Conocí muy bien
el frío de la noche
que hizo en la playa ayer;
cuando el agua helada
lastimaba las manos
que sacaban la red,
la red siempre vacía...
vacía aún otra vez.
Nadie que no haya estado
en esa playa ayer,
puede saber
cuánto dolía el desaliento
entre las manos
que sacaban la red,
la red vacía siempre...
vacía aún otra vez...
Hasta que en el más claro,
radiante amanecer
junto a las brasas, en la orilla,
percibí su presencia
por la primera vez,
la presencia del Cristo
que siempre estuvo allí
y yo no sabía ver.
¡La red a la derecha! mandó,
y la pronta obediencia
se hizo pez en la red...
y el desayuno juntos...
y el largo camino a recorrer...
preguntas si te amo,
Señor tú sabes todo, Señor, tú sabes bien
tú sabes que te amo y que lo probaré.
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