La destrucción de una reproducción en cartón piedra de la “Estatua de la Libertad”, y la brutal represión de los intentos por obtener la libertad en China nos hacen valorar mucho más lo verdadero: la estatua real, la genuina libertad que ella representa.
Comenzamos a recordar lo que verdaderamente sabemos acerca de la democracia: que no es un sistema político más, compitiendo con otros sistemas; es el gobierno elegido por el pueblo. En lo que se refiere a sistemas humanos de gobierno, es el más cercano al corazón y al espíritu de la humanidad. En cualquier lugar en que lo encontremos en su forma pura, tiende a liberar y a vigorizar. La democracia es una respuesta directa al verdadero espíritu del hombre.
Orar para apoyar la democracia no sólo es correcto, es de vital importancia. No, no sería mezclar la religión con la política. No quiere decir que la iglesia está colaborando con el estado. En cambio, estamos echando todo nuestro peso en la balanza en favor de los derechos y las libertades de la humanidad. Y creemos que los lectores del Heraldo tienen el genuino deseo de hacerlo.
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