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Está bien orar por la democracia

Del número de agosto de 1990 de El Heraldo de la Ciencia Cristiana


La destrucción de una reproducción en cartón piedra de la “Estatua de la Libertad”, y la brutal represión de los intentos por obtener la libertad en China nos hacen valorar mucho más lo verdadero: la estatua real, la genuina libertad que ella representa.

Comenzamos a recordar lo que verdaderamente sabemos acerca de la democracia: que no es un sistema político más, compitiendo con otros sistemas; es el gobierno elegido por el pueblo. En lo que se refiere a sistemas humanos de gobierno, es el más cercano al corazón y al espíritu de la humanidad. En cualquier lugar en que lo encontremos en su forma pura, tiende a liberar y a vigorizar. La democracia es una respuesta directa al verdadero espíritu del hombre.

Orar para apoyar la democracia no sólo es correcto, es de vital importancia. No, no sería mezclar la religión con la política. No quiere decir que la iglesia está colaborando con el estado. En cambio, estamos echando todo nuestro peso en la balanza en favor de los derechos y las libertades de la humanidad. Y creemos que los lectores del Heraldo tienen el genuino deseo de hacerlo.

La Fundadora de la Ciencia CristianaChristian Science (crischan sáiens), Mary Baker Eddy, estaba apasionadamente comprometida con los derechos individuales. Sobre estos derechos dijo una vez: “La Verdad aplastada contra el suelo se eleva espontáneamente, y murmura a la brisa el derecho inalienable del hombre, su patrimonio: la Libertad. ‘Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad’ ”.The First Church of Christ, Scientist, and Miscellany, pág. 128.

Quizás nunca antes en la historia humana hayan sido tan sutiles y mesméricos en su acción los intentos por suprimir la libertad en todo el mundo. Aunque es cierto que hay estallidos de fuerzas absolutas y aterradoras, como en la Plaza Tiananmen, en Kabul, en Sharpeville o en My Lai, y en muchos otros lugares, la represión en este siglo ha tenido una tendencia creciente hacia lo psicológico.

Se dicen mentiras. Se repiten mentiras mesméricamente. Por ejemplo, la agresión en la Plaza Tiananmen comenzó con una mentira: que había habido un levantamiento armado por parte de los estudiantes que estaban a favor de la democracia. Y terminó con otra mentira: que la fuerzas militares eran víctimas y no agresores.

¿Cómo puede ayudar la oración activa en lo que parece ser un esfuerzo mundial para resistir la represión de la libertad? Entre otras cosas, la oración ayuda, como nada más puede hacerlo, a percibir las mentiras que se le dicen a la mente humana, por más sútiles y mesméricas que puedan ser. La oración y la intuición espiritual que fluye de ella tienen una historia: la de no haber sido engañadas por mentiras ni intimidadas por la presión ejercida por los compañeros, o por una fuerza superior.

El fundador del cristianismo no se dejó engañar por sofismas ni por zalamerías. Con frecuencia Jesús hablaba sin rodeos al responder. “¡Generación de víboras!”, dijo una vez, “¿Cómo podéis hablar lo bueno, siendo malos?” Mateo 12:34. Del mismo modo, la espiritualidad que se alcanza obedeciendo y siguiendo a Cristo Jesús no es ingenua. No se deja engañar por las apariencias mesméricas y falsas de hoy en día.

El mal, en su intento por suprimir el bien, utiliza mentiras. Pero esto no debería sorprendernos si tenemos en cuenta que Cristo Jesús caracterizó al diablo, o mal, como “mentiroso y padre de mentiras”, En otras palabras, si el mal mismo es “mentiroso y padre de mentiras”, y, por lo tanto, una mentira, entonces las verdades a medias y las mentiras rotundas tienen que ser su repertorio.

Es un tema del que nos hablan mucho los relatos bíblicos. La esposa del amo de José mintió respecto a José, y por ello fue metido en la cárcel. Pero allí desarrolló su potencial y su capacidad para servir al bien. Amán mintió sobre Mardoqueo y su pueblo porque quería destruir a Mardoqueo. Pero Amán fue colgado en la horca que había preparado para Mardoqueo. Los principales sacerdotes mintieron sobre los objetivos y las actividades de Jesús, afirmando que él quería ser el Rey de los Judíos, y que causaba conmoción en el pueblo. No sólo se anuló esta mentira, sino que también se desenmascaró para siempre la falsedad de que el mal tiene poder sobre el bien. Lo importante de cada uno de estos relatos no es lo deplorable y engañoso de la mentira, sino el hecho de que fue destruida, y que el bien fue percibido como lo que es.

Muchas veces en nuestra vida diaria quizás nos sintamos horrorizados al percibir algo de la sutileza del mal. Pero si vamos a apoyar la causa de la libertad de la humanidad y de nuestra propia libertad por medio de la oración, necesitamos recordar cuál es la verdadera base espiritual de nuestra oración.

La Ciencia Cristiana desarrolla nuestra comprensión de que Dios, el bien infinito, ya es supremo. Dios no va a ser poderoso algún día. El ya es supremo sobre todo. Este es el mensaje del Cristo, o la Verdad. El mal, después de todo, no es más que una mentira sobre la presencia y supremacía del bien.

Aunque queda mucha distancia por recorrer para quien desee demostrar, aún en pequeño grado, esta revelación espiritual, ella aún continúa siendo la base de la oración tal como se entiende en la Ciencia Cristiana. El propósito de orar desde una base cristianamente científica es elevar el pensamiento para reconocer los hechos espirituales existentes. Esto puede requerir que suprimamos toda clase de temor. Puede requerir valor moral para discrepar con la opinión de la mayoría sobre la capacidad del mal para engañar y dominar. Pero, por encima de todo, se requiere la humildad que acalla las siempre activas controversias de la mente humana y está deseosa de confiar profunda y prácticamente en la bondad, la justicia, el poder y la presencia infinitos de Dios.

Esto no produce una esperanza pasiva en la justicia del más allá, sino exactamente lo contrario. Incrementa nuestro sentido de la necesidad de justicia y la expectativa de libertad ahora, de vivir con lo que es verdadero. También nos guía hacia la sabiduría práctica para lograrlo. El poder de la oración no sólo se evidencia al ayudarnos a percibir la naturaleza de una mentira, sino también al destruir la mentira y establecer la verdad.

“Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad”, 2 Cor. 3:17. nos dice la Biblia. La mayor contribución que podemos hacer en favor de la libertad humana es aprender que no es posible que “el Espíritu del Señor” pueda ser suprimido. Está siempre presente. En realidad es el espíritu mismo del hombre hecho a la imagen y semejanza de Dios. Pensar de otra manera sólo sería creer en una mentira.


Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él:
Si vosotros permaneciereis en mi palabra,
seréis verdaderamente mis discípulos;
y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres...
Si el Hijo os libertare,
seréis verdaderamente libres.

Juan 8:31, 36

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