. Para demostrarlo, nuestra comprensión tiene que elevarse por encima de los acontecimientos humanos hacia la estructura espiritual en la cual vemos que toda la creación de Dios es una con su creador y, por lo tanto, totalmente buena. La Sra. Eddy escribe en Ciencia y Salud: “Enteramente separada de la creencia y el sueño de la existencia material, está la Vida divina, que revela la comprensión espiritual y la consciencia del señorío que el hombre tiene sobre toda la tierra”.Ciencia y Salud, pág. 14.

Con frecuencia se menciona que la privación, la pobreza y el desempleo son la fuente de la violencia. Pero la Ciencia Cristiana enseña que no hay dos creaciones, una buena y otra mala. Puesto que la Vida, Dios, es una, y Su creación es una con El, nuestra tarea es ver y expresar esta unidad con el Padre, el creador de todo, dondequiera que estemos.

En verdad, todo el ser verdadero es uno porque la Vida, Dios, es una. La comprensión de esta verdad no puede resultar en una indiferencia de la condición humana, porque el Dios único es Amor como también Vida. El Amor es uno, y esta comprensión nos guía hacia maneras prácticas de demostrar amor al satisfacer las necesidades humanas individuales.

Incluso en momentos de gran congoja y apuro, hay quienes han podido, mediante la espiritualización de la consciencia, vencer la privación y escasez, la injusticia y el desempleo. Esta espiritualización nos capacita para afirmar nuestra presente unidad con el Amor divino. Resulta en mayor gratitud a Dios, como también en humildad y amor que reconocen que toda la creación de Dios está bajo Su cuidado. También nos capacita para ver los pasos que necesitamos dar para que haya más justicia y libertad en nuestro mundo. Con esta nueva perspectiva somos capaces de demostrar, en cierta medida, la verdad de estas declaraciones de Ciencia y Salud: “Las creencias materiales y la comprensión espiritual jamás se mezclan. La última destruye las primeras. La discordancia es la nada llamada error. La armonía es el algo llamado Verdad”.Ibid., pág. 276.

La expresión de armonía es por cierto un elemento esencial en nuestros esfuerzos por demostrar paz y justicia. Y la conocida palabra del Antiguo Testamento para paz, el hebreo shalom, que significa básicamente compleción o integridad, indica un aspecto importante de lo que implica la armonía para muchos de nosotros. Los significados antiguos de la palabra griega eirene, la palabra del Nuevo Testamento para paz, al principio se refería en especial al período que había entre guerras. Esto puede indicarnos algo acerca de cuán comunes eran las condiciones bélicas. No obstante, fue usada para traducir el hebreo shalom y adquirió sus distintos significados, incluso el concepto de la salvación dada por Dios. Para comprender y demostrar esta última expresión de armonía, es natural, entonces, acudir a Jesús y a los primeros cristianos.

¿Hemos de encarar la violencia como lo hace el mundo? ¿Hemos de combatir el fuego con fuego? La situación de los judíos bajo la dominación extranjera en los tiempos de Jesús y la situación de la gente oprimida hoy en día tiene similitudes apremiantes. En esos días, como hoy, la violencia se había generalizado y, con frecuencia, por tiempo indefinido.

No hay duda de que algunos veían al Mesías como el que los iba a liberar de la opresión. Pero quienes esperaban que Jesús tomara las armas contra Roma se desilusionaron. Las enseñanzas del Maestro liberaron, y liberan, de la opresión, pero mediante la ley sanadora del Amor, Dios. Esta ley elimina la injusticia, rompe ciclos de violencia y, finalmente, trae reconciliación. El amor desinteresado de Jesús por la humanidad ilustró este hecho. Ciencia y Salud declara: “Todo lo que mantenga al pensamiento humano de acuerdo con el amor desinteresado, recibe directamente el poder divino”.Ibid., pág. 192.

Un aspecto importante de la operación de esta ley poderosa del Amor es que procede, además, de la unicidad de Dios. La unicidad fundamenta la totalidad. Dios es Amor y Dios es Mente. La Mente es una, incluye toda consciencia verdadera, y no hay lugar para desavenencias, odio, insensible indiferencia o falta de aprecio. Comprendiendo mutuamente lo que verdaderamente somos — la expresión de la Mente — nos amaremos unos a otros como Jesús nos mandó que hiciéramos. Ver Juan 15:12.

Jesús no dijo que su camino sería fácil. Declaró: “Si a mí me han perseguido, también a vosotros os perseguirán, si han guardado mi palabra, también guardarán la vuestra”. Juan 15:20. Sus primeros seguidores experimentaron persecución, pero estaban venciendo el mundo, como Jesús lo había vencido. Ver Juan 16:33. Estaban demostrando en la medida de su comprensión la realidad del reino de los cielos allí mismo donde estaban y en aquel momento. Ciencia y Salud define el Reino de los Cielos como “el reino de la armonía en la Ciencia divina; el dominio de la Mente infalible, eterna y omnipotente; la atmósfera del Espíritu, donde el Alma es suprema”.Ciencia y Salud, pág. 590. Este reino es nuestro para experimentarlo también, aquí mismo y ahora. Mediante la oración y la espiritualización del pensamiento, nuestros esfuerzos para traer curación y paz a la humanidad serán recompensados.

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