La paciencia, más que un simple esperar en calma,
más que un soportar
hasta que llegue el bien;
la paciencia, como el pimpollo de una rosa
— ya hermoso de por sí—
mantiene el reino de los cielos dentro de sí,
se vuelve hacia la luz de la Verdad,
y florece en plenitud
a medida que la calidez del amor de Dios
resplandece sobre ella.
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